Por: Fabiana Frayssinet
Pese a sus avances, América Latina padece una inaceptable mortalidad materna, en muchos casos evitable, en parte debido a la ausencia de la aplicación de la receta que prescriben los especialistas: prevención y promoción de la salud.
El argentino Juan Reichenbach, un referente regional en salud materno infantil, lo ha vivido “en el barro” (junto a las madres y sus bebes), como pediatra y como director nacional de Maternidad e Infancia (2008-2009).
“Si yo tuviera que hacer una receta mínima comprensible, diría: dime dónde naces y te diré si vives. Es decir incorporar la salud del niño y de la madre como un derecho fundamental”, sintetizó en entrevista con IPS.
“Los protagonistas del cambio son la prevención y la promoción”, enfatizó Reichenbach, quien actualmente es docente de la Universidad Nacional de La Plata y jefe e instructor de médicos residentes de un hospital infantil.
El informe Tendencias en las estimaciones de mortalidad materna 1990-2013, de la Organización de las Naciones Unidas, reveló el año pasado que en ese periodo la mortalidad materna se redujo en 40 por ciento en la región.
Pese a esa reducción, en 2013 murieron 9,300 mujeres por complicaciones en el embarazo y el parto, indicó el reporte. En promedio cada día 16 mujeres fallecen por complicaciones vinculadas a la maternidad en América Latina, según datos de este mes de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
“Cuando uno ve las causas fundamentales de muerte materna no hay que ser demasiado inteligente para entender que están relacionadas con falta de acceso (al sistema sanitario) y con el aborto, que es la principal causa de muerte materna en Argentina y en Latinoamérica”, destacó Reichenbach.
Según Bremen De Mucio, del Centro Latinoamericano de Perinatología, Salud de la Mujer y Reproductiva de la OPS, hubo un avance “relevante y valioso”, pero todavía la tasa de mortalidad materna se mantiene en un nivel “inaceptable”.
El quinto de los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), el de mejorar la salud materna, establecía que la región debía reducir la mortalidad por maternidad en 75 por ciento para fines de este año, con respecto a 1990, así como brindar acceso universal a la salud reproductiva.
“Seguir fomentando el desarrollo humano es la clave principal. Y esto va más allá del sector salud exclusivamente. El trabajo efectivo sobre los determinantes sociales de la salud tienen más alto impacto que las intervenciones en salud aisladas”, dijo De Mucio a IPS.
“Mejoraremos los ODM solo si educamos en la dignidad y en el derecho a vivir, que no son cuantificables”, ratificó Reichenbach.
En la región las principales causas de muertes maternas podrían reducirse “casi a cero”, según De Mucio, y siguen siendo los trastornos hipertensivos del embarazo, las hemorragias e infecciones.
Según la OPS, las complicaciones maternas son la principal causa de muerte en mujeres entre 20 y 34 años y la mitad de muertes maternas se deben a abortos inseguros, en una región donde la interrupción voluntaria del embarazo es ilegal en la mayoría de los países.
“En Argentina nacen más o menos 700,000 niños por año, y se calcula que hay 500,000 abortos. Esta última cifra, no esclarecida en el sistema sanitario, es la punta del iceberg de la mortalidad materna”, precisó Reichenbach.
El pediatra consideró que 35 por ciento de las muertes maternas en su país son evitables, por ejemplo con un control adecuado del embarazo.
La norma argentina establece por lo menos cinco controles, en embarazos de bajo riesgo, pero en la práctica “no superan los 2.5, y el primero se hace tardíamente. Hay madres que llegan con siete meses de gestación, a un hospital público, en una situación crítica”, ejemplificó.
“Las soluciones no pasan por comprar un tomógrafo computado, sino por dar condiciones de vida adecuadas, educación, trabajo, un lugar digno para vivir, y acceso a la salud”, planteó. “Las grandes maternidades (hospitales especializados) en general solo reparan lo que no se hizo correctamente”, enfatizó.
La clave, a su juicio, está en actuar en los estadios básicos de la prestación de salud, incluidos el de un ambiente adecuado y saneado y el acceso a un sistema sanitario “que valore los problemas cotidianos” de los pacientes, llegue a zonas inaccesibles, registrando zonas de riesgo, casa por casa.
También debe sumar una rápida detección de casos graves, derivados a maternidades con equipos obstétricos y neonatales esenciales, como quirófano, banco de sangre, reanimación cardiopulmonar y ambulancias equipadas.
Asimismo, planteó que se requiere un equipo interdisciplinario donde el médico “sea un trabajador más”, entre obstetras, enfermeras, trabajadores sociales, agentes sanitarios “que seguramente harán un trabajo mucho más vinculado con el territorio y salud”.
El especialista consideró esencial una distribución “equitativa” de los médicos en las poblaciones marginadas, como los indígenas, “primeros en el ranking de los desposeídos” – y los inmigrantes intrarregionales.
En Argentina, ilustró, hay un médico cada 80 habitantes en Buenos Aires, mientras que solo existe uno cada 3,000 en El Impenetrable, una gran región boscosa de la norteña provincia del Chaco.
“Si se conceptualiza la salud como un derecho, se debe decir todos los niños, madres, adolescentes, ancianos – los más pauperizados- tienen que estar sanos, y no es tan difícil que estén sanos”, agregó.
Por ello, se deben incluir en las políticas de salud soluciones a aspectos como la inaccesibilidad geográfica, de infraestructura y cultural, que también impiden que llegue la educación sexual y reproductiva.
“Estamos hablando del embarazo, pero hay que ver también si ese embarazo se produce como un fenómeno deseado en la familia o es un accidente, por falta de información o prácticas culturales, que hacen que una mamá de 30 años tenga siete u ocho hijos”, consideró.
Ariel Karolinski, consultor de la OPS en Argentina, señaló a IPS que desde hace 20 años “la razón de la mortalidad materna” se mantiene alrededor de 40 por 100,000 nacidos vivos”, aunque existen grandes disparidades regionales.
Sin embargo, observó, entre 2010 y 2012, por primera vez Argentina logró una tendencia decreciente, con una “reducción relativa de 22 por ciento” en la tasa de mortalidad materna.
Karolinski lo atribuyó a programas como los denominados Sumar y Nacer, que priorizan las provincias con peores indicadores, y a medidas como la extensión de transferencia de renta a las embarazadas, condicionado al cumplimiento de controles prenatales y de las vacunas.
A nivel latinoamericano, políticas similares hicieron que países como Bolivia, Perú y Uruguay, reduzcan su mortalidad materna más de 60 por ciento.
De Mucio destacó que en el caso de Bolivia y Perú repercutieron “favorablemente los enfoques de interculturalidad aplicados durante el embarazo, el parto y el puerperio”, a los que se sumó en Perú la multiplicación de hogares maternos para mujeres alejadas de los centros de salud.
En Uruguay, en tanto, “las leyes sobre el aborto (que desde 2012 lo faculta hasta la 12 semana de gestación) han contribuido a hacer casi desaparecer la mortalidad por esa causa”, destacó.
Sin embargo, concluyó “no se puede ignorar que la bonanza económica”, contribuyó a mejorar las condiciones de vida, “directamente relacionado con la reducción de la mortalidad materna”, acotó el funcionario de la OPS.