Recuerdo mi primer día de clases caminando por la Avenida Universidad a las siete y pico de la madrugada y entrar por el portón central viendo más adelante la Torre, y así, sin más, aquella campana empezó a sonar.
Se me pararon los pelos. No soy mañanera. Caminé con más prisa a mi primera clase. ¡Estaba estudiando en la Iupi (UPR)!
Soy producto de las escuelas públicas de Humacao donde nací y me crié. Mi primer año de universidad lo pasé en el recinto de mi pueblo. No pude entrar directo a Río Piedras por pasarla “demasiado bien” en mi último año de escuela superior. ¿Mi familia? De clase media. Estudié en el Departamento de Drama, después en Pedagogía (ahora Educación), después en Estudios Hispánicos. Aproveché mi tiempo como jerezana lo más que pude. Fui parte de los Teatros Rodantes y de la Asociación de Estudiantes de Drama.
A veces pasaba las semanas con $20. Trabajé en las bibliotecas José M. Lázaro y Seminario Multidisciplinario en Humanidades. Almorzaba en Chaguín con mis amigos: comida casera, buena y barata. Los miércoles por las noches me iba al Centro Católico a comer. Recuerden, a veces pasaba las semanas con $20. No malgastaba ni un centavo. La austeridad que viví creciendo la apliqué en mis años universitarios, y me ha servido mucho acá en Nueva York.
En la Iupi aprendí mi oficio. También aprendí de números, ciencias, historia, idiomas, relaciones interpersonales y política.También aprendí de lucha y solidaridad. ¡A la de huelgas, piquetes y paros que fui! Fui de las “alborotosas”, “malcriadas” y “pelúas”.
Calladita no me veo más bonita, no. Hice amistades para toda la vida. Conviví con gente de otros países, de otras disciplinas y facultades, de otras clases sociales y económicas. Mi eterna gratitud va a mi Alma Máter, que me formó y educó, en todos los sentidos.
Hoy, me harta y reharta la doble moral, los dobles estándares, la pillería que lleva años sucediendo en los gobiernos en Puerto Rico y de cómo a la mejor universidad, a la universidad del estado, a la universidad pública hay que todavía defenderla. La Iupi tiene 114 años y la siguen fastidiando. Está bueno ya. Recorten donde hay que recortar: políticos, contratos, escoltas, asesores.
La EDUCACIÓN es un DERECHO, un privilegio es estar viva. ‘Tá bueno ya. “No me llames Iupi, llámame candelaaaa.”
La autora es actriz de cine y teatro, radicada en Nueva York. Se graduó de la Facultad de Humanidades del Recinto de Río Piedras, con un Bachillerato en Artes con concentración en Drama. Conoce más de su trabajo, en una entrevista que le hiciera Diálogo, pulsando aquí.)