SOBRE EL AUTOR

José Rafael Briceño, profesor venezolano de Artes Escénicas y Movimientos Artísticos, dice en su podcast Que se vayan todos (quesevayantodos.blogspot.com) que la primera enseñanza impartida en las clases de biología, debía ser el hecho de que la vida se acaba, que la muerte es inevitable y que el destino de todas las cosas es decaer. Si los seres humanos lográramos entender esto, la defunción, tanto la nuestra como la de nuestros seres queridos, sería un elemento más fácil de asumir y acabaría la obsesión de la humanidad por querer ser inmortales y derrotar al tiempo y a la entropía. Pero nuestra especie vive en un afán de evitar a toda costa de detener la fatalidad y de disimular las huellas que deja el paso del tiempo por nuestro organismo. Durante siglos, diversas civilizaciones, culturas y sociedades han buscado incesantemente la mítica fuente de la eterna juventud y han tratado por diversos medios de frenar a la vejez mientras la consiguen. Cleopatra, reina de la dinastía Ptolemaica del Antiguo Egipto, se bañaba diariamente en leche de burra para lograr lozanía en su piel. Además, al igual que las geishas en Japón, utilizaba una crema a base de semen. La palabra cosmético, kosmetikos en griego, es derivada de la palabra cosmos, introducida por Pitágoras en 550 a.C. quien la definió como el orden del universo. Ser bello era el equivalente a estar en armonía con el universo. A lo largo del tiempo también se ha usado la arcilla, la sábila o aloe vera, la jalea real y el henna. Hoy en día estas prácticas se han modernizado y ahora se usa el Botox, la cirugía plástica, miles de cremas humectantes, anti celulitis, revitalizadoras y pare usted de contar. Cabe destacar que el Botox es un producto cosmético cuya materia prima es la toxina botulínica, una neurotoxina elaborada por una bacteria denominada Clostridium botulinum. La ingestión de alimentos contaminados por toxina botulínica preformada produce botulismo, una enfermedad que se caracteriza por el desarrollo de alteraciones vegetativas (sequedad de boca, náuseas y vómitos) y parálisis muscular progresiva. Se trata de uno de los venenos más poderosos que existen y, en ocasiones, la ingestión de mínimas cantidades de toxina puede ser fatal y provocar la muerte del paciente por parálisis del músculo respiratorio. Está considerada como un arma por el Protocolo de Ginebra y la Convención sobre Armas Químicas.
Por otra parte, con referencia a la búsqueda de la fuente de la eterna juventud, se cuenta que el explorador español Juan Ponce de León oyó sobre la fuente de la juventud de los nativos de Puerto Rico cuando conquistó la isla. Insatisfecho con su riqueza material, emprendió una expedición en 1513 para localizarla, descubriendo el actual estado de Florida. De más está decir que nunca encontró dicha fuente. Joseph Mengele, un médico alemán nazi, apodado “el ángel de la muerte”, tenía varios libros en los que afirmaba haber encontrado una “fórmula de la eterna juventud”, un proceso que podía rejuvenecer a una persona entre 20 y 30 años. ¡Qué irónico pensar que “el ángel de la muerte” era capaz de decidir a quien no llevarse al más allá! Estos documentos fueron encontrados el martes 13 de Octubre de 2009 por el historiador argentino Carlos de Nápoli, autor de varios libros sobre el nazismo. De Nápoli cree que no fue Mengele sino Karl Brandt, médico personal de Adolf Hitler, quien estuvo al frente de esos experimentos, cuyo secreto, afirmó, “se llevó a la tumba” tras ser enjuiciado en Nuremberg y ahorcado en junio de 1948. Los nazis buscaban aumentar la fertilidad de las mujeres arias y prolongar la vida del Tercer Reicht. Hoy en día seguimos buscando nuevas formas de alargar la vida. Cada vez más, el tiempo estimado de vida humana se alarga. En la antigüedad, aquel que llegaba a los cuarenta años era considerado una persona longeva. Hoy se anticipa que en Estados Unidos solamente, los centenarios aumentarán de 75 mil a más de 600 mil, en menos de cincuenta años. Según las teorías del gerontólogo inglés Aubrey de Grey, los avances científicos harán posible las reparaciones celulares y moleculares, así como el perfeccionamiento de los avances tecnológicos, acabarán con la vejez. Aunque hoy estas predicciones pueden sonar al argumento de una película de ciencia-ficción, estás podrán ser asumidas como algo normal dentro de unos años. En una conferencia en Barcelona acerca de cómo vivir mil años, el científico citó como ejemplo los trasplantes. Según este biólogo y editor de la revista científica “Rejuvenation Research”, para ser inmortal se necesitan tecnologías que hoy en día no existen, y “estar saludables”, lo que se consigue evitando el sobrepeso, el tabaco y la hipertensión, con una dieta sana y teniendo suerte desde el punto de vista genético. Es seguro que en unos años “no habrá límite de tiempo para la especie humana”, asegura de Grey, aunque explica que esto no significa que vaya a desaparecer la muerte. Puntualiza que el concepto de muerte persistirá, aunque no tendrá un origen biológico, ya que los fallecimientos se deberán a causas externas, como accidentes. ¿Pero a cambio de qué? Por más lozano que se vea nuestro cuerpo, la degeneración mental no puede ser tratada tan fácilmente. Seremos todos unos jóvenes seniles. Además, la elongación de nuestra estadía en la Tierra ya presenta sus problemas. Los recursos no renovables se agotan año tras año. La superpoblación continúa generando cada vez más pobreza, hambre y menos espacio para reservas forestales. Nuevas enfermedades degenerativas continúan propagándose y diversos científicos señalan que la causa directa de esto es precisamente que al cuerpo humano se le ha dado más años de vida para permitir la evolución de dichos males. Sólo puedo pensar en Fausto, la obra maestra del escritor Johann Wolfgang von Goethe, en la que el doctor Fausto le vende el alma al diablo para conseguir la eterna juventud. ¡Qué caro precio tuvo que pagar el científico por la inmortalidad!