Para Elena, con ganas de que crezcas en un mejor país
Hace unos 16 años me mudé a Nueva York, no como inmigrante por economía o política, sino como estudiante, pero pasaron los años y me quedé.
Soy de la generación del 9/11, llegué a esta ciudad apenas unos meses antes de los actos terroristas de las Torres Gemelas y obviamente este evento me impactó mucho, al vivirlo en primera persona.
Sin duda, el mundo es otro desde el 11 de septiembre de 2001. Pero para mí, aquellos primeros días significaron una mezcla de sentimientos a nivel personal, más allá de las implicaciones políticas. Nunca voy a olvidar las conversaciones, miradas, olores, colores y sonidos de esas primeras salidas. Claro que había asombro, pero también mucha camaradería, solidaridad, esa mirada de “está fuerte, pero estamos juntos en esto”. Evidentemente, aunque el mundo y la geopolítica cambiaron desde entonces, al poco tiempo Nueva York volvió a sus ruidos originales, dejó el color grisáceo con bruma provocado por las cenizas, la gente volvió a lo suyo, a no saludarse y a correr como ritmo habitual sustituto de caminar. Ya la ciudad no olía a quemado.
Hoy, nueve de noviembre, que para los que hablamos español es curiosamente 9/11, es un día gris y sombrío, pero diferente. Luego de una larga noche de espera – y en el fondo deseos de que algún número loco e incoherente saltara a las gráficas de CNN que cambiara todo – esta mañana no salió precisamente el sol que Obama nos había prometido ayer, sino un cielo gris, con una lluvia leve. Definitivamente, no había motivos para llevar gafas de sol en un día tan gris y aun así vi tantas personas con ellas, presumo que, al igual que yo, para taparse los ojos llenos de lágrimas.
Todas las mañanas hago la misma ruta desde mi casa hacia la escuela de mi hija, a la misma hora y veo, usualmente, a las mismas personas. Por eso, es común el “buenos días”, algún comentario sobre el tiempo, el cordial “que tenga un buen día”. Esta mañana fue diferente, nunca la voy a olvidar, tantas caras desencajadas, sin una sonrisa, pero tampoco con molestia; era tristeza y asombro, eso era, y lágrimas en algunos rostros. Nadie me dio los buenos días de camino, yo tampoco los pude dar, no hubiera podido sin echarme a llorar. Muchos y muchas con los que me crucé lo que hacían era inclinar la cabeza o simplemente agacharla. Pasar al lado del señor africano del periódico, que siempre te recibe con una sonrisa, también significaba mirar para el otro lado, para por un segundo no enfrentar la realidad de la portada, vi mucha gente esquivándolo.
Y aun así, todo esto no fue la peor parte de la mañana. Fue enfrentar a mi hija.
Tiene cuatro años y medio y ayer me acompañó a votar. En par de ocasiones le expliqué lo que era una elección y a quién se elegía ayer en Estados Unidos y en Puerto Rico. Y más nada. Es divertido enseñarle quiénes son los equipos deportivos y que ella escoja por los colores de los uniformes y después grita y se entusiasma, pero siempre en las mañanas pregunta quién ganó la noche anterior. Feliz estaba cuando le dije la semana pasada que sus “cachorritos” (a quienes favorecía porque ella tenía un peluche que era un cachorro) habían ganado. Se disfrutó la parada en Chicago.
Pero creo que es injusto decirle a quién favorecer en una elección, ya decidirá ella, aunque sí le enseñamos unos valores importantes que estaban en juego y no quería meterle ese rollo en la cabeza. Así, que regresando a esta mañana, me tomó muchísimo abrir la puerta de su habitación, me tomó lo que toma secarse lágrimas y enjuagarse la cara para que no parezca que estaba llorando, pues ya sabe y está en la etapa de preguntarlo todo. Cuando finalmente abrí y le di los buenos días, solo deseaba que no me preguntara quién había ganado, pues inevitablemente me echaría a llorar desconsoladamente nuevamente y no sería justo con ella. Por suerte, saltó de la cama, a jugar y a salir a la escuela. Sin embargo esta tarde me preguntó, “¿quién ganó anoche?”, le contesté el señor y le dije que estaba triste, y me dijo, “ganó Donald Trump, me lo dijo un amigo”.
Hay muchas cosas que me joden de la elección de Trump. Enumerarlas ni vale la pena en este momento, pero pensar criar a una hija, latina, en este ambiente, me aterra. Sueño muchas cosas para ella, como que como mujer pueda aspirar a lo que sea, que como latina se sienta que tiene los mismos derechos que sus pares anglos, que como mujer pueda decidir qué hacer con su cuerpo, que decida a quién amar, que crezca consciente del planeta en que vivimos y lo proteja y respete, que sepa que en el norte y en el sur hay vecinos a quienes respetar, y que sepa, que al igual que la Tierra es una parte del sistema solar (cosa que por suerte lo aprendió muy pequeña), que Estados Unidos es una parte del mundo, que hay otros países y que no es el centro del universo, que sepa que hay gente de muchas religiones, razas, orientaciones sexuales, y que hay espacio para todos y todas. Todas estas cosas, las veo amenazadas hoy con la elección de Donald Trump y esa incapacidad e incertidumbre es lo que más me angustia.
Hoy, en muchos de los rostros que veía, sentía las amenazas que estaban en juego en la elección de ayer. No podía mirar a los ojos a los muchos mexicanos que me encontré en la calle, a los homosexuales que conozco, a los otros inmigrantes, algunos legales y otros ilegales, a los judíos, a los negros, a los musulmanes. Todos los que me encontré en esta ruta matutina de quince minutos, me recordaban los peligros que representa este señor. Siempre con los pies en la tierra, que si él no hubiera ganado, también habrían otras amenazas, ya que seguirían dominando los mismos intereses económicos y militares de esta gran potencia.
Confieso que anoche, en el desespero, también pensé lo de la emigración a Canadá, idea que ya me ha pasado por la cabeza antes, atraída por su calidad de vida, sistema gratuito de salud y educación y más recientemente por su política y acogida a refugiados sirios. Pero, por casualidades de la vida, lo que iba a ser un día nefasto para mí de principio a fin (también fue un desastre el resultado de las elecciones en Puerto Rico), resultó tener un lado positivo. Ayer participé de un seminario sobre la Guerra Civil Española, sobre todo sobre la participación de la brigada estadounidense llamada Abraham Lincoln como parte de las Brigadas Internacionales.
Aprender sobre lo que cerca de 3,000 estadounidenses hicieron en los años 30, el gesto mayor de internacionalismo y solidaridad que es ofrecer la vida por pelear contra el fascismo en España, un día como el que resultó ser ayer, al final, fue una gran lección. También significó una cátedra de lo que es no rajarse, el famoso “no pasarán” de Madrid ante la entrada de los fascistas. Y anoche, totalmente derrotada, me acordé de ellos, de la gente en España que resistió una guerra civil injusta y luego 40 años de dictadura, y me acordé de los estadounidenses que en aquel entonces, al otro lado del Atlántico, decidieron que había que luchar, contra Franco en España, pero también contra el sistema aquí, y lo hicieron. Con ese pensamiento me acosté.
Hoy, en este día gris, y aún con gran tristeza y estupor, por mi hija, por los miles de niños y niñas que se lo merecen, por el país que quiero vivir, por los inmigrantes, homosexuales, musulmanes, negros, mujeres y tantos otros marginados e insultados por el lado vencedor, por todos, hay que sacar fuerza, organizarse y pensar cómo hacer para que no pasen, que no nos pasen por encima, “¡NO PASARÁN!”.
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Escrito el 9/11 (nueve de noviembre de 2016) en Washington Heights, Nueva York, un día después de las elecciones presidenciales. Al término de este escrito ya habían comenzado protestas a la elección de Donald Trump en diversas ciudades de Estados Unidos y también múltiples manifestaciones de racismo y xenofobia de parte de sus seguidores.
La autora es estudiante doctoral en Ciencias Políticas en la New School for Social Research y es egresada de la Universidad de Puerto Rico, donde estudió Ciencias Políticas. Trabaja temas de nacionalismo, identidad cultural y sus manifestaciones en el deporte. También escribe sobre política contemporánea en España y otras partes de Europa. Ha publicado escritos sobre fútbol, olimpismo, nacionalismo y política, entre otros.