“Aquí [en los vertederos] se ven muchas cosas, lo que pasa es que uno no puede hablar, porque si no, imagínate”, confesó Jorge (nombre ficticio para proteger la identidad de la persona) desde el otro lado de los portones del complejo de desperdicios sólidos Peñuelas Valley Landfill.
El lugar es una propiedad administrada por las compañías privadas EC Waste y Ecosystem, donde, por varios años, se han descargado toneladas de material tóxico en uno de los dos vertederos operantes: el de EC Waste.
“No me graben, no me retraten. Yo no tengo nada que ver en esto. Yo solo trabajo. Además, a mí también me preocupa lo que está pasando aquí”, confesó el oficial de seguridad privada mientras nos acercábamos a la entrada de la propiedad.
Según Jorge, contrario a lo que la mayoría de la gente piensa, a Peñuelas llegan dos tipos de cenizas. De acuerdo con el oficial, “hay unas cenizas buenas y unas malas”.
“Las malas —dijo— son las que están trayendo ahora en esos camiones y las buenas venían tapadas”.
Jorge se refiere a las cenizas de carbón provenientes de la planta energética Applied Energy System (AES), ubicada en Guayama y que al presente defiende sus intereses en los tribunales del país ante el repudio que han manifestado cientos de ciudadanos y representantes del gobierno en respuesta a los resultados de múltiples estudios que demuestran el impacto negativo de las cenizas que se generan en la planta eléctrica.
Tal y como señala el químico y planificador, Félix Aponte Ortiz, todo producto de combustión produce dos categorías de cenizas: una con altos niveles de toxicidad y otra capa más pesada que no necesariamente refleja su toxicidad en las pruebas de muestreo que se aplican para conceder permisos de operación a corporaciones, como la AES.
“Cuando tú quemas basura o carbón queda un material cristalino más pesado en el fondo. En el caso de los residuos sólidos, si se ha sacado la materia orgánica que produce ácido carbónico, el material de fondo no necesariamente va a ser tóxico”, explicó Aponte Ortiz, al tiempo que aclaró que “las capas de cenizas que van en el flujo de gas son las tóxicas”.
De acuerdo con el profesor, al momento de llevar a cabo sus pruebas de muestreo, las empresas como AES mezclan ambas categorías de cenizas. Según adelantó Diálogo, AES controla todos los procesos investigativos de sus productos y operaciones, por lo que no hay garantías de que las cenizas que se depositan en los vertederos del país cumplen realmente con las exigencias de la Junta de Calidad Ambiental (JCA).
“La persona que hace las muestras tiene allí, digamos, 200, 600 toneladas de ceniza en un día, si es que muestrean diario, y toma una muestra. ¿De dónde toma la muestra: de ambas categorías de cenizas o de una sola? No sabemos”, cuestionó el también exmiembro de la Junta de Planificación.
Por su parte, el químico Osvaldo Rosario sentenció que la prueba de toxicidad que se le realiza a los residuos de la quema de carbón no es una que se hace directamente a las cenizas, sino una prueba en la que se coge la granulación de estas, se ponen en un filtro y se le hace pasar agua con un bajo nivel de ácido.
“Por ese medio se extrae algo, pero muy poco de la totalidad de esos componentes de las cenizas. Así que el extracto, o lo que sale, está bien, bien diluido y no representa lo que hay en las cenizas. Es como si al café yo le pasara agua a temperatura ambiente. Voy a extraer algo, pero muy poco. Eso es lo mismo que está pasando con esta prueba”, aseguró.
Del mismo modo, Rosario sostuvo que a través de este proceso no se remueve nada del verdadero contenido de las cenizas. Asimismo, reconoció que la prueba, establecida por la Agencia Federal de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés), es una prueba bien cómoda para la industria del carbón y sus intereses económicos.
“Imagínate, el 40% de la electricidad en Estados Unidos se produce quemando carbón, es una industria multibillonaria”, dijo.
El científico comentó que “si fuera a usarse una prueba verdaderamente efectiva que reflejara la toxicidad real de esas cenizas, tendrían que disponer de ellas en un vertedero de tóxicos, en un vertedero especial que no hay en Puerto Rico. El de Peñuelas está lejos de cumplir con esos requisitos de un vertedero de tóxicos”. Añadió que las pruebas de muestreo de las cenizas se realizan de forma irresponsable y no comunican la verdad.
Sin protocolo la otorgación de permisos
Actualmente, los permisos que otorga la JCA no tienen como requisito un proceso de muestreo que le permita al gobierno de Puerto Rico fiscalizar responsablemente a este tipo de corporaciones, pues la agencia pública depende de los informes de la corporación para emitir un juicio sobre sus operaciones en la isla.
Entre 2004 y 2011, la JCA autorizó la utilización en Puerto Rico del producto Agremax, desarrollado con cenizas de carbón y distribuido por AES como material de relleno en múltiples obras de construcción en más de una decena de municipios.
Para febrero de 2007, las Comisiones de la Región Sur y de Desarrollo Socioeconómico y Planificación de la Cámara de Representantes de Puerto Rico dieron a conocer un informe en torno a la Resolución de la Cámara 305, en el que concluyeron que el Agremax “que se produce con la ceniza de carbón en la planta AES de Guayama no contempla un grado de toxicidad que ponga en peligro la salud humana, daños a la vegetación, daños al acuífero o al ambiente”.
Sin embargo, la revista Environment, Science & Technology concluyó en 2010 que métodos como el Toxicity Characteristic Leaching Procedure (TCLP), utilizado para rendir el informe del 2007, “son incapaces de predecir la conducta de lixiviación [proceso en el que un disolvente líquido pasa a través de un sólido pulverizado para que se produzca la disolución de uno o más de los componentes solubles del sólido] a través de la amplia gama de escenarios de usos y disposición potencial con diversas condiciones químicas e hidrológicas”.
De acuerdo con lo señalado por Aponte Ortiz y Rosario, las complejidades de lixiviación, así como la falta de correlación en contenidos totales de residuos producto de la quema de carbón –incluidas las cenizas– indica que bajo condiciones ambientales la evaluación de lixiviación describe mejor el desempeño de los materiales en el medio ambiente, a diferencia de otros métodos lineales de evaluación como el TCLP.
En el 2011 la EPA mostró preocupación –mediante una carta dirigida al expresidente de la JCA, Pedro Nieves Miranda– sobre la utilización del Agremax en proyectos de construcción. Sin embargo, la agencia continuó la otorgación de permisos.
En 2012, la EPA rindió un informe de muestreo sobre el Agremax, el cual demostró que las concentraciones de plomo, mercurio, arsénico y otros metales altamente tóxicos, sobrepasaban los estándares regulados, a pesar de que los estudios que realizaba la corporación AES decían lo contrario.
“Si se depositan más millones de toneladas de cenizas en un sitio y luego resulta que sí son tóxicas, como ya pasó con el Agremax, ¿qué hacemos?”, destacó Aponte Ortiz, haciendo referencia a los dos millones de toneladas de cenizas que se utilizaron bajo la marca Agremax en diferentes proyectos de vivienda, entre otros.
Sobre los efectos nocivos de estos materiales en las personas, animales y el medio ambiente, Rosario puntualizó que, en el caso del mercurio, “ataca el sistema nervioso, hace que se pierda el control de los músculos y afecta directamente el cerebro”. Rosario indicó que, en el caso de los niños, “el plomo afecta su aprendizaje y así está documentado en la experiencia con plomo en las pinturas. Dondequiera que hay plomo afecta a los niños”.
Del mismo modo, el experto en química subrayó que “elementos como el cromo, también presente en las cenizas, es una sustancia cancerígena que induce cáncer a tejidos vivos, tanto en animales como en seres humanos”.
No obstante, para Rosario más allá de los efectos individuales de cada propiedad tóxica, es la combinación cinegética de cada uno de los efectos. El educador sostiene que “no es ver los efectos individuales de cada metal, sino evaluar el daño que lleva a cabo la totalidad de este asunto, pues cuando alguien está expuesto a las cenizas, automáticamente se está exponiendo a una sopa de veneno”.
“Además, los niveles de radiación en esas cenizas sobrepasan los 15 microcurie, cantidad máxima permitida por la Nuclear Regulatory Comission (NRC) en terreno que ha sido remediado”, añadió.
Ante eso, el químico con experiencia posdoctoral en la EPA, aclaró que los materiales radiactivos caen bajo la jurisdicción de la NRC, dado que dicha entidad, contrario a la EPA, es la encargada de reglamentar la disposición de dichos materiales.