Un buen número de partes de prensa resume hoy las últimas noticias de nuestra Universidad. Los empleados de Capitol (compañía de seguridad privada) vinieron de noche a arrancar los portones de la YUPI.
Y así, a primera vista, podríamos pensar sacar los portones no está mal…Yo estudié mi doctorado en una universidad de Estados Unidos que no tenía portones, sino que participaba de una estética distinta, donde el campus se fundía con la ciudad. La guardia universitaria ayudaba a patrullar la ciudad, la guardia citadina entraba y salía si le daba la gana, etcétera.
Pero lo que pasó anoche es muy distinto. Timing is everything, dice un refrán estadounidense, y location location location, dice una de las reglas de bienes raíces de esa misma etnia…
Lo que pasó anoche sería hasta pintoresco, si no fuese tan triste y peligroso. Aparentemente fue una reacción al hecho de que los estudiantes del recinto de Rio Piedras, reunidos en asamblea, han decidido irse a huelga si la administración insiste en la imposición de la cuota.
(¿Que usted no quiere la huelga? Pues por favor, no deje de leer. De hecho me parece que la inmensa mayoría de los estudiantes “huelguistas” tampoco la quieren. A nadie le conviene un cierre. A nadie. Pero este enorme lío NO puede definirse como una decisión en contra o a favor de la huelga. Ese “framing” dicótomo de “anti-huelga” y “pro-huelga” [ver algo sobre el uso del "framing" para romper la universidad apretando aquí] resulta fatal para el entendimiento y la acción colectivas. Este asunto tiene que pensarse como el asunto complejo que es, y el movimiento de resistencia como el movimiento complejo que es con los obstáculos complejos que enfrentan.)
Seguimos con el cuento. Con la decisión estudiantil, pasaron varias cosas interesantes. Una, que en algunos recintos tomaron una decisión parecida, pero en otros no. Otra, que un grupo de profesores presentó una propuesta, titulada ’sumando ganamos todos’, que tiene las siguientes características: Todos los sectores universitarios sacrifican algo (los estudiantes pagan una cuota más pequeña, los profes y empleados renunciamos a un aumento ya acordado, recortamos unos gastos adicionales en la U) y el gobierno reconsidera la decisión, a todas luces errada, de quitarle chavos a la U que tomaron con la Ley 7, y le devuelve fondos. En otras palabras, un grupo de profesores presentó una propuesta que aunque imperfecta, como cualquier otra propuesta, está pensada, bien planteada, y preparada con cariño y cuidado. De hecho, los estudiantes habían presentado una igualmente cuidadosa y trabajada, el 29 de noviembre, que puede leer pulsando aquí.
O sea, que tanto estudiantes como profesores habían presentado propuestas en las que evidentemente gente inteligente ha invertido tiempo y esfuerzo. En otras palabras, se habían comportado como universitarios.
Por su parte, la administración ha hecho lo siguiente:
- Celebrar las becas de la legislatura, a sabiendas de que la legislatura está atrasadísima en sus pagos de la ya existente beca legislativa y renunciando a su deber fiduciario real, que debería ser exigir que esos dineros (35m) le sean otorgados a la Universidad directamente y utilizados para reducir el monto total de la controversial cuota estudiantil (40m).
- Prohibir las patinetas y las protestas en la mayor parte de los espacios del campus de la YUPI.
- Rehusarse a sentarse a dialogar con los estudiantes. Decir que sacarían huelguistas “a patadas”.
- Ignorar el planteamiento de los profesores.
- Llamar a Capitol Security, compañía de seguridad dirigida por el famoso Chicky Starr, que aparentemente no deja de “bregar chicky starr” aunque haya cambiado de profesión, y ponerse a arrancar portones. Chicky Starr cuelga un anuncio en FaceBook donde solicita hombres dispuestos a hacer el trabajo por 10 pesos la hora. Y con la tasa de desempleo trepada en sobre 20%, no me extraña que hayan conseguido voluntarios rápidamente.
- Hacer llamados al “respeto y a la tolerancia”, mientras aumentan la seguridad privada, elaboran nuevas prohibiciones, y evaden los reclamos de diálogo.
- Llevarse una muchacha arrestada por “agresión”. ¿Cuántos policías arrestaron por las patadas en los genitales, los golpes en la cara, los tasers, los tiros accidentales y las embestidas con gas pimienta? Jum.
- Prepararse para lo peor. Ygrí ha indicado que no tiene intención de dialogar, y que si se cierra la Universidad, se cierra. Se pierde la certificación. Se hiere de muerte la institución centenaria, tal vez la mejor inversión que ha hecho el país. ¿Y la Junta de Síndicos y el presidente? Pues bien, gracias.
Cualquier administración universitaria normal, en casos como este, se sienta a dialogar con los constituyentes, pronto. Más aún cuando existen dos propuestas concretas, pensadas, académicamente responsables, que pueden utilizarse como punto de partida.
¿Por qué? ¿Por qué la administración que se supone vele por los intereses de la UPR sigue en un curso de acción que a todas luces nos lleva hacia la confrontación y la erosión de la calidad institucional, de su relevancia para el país, de su capacidad de ayudar a Puerto Rico?
La respuesta es compleja, y he escrito un poco sobre ella aquí y aquí. Pero una parte importante de ésta estriba en la cuestión moral. Me refiero a que en este momento, la prioridad de los administradores que prefieren tirar a pérdida la institución antes que reconocer que deben sentarse a negociar con los sectores que la componen, es CASTIGAR. No solamente porque en lo personal, puedan tal vez sentirse humillados por un movimiento estudiantil que ha mostrado más madurez y destreza política que los mucho mas poderosos “adultos” que enfrentan, sino porque el castigo como un rol central del estado tiende a cobrar fuerza, irónicamente, cuanto más “liberal”, o mas bien “neoliberal” económicamente es ese estado.
[Pulse aquí para una lectura buena sobre el tema, de Paul Treanor.]
Piense en las protestas en Seattle, o en Génova. Las fuerzas policiacas en ambos casos resultaban francamente desproporcionadas. Su meta, claramente, era hacer un “show of force”, amedrentar, aplastar. No se trataba de proteger a los líderes mundiales que se reunían allí a hablar de negocios globales-se trataba de castigar a los protestones peludos, ambientalistas, izquierdosos del mundo por…atreverse a protestar.
Parte del prefijo “neo” del neoliberalismo viene justamente de esa cuestión que podríamos llamar “moralista”. El neoliberalismo no es es sencillamente una doctrina económica, sino un deseo intenso, una ideología, una cultura, una doctrina que quiere intensificar y expandir el mercado a través del aumento, eterno, sistemático, tanto del número de transacciones comerciales como de la cantidad de cosas que se constituyen en “mercancías”. Y necesita eso para alimentarse, porque está, curiosamente, predicado sobre la idea de que las economías pueden y deben “crecer” eternamente. (Cada vez que se le tranca el bolo a esa idea y la economía no ‘crece’ tenemos una “crisis”, y convertimos algo público en mercancía o nos inventamos una mercancía nueva-por ejemplo, privatizamos el agua potable y las ambulancias, o creamos los complejos aparatos financieros que causaron la crisis hipotecaria y los vendemos por ahí, causando la pérdida de hogares y la quiebra de bancos nacionales.)
Es por ello que los gobiernos como el nuestro, que creen con todas sus fuerzas en la primacía no solo económica sino moral de los mercados y por ende en la necesidad de que los ciudadanos entiendan el consumo (y no la libertad de expresión, o el acceso al conocimiento) como derecho primordial, creen tan ferozmente en la “ley y el orden”. Cuando crece el neoliberalismo como ideología, crecen también las fuerzas dedicadas a la ley y el orden, de hecho en casos extremos (véase Chile, 1973-1990) se constituyen en la función principal del estado y se dedican principalmente no a la protección de los ciudadanos sino a la protección de los mercados. De EL mercado.
Y fue en ese contexto ideológico que en plena primavera, los muchachos y las muchachas huelguistas se tiraron a la calle, cerraron portones, se disfrazaron, cantaron, bailaron, cogieron cantazos, escribieron argumentos jurídicos, crearon un cuerpo de prensa independiente, publicaron columnas, hicieron blogs, abrieron y mantuvieron estaciones de radio, sembraron huertos, y se asomaron por el capitolio en bonche a enterarse de las tramas sobre el presupuesto nacional, todo ello en nombre de preservar la (gulp) educación superior pública.
Por supuesto que hicieron enojar a esta adminstración universitaria, que no cree en eso de “lo público”, y que sí cree en la “ley y el orden”. Pero el reclamo del país debe ser claro. No se trata de huelga sí o huelga no. Se trata de que las propuestas de los profesores y de los estudiantes merecen interlocutores serios, y de que la universidad merece un mejor trato. Merecen que no les breguen “chicky starr”.
* La autora es profesora en la UPR-Mayagüez. Lea el texto original.