En Puerto Rico existe una gran cantidad de documentación sobre condenas y ejecuciones por motivo de la pena de muerte. Estos ejemplos datan desde la época de la conquista española, hasta el año 1927, reveló recientemente el profesor Jalil Sued Badillo, durante la presentación de su libro “La pena de muerte en Puerto Rico”.
Y es que, la pena de muerte entró como parte del arsenal punitivo de los conquistadores. De modo que, Puerto Rico, como la segunda colonia española, representó uno de los primeros escenarios de América donde se puso en práctica esta modalidad.
Asimismo, fuimos el primer centro de la inquisición en América, mencionó Sued Badillo.
En esa época, en Caparra se condenó a la hoguera una camada de sodomitas españoles. Desde entonces, la pena de muerte se aplicó ininterrumpidamente, durante más de 400 años.
“El muestrario de casos ilustró ampliamente su aplicación arbitraria, errática, contradictoria; pero siempre al servicio de los motivos inmediatos del estado”, expresó el profesor.
En el siglo 16, se aplicó a los nativos ante su resistencia a la implantación colonial, dijo el doctor. La gran mayoría de los ejecutados fueron sometidos judicialmente como subversivos y traidores al estado español. Nunca como combatientes de guerra. La pena de muerte estaba al servicio de la implantación efectiva del control español de las nuevas tierras y de la explotación de sus recursos.
Más adelante, en el siglo 17, “siglo de colapso democrático y reveses económicos, la pena de muerte estuvo al servicio de proteger la Isla contra incursiones de competidores europeos, que luchaban por insertarse en el gran caribe”, comentó Sued Badillo. Las víctimas principales fueron marineros y colonos europeos, añadió.
Además, durante la presentación de su libro, habló sobre las ejecuciones del siglo 18, época de recuperación económica y demográfica, y de gran inquietad social, donde la pena de muerte se puso al servicio de la consolidación del control político insular con una población dispersa y al margen de dicho control.
Dijo, además que en el siglo 19, época de la paz en numerosa instancia, dos grupos sobresalen como víctimas: los esclavos, cuyo aumento significativo coincidía con el auge azucarero y comercial de la Isla. Y curiosamente contra militares españoles.
“El libro es una invitación a continuar investigando las raíces de la violencia social en todos sus aspectos y sus expresiones culturas que corren profundas; el reclamo popular contra su aplicación por el estado; y, finalmente, el convencimiento de que la pena de muerte nunca fue inevitable en el mundo. Y si no lo fue en el pasado, no lo tiene que ser en el presente”, concluyó el profesor.