
El vocabulario de sus manos les confiere el título de veladores del andar. Sus dedos gestan artesanía cotidiana.
Tantas formas del arte ocurren desde el reloj diario. Desde un pincel que a su paso traza pegamento sobre una suela. Desde una mirada que entiende cómo pisar ha sido distinto a través del tiempo. Tras una mesa, en un recoveco, entre texturas, trazos, historias. Desde allí, en ese justo lugar, también se construye país.
Algunas vocaciones son anacrónicas. Algunas formas del reparo trascienden el pasar de los años. Zapateros, poetas del andar, la misma cosa. Siempre faltará quien esté dispuesto a salvarnos del suelo.