La novela breve Ojos como de hombre, del escritor carolinense, Max Chárriez se inserta en la tradición contemporánea de programas de detectives (Law and Order: Special Victims Unit, CSI-Miami) o de éxitos editoriales como las novelas policiales de Leonardo Padura Fuentes, Arturo Pérez Reverte, Stieg Larsson o Jo Nesbo.
Pero el detective Sánchez, protagonista de la historia, tiene poco que ver con Stabler, Horatio, Mario Conde, Rogelio Tizón, Mikael Blomkvist o The Snowman. Su calidad de detective criollo le da a la narración un hilo mucho más fuerte con narrativas decimonónicas, como La charca de Manuel Zeno Gandía (en la que no se resuelve el crimen de Deblás a manos de Gaspar y se presenta el abuso sistemático de Silvina), y su acendrado estilo naturalista a la manera de Émile Zola. Y es que, Max Chárriez se mueve entre estos clásicos como pez en el agua.
Inaugurando un nuevo proyecto llamado Editorial La Tuerca, el autor se ha aventurado en el escabroso mundo del libro en el Caribe, donde no hay necesariamente garantías de mercado ni de público, más allá de lectores fieles a la literatura puertorriqueña contemporánea.
Como miembro del Colectivo Homoerótica, Chárriez ha escrito literatura queer en sus trabajos anteriores como el cuento “Belleza – incluido en la antología Los otros cuerpos -y su libro de cuentos quiroguiano, Delirios de pasión y muerte, publicado por Aventis.
Ojos como de hombre toca marginalmente el tema homoerótico (uno de los personajes vive en un clóset asfixiante), pero se concentra más bien en el escabroso tema del abuso sexual a menores. El crimen que se resuelve en la novela está ligado al ámbito del fanatismo religioso, porque es el patriarca de una secta de nuevos apóstoles cristianos el que ha sido asesinado en un campo de Puerto Rico. A lo largo de la narración asistimos al minuto a minuto del New Journalism, en el que el narrador nos va dando retazos de las historias en una diégesis abreviada. La resolución final a partir del dibujo de una niña y las descripciones de este boceto infantil son los mejores momentos de la novela.
La estructura del libro es como sigue: “Prólogo” (“domingo, 22 de abril”) [con un epígrafe de un versículo del Libro de Daniel, donde se menciona la cuarta bestia bíblica que tenía “ojos como de hombre”, y he aquí la procedencia del título de la novela]; “lunes, 23 de abril” (con epígrafes de famosos pasajes de Shakespeare y Calderón de la Barca) [de A Midsummer Night’s Dream y La vida es sueño]; “martes 24 de abril” (con epígrafe de Mahatma Ghandi); “miércoles 25 de abril” (con epígrafe de Confucio); “jueves, 26 de abril” (con epígrafe de Edgar Allan Poe); “viernes, 27 de abril” (con epígrafe de Jesús de Nazaret); y “epílogo” (con epígrafe del Libro de Daniel, donde se habla de la destrucción final de la bestia).
El uso estratégico de los epígrafes añade otro campo semántico y establece un diálogo con pasajes de la literatura universal que se han dedicado a dilucidar los vericuetos de la mente humana y sus demonios o bestias.
La progresión temporal del relato aparece marcado en los títulos de los capítulos, los que a su vez están subdividos en horas clave. De domingo a viernes se resuelve el crimen de la manera más sorpresiva e inesperada posible. Entrelazados con la línea argumental aparece la capacidad onírica del personaje principal, el detective Sánchez, quien pelea con sus ansiedades y sus miedos internos de manera peligrosa (en dos momentos: con un tiroteo en medio de la noche a un árbol que confunde con la bestia o con el intento de estrangulamiento de una técnica forense).
Esto lo lleva a estar a punto de perder su trabajo y no resolver el caso. Sin embargo, esta narración paralela, a chispazos, se aclara al final de la novela, cuando el caso es resuelto. Pero en este final del libro llega el momento liberador del crimen donde se narra exactamente lo que pasó, en un lenguaje sostenido sobre los espejismos de la poesía.
Si en Puerto Rico tuviéramos un mercado del libro que apostara por las novelas del patio, Ojos como de hombre estaría en los colmados, en los supermercados, en todas las librerías y se estaría vendiendo como pan caliente. Y todo mundo en las guaguas, en las calles y en las plazas andaría con su ejemplar, en la mano, como en su momento lo hiciera todo el resto del mundo con The Girl with the Dragon Tatoo de Stieg Larsson.