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Cuentan algunos de sus albaceas que les dejó más trabajo después de muerta que en vida. El testamento en que lega todo su haber a su pueblo los pone a trabajar de inmediato. La editora Ruth Vasallo, su amiga de toda la vida anda en el ajoro total terminando un libro que debió haber puesto en las manos de Nilita y que el tiempo le prohibió mientras que la profesora Nieves Padilla se las arregla para que la Editorial Sin Nombre se mantenga abierta. Visita uno La Editorial de la Universidad de Puerto Rico y allí está Marta Aponte comentando los índices culturales que compondrán el sexto volumen. Allá en el periódico Diálogo, Peri Coss gestiona la transcripción de una entrevista hecha a la famosa Nila mientras la periodista Millie Gil llama porque quiere iniciar su nuevo programa con un homenaje a la Vientós Gastón. Y es que Nilita que tantas y tan buenas lecciones de cultura y periodismo ofreció nos sigue reclamando. Y aquí en la redacción de Claridad como un vendaval llega Antonio Martorell sugiriendo hermosos embelecos sin nombre para el suplemento y como buen crítico, Rubén Ríos ayuda para que el pecado de erratas no contamine las páginas dedicadas a la santa Nila como se negó a llamarla nuestro Pedro Juan Soto. Mientras, desde la loma sangermeña, Magi Solá nos tiñe con su homenaje rojo a la irrepetible Nilita. Festivamente Wico Sánchez, Luis Rafael para sus íntimos, altera su mañana de domingo para pasar por el periódico a entregar su voto de eterno nilitario. Junto a él desde México y Boston, José Luis González y Efraín Barradas y desde Puerto Rico Pedro Juan Soto y Emilio Díaz Valcárcel integran la cofradía de antiguos colaboradores que nuevamente nos entusiasman con su presencia escrita. Y es que Nilita, que sólo sabía sumar y no restar, insiste en emplazarnos. Más allá desde la ominosa celda, Filiberto Ojeda que a tantos vivos mueve, se estremece intensamente con la muerte de Nilita. Qué buen abogado para el pleito de la lengua y la nación. Que buen ejemplo para darle cuerpo al justo ideal de la justicia que ella defendió!. Y hasta la aletargada maravilla del fax se despereza con los vivos mensajes dominico -argentinos desde allende los cielos y los mares donde Nilita, latinoamericana inmensa- supo volar y navegar. Silvia Molloy y Juan Bosch se unen al concierto de voces que siguen tertuliando. Y es que Nilita que sabe de naciones y universos, nos sigue aleccionando. Arcadio Díaz con su admirable sentido del deber, empaca sus maletas hacia España no sin antes poner en el correo copia de un excelente trabajo en el que nos ofrece un certero balance de la contradictoria y apasionante de Nilita: “Hay algo importante en Nilita como hija de la ilustración y como modernizadora y conservadora a la vez que aún quiero meditar un poco más. Lo que queda, además de sus trabajos, es un talante intelectual de crítica y discusión en la plaza pública, de autonomía frente al poder y a los poderes que es raro en la vida intelectual nuestra. Cuando tenga más serenidad te escribiré algo sobre eso”. Y es que Nilita que supo de poder y de poderes, se empeña en ordenarnos. Y de esa manera a tantos. Todos los que están aquí y a otros. Múltiples y variados como su espíritu. Entrecruzando líneas de horizontes, de edades y criterios. Voces nuestras de regreso y de estreno. Narradores y críticos. Poetas y abogados. Políticos y artistas. Herederos del trono elevado de Asomante y del alfalbeto mágico para componer la aparente anonimia de la nación sin nombre. Que sí lo tiene. Y que nombra fuerte y provoca hondo. Y sí llama al trabajo. Y es en parte que Nilita insumisa, ya destronó la muerte y persiste en llamarnos. A la página en blanco. A la letra que ordene. Al espacio vacío. A la voz que no calle. Y es en parte que la Nila de todos, la Nila irreverente que llevamos adentro, la Nila que se niega a la memoria triste del prócer que se entierra y se olvida, decide desafiarnos. Convocarnos. Y claro que aceptamos. Esto que han escuchado lo escribí en agosto de 1989, un mes después de la muerte física de Nilita Vientós cuando ante su pérdida, un concierto de voces- de las cuales algunas ya no nos acompañan – se reunió en el homenaje del suplemento En Rojo de Claridad. De esas voces ya no están Pedro Juan Soto, Emilio Díaz Varcárcel, Nieves Padilla, Juan Bosch, José Luis González ni Filiberto Ojeda…. No en balde el país anda tan huérfano de todo… Lea y vea una cronologia de la vida de la licenciada Nilita Vientós Gastón. En estos días en que por la encomienda de esta presentación he releído a la entrañable Nilita y he vuelto loca a Wilda (Rodríguez) pasándole las lecturas, ella me preguntaba quien creía yo que de las nuevas generaciones la sustituyó. Y yo como buena hija de Nilita le contesté con mi malacrianza habitual… qué carajo sé yo… yo no pienso en eso. Pero la pregunta no estaba de más. Es el reflejo inmediato y natural cuando nos encontramos con el vacío intelectual y cultural. Nos pasó también con Ismael Rivera, con Agrelot, con Awilda Carbia…. uno siempre se pregunta quién los va a sustituir. En lugar de emularlos tratamos de inventarnos un sustituto. Cuando releí el En Rojo del que les cité parte, pensé como uno piensa a veces de otros que han hecho cosas importantes. “Después de ese poema, de esa canción Fulano se pudo haber muerto”. Pues leyéndolo bien, después de ese En Rojo, yo me pude haber muerto. Pero aquí estoy vivita y coleando frente a ustedes para saludar hoy a otra voz que se unió 20 años después – no más tarde- a ese coro de intelectuales valiosos que le rindió homenaje a Nilita en 1989 con la tristeza de su muerte todavía fresca. Si triste fue la muerte de Nilita más triste fue el escenario de su entierro donde los dolientes no alcanzaban las 50 personas y tuve que hacer uso de mis dotes de universitaria guerrillera para acallar la borinqueña tradicional y cantarle la revolucionaria… Decía entonces de ese momento triste en el cementerio el escritor Edgardo Sanabria Santaliz: “Miré hacia a tras: Un sombrero de copa de hojas de palma entrelazadas, y con media docena de flores incrustradas como adorno, descansaba sobre la madera brillosa, marrón profundo de la caja. Sobre el sombrero había un papelito que leía: Nilita con Nombre: Puerto Rico”. Hoy veinte años después salgo del anonimato y confieso que tanto el himno como el sombrero fueron travesuras mías. De Nilita aprendí la irreverencia y el desafío. No aprendí su disciplina y su rigor y de eso me lamento. Gracias al universo hay otros herederos de ella que sí la tienen. Entre ellos se encuentra en primera fila el licenciado Eduardo ´Tuto´ Villanueva, autor del libro que bautizamos hoy, Diálogo sobre la Nación en el transcurso del tiempo. Con una idea genial, la de una entrevista imaginaria entre Nilita y él, Tuto pone al día un pensamiento que aunque vigente está enterrado en el olvido maldito del País nuestro que cada día se nutre más de lo efímero, de lo superficial, de lo enteramente mediático. Y aquí es que viene la respuesta a la pregunta de Wilda. Nadie la tenía que haber sustituido sino nosotros mismos. Con nuestras acciones y con nuestro recuerdo. (Aprovecho aquí para reconocer el trabajo titánico que ha hecho la Fundación para mantener vivo el legado de Nilita. Pero que no se nos olvide que fue una imposición más de ella que dejó por escrito exactamente lo que tenían que hacer. Nos conocía demasiado bien y se cuidó de nuestro olvido.) Por eso es importante la idea y la hechura de este pequeño libro que publica Mariana Editores. Y recalco lo de pequeño porque creo que en esa parquedad radica su importancia. Es un aperitivo que nos invita al plato principal, es el compendio amarillo que los profesores odiaban pero que tantas veces nos sacó de apuros en la universidad, es una introducción al pensamiento nilitario de una manera amena y no intimidante como podrían ser los tomos de su Indice Cultural o los miles de libros que acompañaron a Nilita desde su infancia hasta su muerte. Nunca había estado más consciente del valor de Nilita y de lo que ella causó en mí hasta ahora que Tuto me ha hecho revisitarla. Ha sido una semana hermosa, intensa, que me ha revuelto el espíritu desde que recibí la llamada para esta presentación. He llorado recordando su muerte y he reído recordando sus ocurrencias. Tengo 50 años cumplidos. La conocí cuando tenía recién pasados los 20. Primero la conocí de oidas… a través de Magi Solá, Alberto Márquez y Lilliana Ramos Collado. Personalmente la conocí de manos de Arcadio Díaz Quiñones una tarde que llevó su clase Del manucristo a la edición de la que yo era parte, a su casa en la calle Cordero. De ahí a que me convirtiera en su esclava más joven no pasó mucho tiempo. Me llamaba a Claridad por las tardes para que le llevara cualquier libro que había visto anunciado en el periódico para publicar algún escrito. Me acuerdo cómo me preguntaba cómo era Filiberto, cómo trataba de meterme la ópera y a Verdi por donde no me entraban, cómo me insistía en que escribiera una gran novela, la novela de Vieques que a Puerto Rico le faltaba, cómo excusaba su soledad señalando los libros que amenazaban con caerle encima desde cualquier rincón de la casa, incluyendo el baño. “Yo no estoy sola, cómo puedo estar sola me decía si duermo y me baño con Cervantes, con Salinas, con Víctor Hugo”. Pero sí estaba sola. Sólo que se las inventaba para no darse cuenta. Más de una vez recibí una llamada de auxilio, urgente. Era Nilita que me llamaba para que fuera a verla porque algo grave estaba pasando. Y cuando llegaba, allí estaba ella, haciendo pasar el vino blanco por medicina acompañada de aquellas mujeres grandes que recién yo conocía y a las que Nilita también llamaba de urgencia. Y allí estaba yo, una escuincle presentá junto a Eneid Routté, Mirna Báez, Nieves Padilla, Lucé López Bartal y Gladys Crecioni, entre otras. Y se pregunta una: ¿Cómo puede una mujer con ese poder de convocatoria tan grande estar tan olvidada entre nosotros? ¿Cómo puede un ser tan estrafalario, tan luminoso, llamativo y deslumbrante, tan fácil de mostrar, tan fascinante, desconocido para nuestros estudiantes? Yo tengo la respuesta. Porque no la hemos susitituido. Porque no hemos sabido hacer nuestra parte. Por eso hay que agradecerle a Tuto este gesto, este sacar pa’ afuera, este diálogo casi interactivo a través del tiempo con Nilita. Él lo hace sobre la Nación porque es lo más urgente y lo más preocupante para todos los que estamos convocados aquí. Pero con Nilita se puede conversar de casi cualquier cosa. Nos toca a nosotros provocarla como lo ha hecho Tuto. Y luego de provocarla, publicarla como ha hecho Mariana Editores. Y luego de publicarla, compartirla como ha hecho hoy la Comisión de la Mujer del Colegio de Abogados. Tuto, aunque también usa sombreros es sin duda más cirscunspecto que la maravillosa Nilita. Pero además del sombrero lo unen otras muchas cosas. Tuto nació en Isabela y Nilita en San Sebastián y esos orígenes fuera de la comarca metropolitana nos marcan (y si no pregúntenme a mí que nací en Ponce). Ambos son estudiosos del Derecho desde una perspectiva de justicia y libertad nacional y ambos tienen un alto sentido de responsabilidad social y si no que pregunten quien lleva adelante la difícil lucha por de la excarcelación de los presos políticos. Yo no soy. Hablando sobre el abogado, decía Nilita en 1947 cuando la invitaron a ser la oradora de la Asamblea de este ilustre y hoy tan asediado Colegio que debía ser “un reformador, preocuparse más que los de generaciones anteriores por lo que está ocurriendo en el mundo, someter a revisión lo heredado. El abogado ha de ser en nuestro tiempo un espíritu inquieto y preocupado, más hombre universal en el sentido humanista, que el de otras épocas de plenitud y disfrute.” De la sabiduría, la tenacidad y las heroicas luchas de Nilita debió haber bebido mucho Tuto en la tensa época que le tocó presidir el Colegio de Abogados. Igual que Nilita, Tuto es una voz insobornable en la demencia continua de la opinión pública tan saturada hoy día de abogados analistas. Y junto con Nilita, construye ese lamento por el país que se nos escapa del alma y de las manos. Pero a la vez que se lamenta construye, analiza, edifica, investiga. Y llegan ambos a las mismas conclusiones. La de no lamentarse, la de repetir con Luis Rafael Sánchez –también en el homenaje a Nilita en el En Rojo de 1989- lo siguiente: “Días son estos difíciles porque la confusión se asciende a culto. Días son estos amargos porque la insensibilidad cunde. Días son estos de temer porque la chapucería intelectual preside. Días son estos que empobrecen porque el mediocre consigue hacerse oir. Días son estos de oprobio porque debuta el chulo de la patria. Días son estos de la lástima porque el muñeco de los siete culos muy bien que se acomoda, que se instala. Que le sobra culo al muñecón y le falta carácter, cará!. Días son estos áridos para creer, difíciles para crear”. Y sigue diciendo Wico: “Pero, ¿hubo días fáciles o fértiles en este Puerto Rio de pobres esperanzas? ¿Fueron fáciles las jornadas de Albizu que dialogó con armas o el Concepción que dialogó con letras? ¿Fueron fáciles los días como noche, sin fin de Julia? ¿Fueron fáciles las horas del Maestro Cordero, negro ilustre en el arrabal del intelectual blanco? ¿Fueron fáciles los días de nuestra gente desterrada en Nueva York y otros ombligos del prejuicio? ¿Fueron en fin, fáciles días a partir de los cuales el anexionismo y la asimilación empezaron a considerarse ideales, culminaciones históricas diz que razonables?” cierro la cita. No duden ustedes que si Nilita estuviera viva se le hubiera cagado encima a los que hoy lo hacen. Cagarse encima de nuestro país. No duden ustedes que estaría en primera fila. Tal vez no como Tito Kayak pues se le arruinarían los encajes y se le caería la peluca que casi siempre la tenía mal puesta, pero sí con su verbo y con su lengua, con sus pleitos y sus revistas. Con lo que tuviera a mano. “Desde mis tiempos de estudiante” decía Nilita “mi vida se ha regido por tres principios que considero de tal calidad que los califico de virtudes: la inconformidad con todo lo que debe mejorarse, la disidencia con todo lo que ofenda la dignidad humana y deba cambiarse y un entusiasmo sin límites, para luchar por los inconformes y los disidentes”. Inconformidad, disidencia y entusiasmo. No hay duda tampoco de que Tuto, para usar una frase a tono, “la leyó bien”. Y ha hecho su parte para sustituirla lo que le da el derecho para seguir dialogando con ella después de muerta. Hagamos nosotros nuestra parte. Aquí tienen el compendio. Leamos el original. Aprendamos de Nilita. No seamos tan vagos, carajo. Gracias. Vea una fotogalería con fotografías y pinturas que celebran la vida de la licenciada Vientós Gastón. *Presentación del libro Nilita y Eduardo: Diálogo sobre la Nación en el transcurso del tiempo, escrito por el Licenciado Eduardo Villanueva-Muñoz, y editado por Mariana Editores, en el Colegio de Abogados, miércoles 3 de marzo de 2010. La autora es comunicadora y empresaria. Produce y modera, junto a la periodista Wilda Rodríguez, el programa Las Tías por el 740
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