Durante el performance: ¿Al público se le juzga, se le eleva espiritualmente, se le entretiene? ¨Tu cuerpo es un escenario de guerra¨ asegura Bárbara Kruger. En el performance, como en las otras artes, se hacen evidentes los conflictos del sujeto con las definiciones sobre la sexualidad, las jerarquías de poder en la sociedad, la ingerencia del Estado en cada uno de nosotros. En el encuentro de performeros “Diálogos sobre el performance” que se llevó a cabo los días 17 y 18 de junio en el Museo de Arte Contemporáneo, se presentaron seis performances y una mesa redonda por día en la cual se discutieron las reacciones de los espectadores, la carrera de los artistas, sus inquietudes. Los artistas Natalia Martínez, Frieda Medín, Bernat Tort, Freddie Mercado, Nelson Rivera y Elías Adasme presentaron sus trabajos en un encuentro poco usual en la Isla. El performero es el provocador aceptado, o el que siempre incomoda. Sobre incomodidades provocadas se trató precisamente ¨Avestruz¨ de Freddie Mercado. En su performance, Mercado pasó de ser un avestruz que cuidaba sus huevos, a una mujer, a un hombre. En este caso el paso de la identidad animal a la humana tanto de mujer como de varón se llevó a cabo con el proceso escénico donde el artista se fue desvistiendo, quitando capas de identidades. Mercado primero bajó las escaleras enmascarado de ave madre cuidadora de sus huevos. Nosotros éramos los intrusos, estábamos muy cerca de su nido, por lo que la madre protectora pasó a acercarnos su trasero a los asistentes en un gesto que en ocasiones molestó, en otras provocó risa. Mercado nos tiró sus huevos, nos enfrentó a su cuerpo enorme, entrado en carnes vestido de negligé y fishnets cuando se convirtió en mujer para luego convertirse en hombre al añadirse un gran falo de foam. Con este tipo de trabajo, Mercado distorsiona las definiciones de género y descoloniza el cuerpo de los modelos identitarios entre el humor y el juego de identidades. En ¨Sin título¨, Natalia Martínez cubrió a la mitad ocho bombillas, una detrás de la otra, con hilo negro de tejer, mientras dejó al público en la oscuridad cada vez que apagaba la bombilla para cambiarla por otra. El ambiente que se logró crear en la pieza fue de sosiego y espera, quizás de intimidad. El carácter repetitivo de la performance de Martínez creó una metáfora del sujeto que se oblitera con sus propias manos. En este trabajo vemos a un sujeto inmerso en una estructura que no le permite tomar otra acción que no sea la de volver a cubrir una bombilla de negro, pero ésta es una estructura con la que el personaje parece estar de acuerdo. He ahí el dilema al que nos enfrenta muy sutilmente ¨Sin título¨.
De hecho si pensamos este trabajo como una propuesta feminista, contrasta grandemente con la estridencia y carga dramática de ¨Unamuchas¨, el performance de Frieda Medín. En los diálogos entre artistas, Bernat Tort y Leopoldo Maler conversaron en un momento dado que el público va predispuesto a lo extraño, al cuestionamiento cuando decide asistir a un performance. ¿Cómo están sus conciencias?, nos decía Medín mientras nos acercaba un espejo. ¨Unamuchas¨ trató el tema de la violencia hacia la mujer. Al final más de doce mujeres llenaron el ¨escenario¨ diciendo: ¨Denuncio que me han robado mi cuerpo¨ y luego las paredes quedaron llenas de sangre. La sangre de Bernat Tort no quedó derramada sobre el escenario, pero si acumulada exageradamente en su cabeza. El performero se montó en una máquina de hacer ejercicio, se viró boca a bajo e hizo el gesto de leer mientras nos grabó con su cámara. Si el cuerpo es la herramienta por excelencia del performance, en este trabajo los espectadores nos vimos murmurando al de a lado sobre los ojos rojos de Tort, sobre su cabeza llena de sangre, la vena de la frente brotada. ¿Será una tortura leer? ¿Nos es dolorosa la lucidez de Habermas, Wittgenstein, y Russell? Se me ocurre preguntaba el artista. ¿Tan incómoda como guindarse boca a bajo hasta la extenuación del cuerpo? Muchos de los concurrentes no pudimos conocer los títulos de los libros -y los autores- que leyó boca a bajo Tort. Esto dependía del lugar donde se ubicó cada cual. La cámara que tenía en mano grabó páginas escogidas al azar y se alternaba con el enfoque de la audiencia. ¿Quién es el observado? ¿A quien se le documenta? ¿Al artista o al público? Por otro lado el performance de Nelson Rivera ¨Álbum de familia¨, y el performance de Elías Adasme ¨Cuenta regresiva¨ tocaron el tema de la marginalidad de eventos en la historia de la Isla. En ¨Álbum de familia¨ Rivera ¨desaparecía¨ de las fotos que mostraba porque en todas su imagen aparecía borrosa. Mientras se mostraron imágenes de la cotidianidad de Rivera, una voz nos relataba cronológicamente la suerte de muchos de nuestros presos políticos. Quitarnos la posibilidad de ver el mismo sujeto en cada fotografía funcionó como una metáfora de la invisibilidad de aquellos quienes han puesto en evidencia y han luchado por cambiar nuestra relación colonial con los Estados Unidos. ¿Qué sabemos de estos presos políticos? ¿Qué recordamos de la muerte de Carlos Muñiz Varela? Finalmente: ¿Dónde estabas tú cuando estos eventos ocurrieron? Es la pregunta magníficamente lograda de este performance. Por otro lado, durante el performance de Elías Adasme, ¨Cuenta regresiva¨ se desfasó el slide fotográfico donde observamos por momentos fotos históricas. Por esta razón el performance no logró el impacto esperado por el artista. Mientras se mostraron algunas fotos, Adasme gritó de forma regresiva del 2009 al 1898 y por cada año pinchó un dólar en un clavo. Escuchábamos su corazón en altoparlante y oíamos sus latidos mientras los nuestros cambian su ritmo y se aceleraban cuando le prendió fuego a los 110 dólares que hubo sacrificado frente a nuestros ojos. Está prohibido por ley quemar dinero. Con este gesto se demuestra que este encuentro de performeros funcionó como una declaración de libertad en la cual cada artista develó con su propuesta otra posibilidad de ver el mundo, de sentirlo, de construirlo. Para ver la edición de Diálogo en PDF haga clic aquí