
Murió el gran cronista de México. Carlos Monsiváis, literato-periodista mexicano, falleció la tarde del sábado víctima de una insuficiencia respiratoria. El escritor estaba internado en un hospital desde el 2 de abril pasado, tras diagnosticársele una fibrosis pulmonar que derivó en una neumonía.
Murió otro gran referente periodístico de Latinoamérica, como murió hace unos meses Tomás Eloy Martínez, y así la vida literaria parece cimbrarse, como de vez en cuando sucede. Como ocurrió en abril del 1998, cuando Octavio Paz dejó este mundo y pasó a sentarse al lado de Rulfo, Nervo, Arreola, Sabines, Villaurrutia, Novo, Gorostiza, Azuela, Usigli, Castellanos, entre otros… en el humilde Olimpo de la literatura mexicana, donde seguramente ya le preparan una silla a Monsiváis.
Se fue ‘Monsi’, como le llamaban sus amigos, sus lectores; porque pocas veces se vio a un escritor de esa categoría ser tan humilde, tan hijo del pueblo, tan encarnado en una urbe.
No olvidemos que además de sus crónicas de la vida urbana de Ciudad de México, y su potente activismo político –pro estudiantil, siempre de izquierda- a Monsiváis se le recordará por refundar la ensayística mexicana. ‘Monsi’ tomó la pesada batuta de Octavio Paz, la hizo más liviana y la hizo entendible para el pueblo.
Del ensayo antropológico, histórico, psicológico -propio de Paz- Carlos Monsiváis prefirió los fenómenos sociales y se fue a los congales a analizar los bailes y la música, a la Arena México para vivir la lucha libre, a las carpas y los cines, a los mercados, a las calles y las plazas olvidadas. Narrando lo inexplicable y recuperando los secretos –los tesoros- del leviatán urbano que es -que siempre ha sido- Ciudad de México.
Perteneció a una nueva generación de escritores mexicanos, aquellos que despuntaron en la década de 1950 como Pacheco, Pitol, Poniatowska, Glantz, Del Paso, García Ponce y Zaid. Todos ellos sus amigos, y muchos -ante la noticia- guardias de honor la tarde del domingo, junto al féretro de Monsiváis, en el homenaje nacional que se le hizo en el Palacio de Bellas Artes.
Fue en 1968 cuando Carlos Monsiváis se posicionó en la esfera pública de su país, como activista en aquel movimiento social que culminara trágicamente la noche del 2 de octubre, con la masacre en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco. Ahí Monsiváis se ligaría de por vida a los estudiantes y a su alma mater: la UNAM.
En las próximas décadas, hasta hace algunas semanas, Monsiváis colaboró con reconocidas publicaciones en México, en las que se encuentran los periódicos Novedades, El Día, Excélsior, Uno Más Uno, La Jornada, El Universal, Proceso; las revistas Siempre!, Eros, Personas, Nexos, Letras Libres, Este País. Ganándose el cariño, creciente, de miles de lectores.
El colega español Pablo Ordaz, del periódico El País, en su cobertura de la pasada edición de la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara; aseguraba que en México a los escritores se les trataba como a estrellas de rock, debido al arrojo y la efervescencia de sus lectores.
Monsiváis fue invitado de honor en la FIL 2009, y en el salón principal no importaba que estuvieran escritores de más talle, como Carlos Fuentes; ‘Monsi’ hizo delirar a las masas, con su simpleza y su humanidad.
Quizá por sus ‘jumpers’ o su saco de mahón. Sus zapatos manchados. Su cabello blanco desaliñado. Sus anteojos gruesos inmortales, pero ‘Monsi’ siempre fue uno más entre la gente. Nunca negó un saludo, un autógrafo, una foto.
Recuerdo haberlo visto un par de veces caminando por Coyoacán. La mayoría de la gente no había leído ni un sólo libro de él. Algunos habían leído artículos suyos. Pero todos lo reconocían. Para ellos, él era ‘Monsi’. Y ‘Monsi’, con su sonrisa tímida, aceptaba los saludos, los elogios y seguía caminando, sumergido, ensimismado.
Ya el escritor Adolfo Castañón, en su ensayo “Un hombre llamado ciudad”, llamó a Monsiváis “el último escritor público en México”, llegando asegurar que “no sólo cualquier mexicano lo ha escuchado o leído, sino que todos pueden reconocerlo en la calle”.
Ayer, un dolido Carlos Fuentes, al dar sus condolencias desde Londres indicó: “No hemos perdido a Carlos Monsiváis; un escritor no se muere porque deja una obra. No se pierde a Monsiváis: se ha ganado a Monsiváis para siempre”.
Monsiváis no se ha muerto porque las calles que narró y los personajes que desentrañó lo seguirán reclamando. Porque la Ciudad de México no se entendería sin la obra de ‘Monsi’, sin su pluma ágil con moral, con corazón.