
SOBRE EL AUTOR
En Puerto Rico, los discursos y las prácticas anti-negritud se dan desde distintos registros. El racismo, desde el prejuicio y la discriminación, hacia las personas negras no excluye escenarios para manifestarse. Hay quienes dicen que, aquí, el racismo ya está superado; que es un racismo sutil, dicen otras personas.
En octubre de 2011, Rafael Cox Alomar, un hombre afropuertorriqueño, quien aspiró a ser comisionado residente en Washington por el Partido Popular Democrático, declaró al periódico Primera Hora que no se siente víctima de racismo en la isla:
En un país caribeño como el nuestro, que tiene una trayectoria sociológica, que tiene toda una trayectoria histórica de liderato negro en Puerto Rico desde Betances a Barbosa, Albizu Campos y Ramos Antonini, no nos puede extrañar que un puertorriqueño negro, no importando su extracción social, aspire ya sea a asambleísta municipal o a gobernador del Estado Libre Asociado… Este cuestionamiento no tiene cabida en la sociedad puertorriqueña ni al mundo globalizado en el que vivimos, indicó el también abogado al recordar que hay muchos negros en posiciones de poder político como el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, y el exsecretario general de las de Naciones Unidas Kofi Annan.
Para su fortuna, el caso del licenciado Cox Alomar es uno extraordinario.
En abril de 2012, en la cuenta de Twitter de la expresidenta de la Cámara de Representantes de Puerto Rico (1993-1996), Zaida Hernández Torres, apareció una imagen de Cox Alomar con la frase “R.I.P. Yuyo”. Yuyo fue un popular chimpancé que falleció en el Parque de las Ciencias de Bayamón. A raíz de ese ‘tweet’, se reavivó la discusión sobre el racismo hacia las negras y los negros en la isla.
En junio de 2012, la asesora de Jenniffer González, Heidi Anne Wys Toro, escribió en su cuenta de Twitter los siguientes mensajes que aluden al presidente Obama y a su esposa Michelle Robinson:
- Wah! Wah! I feel like vomiting! Dinner with a guy born in Kenya and claims he was born in Hawaii! (June 18, 2012)
- @BarackObama Who cares? Take her to Burger King, buy her a sundae with double banana, take her to your homeland, Kenya!
- Periodistas que quieren hacer issue x comentario sobre Obama: NoSoyRacista Mis sobrinas más queridas son prietas! Soy ANTIOBAMA! Lo combato!
- @noticel Mis sobrinas más queridas son prietas! Combato a Obama con todas las fuerzas de mi corazón y pasión como descendiente de alemanes!!
Comentarios como estos proliferan en las redes sociales y ponen de manifiesto cuán arraigado está el racismo, entre otras formas de discrimen y prejuicio por razón de raza. Estudios recientes (Scripts of Blackness. Race, Cultural Nationalism, and U.S. Colonialism in Puerto Rico y Arrancando mitos de raíz. Guía para una enseñanza antirracista de la herencia africana en Puerto Rico. /Isar Godreau 2013 y 2015) constatan que estas manifestaciones se trasladan de la escuela, el hogar, el trabajo, la comunidad, la tienda, etc. a las redes sociales.
Mis experiencias como mujer negra puertorriqueña, se contraponen a las del exaspirante a la comisaría en Washington D.C.. De hecho, puedo agregar que las mal llamadas “micro” agresiones racistas se han normalizado, y esto complica la manera de atajar el problema.
Al reflexionar sobre estas y otras declaraciones de Cox Alomar, reconozco que hablaba desde el privilegio por la clase social a la que pertenece. Sin embargo, me cuestiono si, en efecto, su discurso es una práctica que atenta contra la negritud. Por las diversas formas en las que se perpetra el racismo en Puerto Rico, es que he titulado esta ponencia: Prácticas anti-negritud en la educación puertorriqueña.
Si bien es cierto que impera un racismo blanco, como acuñó don Alberto Medina, me parece necesario problematizar esa concepción y definir qué es ser blanca y blanco en el contexto puertorriqueño. El racismo anti-negras y negros en el país no es exclusivo de gente blanca. A mi juicio, deberíamos hablar de un racismo anti-negritud, para incluir a personas no-blancas, y parto de la premisa de que en Puerto Rico no todas las personas son negras, pero sí afrodescendientes, o si hablamos de persona evidentemente negra y persona negra no evidente. Sin perder de perspectiva lo intrincado que resulta hablar del racismo blanco, les comparto mi análisis sobre cómo opera el racismo anti-negritud en la educación puertorriqueña.
En el contexto de mi escuela elemental, ser evidentemente negra me colocaba en un espacio minoritario. Para ser una negra aceptada, debía obtener buenas notas y lucir “presentable”; de lo contrario, corría el riesgo de que me llamaran negra fea, piojosa, sucia… Tuve que convertirme en la “estofona” y pelear unas batallas que no entendía. Ni siquiera era la Abadía “clarita” con ojos verdes, lo que incluso me desvinculaba de mis dos hermanos mayores. Cuando convenía, yo era la nena de Olga, la negrita, la madre voluntaria y cocinera por excelencia de la escuela.
Los cuestionamientos sobre mi apariencia visiblemente negra me acompañaron en la escuelas intermedia y superior. A los 16 años, llegué a la Iupi. Escaseaban las personas evidentemente negras. En mis clases, muchas veces, pasé desapercibida. Ahí, empecé a ser consciente de la invisibilización de la negritud.
A nivel doctoral, me fui a Austin, Texas y experimenté el racismo, el sexismo y la xenofobia. Aún así, completé la disertación sobre los discursos de la negritud en el nuevo movimiento de la bomba puertorriqueña. Sobreviví victoriosa y desfilé por el mismo escenario por el que caminan las otras y los otros que fenotípicamente no lucen como yo.
Ya de regreso a la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, como profesora, compruebo que se ha avanzado a medias con respecto a la discusión sobre la negritud. En algunos de los cursos que dicto: Variedad cultural en el Caribe, Sociología del racismo y la violencia social, Significación y cultura en los medios de comunicación, Inmigración en el Caribe y América Latina y Antropología Sociocultural, aprovecho para abordar el tema del racismo desde la racialización.
En principio, creen que en Puerto Rico se exagera al hablar del racismo anti-negritud. Hay quienes, desde una posición socialmente privilegiada, insinúan que el racismo anti-blanco es igual o peor al que podemos trazar genealógicamente desde nuestras ancestras y ancestros.
Sin embargo, cuando empezamos a verbalizar ejemplos de cómo se manifiesta y se representa el racismo en canciones, en cintas cinematográficas, en estudios de caso, entre otras fuentes, la perspectiva cambia. Hasta entonces, son conscientes de la gravedad del asunto y la importancia de hablarlo, discutirlo sin tapujos para romper con el racismo en el lenguaje y en otras instancias. Al menos, entre mis estudiantes, el tratamiento del racismo anti-negritud y de la problematización de la raza como una construcción socio-cultural y política y no biológica no es un tabú.
No obstante, son muchas las personas que se quedan fuera de estas discusiones por lo que las prácticas anti-negritud en la educación puertorriqueña siguen siendo una amenaza para muchas niñas y niños. Proyectos como Arrancando mitos de raíz: Guía para una enseñanza antirracista de la herencia africana en Puerto Rico (2013) dan cuenta de que es urgente atender las prácticas anti-negritud por parte de la renuencia de instructoras e instructores, de la ignorancia y/o mal manejo de los temas raciales de maestras y maestros, de los textos escolares maniqueos, a que se enfrentan (o no se enfrentan) las y los estudiantes en los salones de clases del país.
Retomando Arrancando mitos de raíz, vale la pena señalar que el texto es producto de una extensa investigación en las escuelas públicas de la isla, y que arrojó tres resultados principales.
En primer lugar desde edades muy tempranas los niños negros son víctimas de acoso de parte de sus pares. Los niños reciben rechazo por la textura del cabello, el color de la piel y la forma de los labios. Son víctimas de mofas relacionadas con la higiene. Son comunes los insultos vinculados a su supuesta hipersexualidad. Hay un rechazo a los juguetes que representan una figura de persona negra. Y es común que se cuestione su pertenencia a un núcleo familiar o comunidad particular. En segundo lugar hay una carencia de material sobre la herencia africana y las aportaciones de los negros. Finalmente, en tercer lugar, permea una resistencia e ignorancia de los maestros a educar sobre el tema.
Según Godreau, los discursos que celebran la mezcla racial niegan la existencia del racismo. En su estudio, se parte de la premisa de que la raza es una construcción social que tiene consecuencias en la vida de las personas negras en Puerto Rico. En la isla, lo negro se asocia con cualidades negativas: fealdad, criminalidad, peligro, ignorancia, etc.; lo blanco se asocia con belleza, inteligencia, modernidad, etcétera.
El texto de Godreau enumera varios mitos que reproducen el racismo en el aula y que se extrapolan fuera de la cultura escolar. Se repite la idea de que África es un lugar homogéneo y primitivo. Para los niños, el gentilicio africano es sinónimo de insulto. Por las imágenes de personas negras encadenadas y recibiendo latigazos y por los textos a los que tienen acceso, los niños aprenden que los esclavos fueron víctimas pasivas durante el período colonial. Crecen con la idea de que todas las personas negras eran esclavas antes de la abolición de la esclavitud el 22 de marzo de 1873. Aprenden que a los negros se les atribuye únicamente aportaciones en la música, el deporte, el folclor y la mano de obra. Y está el mito de que en Puerto Rico hay muy poca gente negra. Quien se ve y es interpelado como mixto, prefiere autoidentificarse racialmente como blanco y no como negro.
Por su parte, la organización de mujeres negras, Colectivo Ilé, llevó a cabo una campaña para promover la categoría étnico-racial afropuertorriqueño, y que fuera utilizada por los puertorriqueños negros al completar el Censo de 2000. El Colectivo Ilé ofrece periódicamente los talleres “África en mi piel, África en mi ser” que desde una perspectiva interdisciplinaria promueve el liderato en las mujeres y las educan sobre el uso de turbantes, medicina ancestral, entre otros temas que fortalecen el movimiento antirracista en Puerto Rico. A su vez, la cantante Choco Orta es la autora de la campaña “Soy negra, soy negro”. La campaña mediática busca visibilizar los rostros de las negras y los negros. Estas iniciativas a favor de la educación sobre la cultura negra y nacional puertorriqueña van a la par con otras que manifiestan las desigualdades que existen, pero es necesario ir a la base, a las escuelas.
La batalla contra los estereotipos
La historia oficial de los puertorriqueños enfatiza en su fenotipo y constitución racialmente mixta, aunque la tendencia al autoidentificarse racialmente sea dicotómica, como he mencionado: blanco o negro. Desde pequeños, se les enseña a los niños a través de los textos escolares que la “gran familia puertorriqueña” es una fusión heterogénea de tres razas: del indígena Taíno, del europeo (particularmente, español) y del negro africano. Esta mezcla se celebra cada 19 de noviembre en conmemoración del Día del Descubrimiento de Puerto Rico. El “Día de la puertorriqueñidad”, como comúnmente se le llama, la mayoría de los niños que asisten a las escuelas públicas del país visten el tradicional disfraz de jíbaros con el machete, que simboliza la identidad nacional, autenticidad y herencia blanca de los antepasados conquistadores españoles. A esta estampa, se le añaden niñas vestidas como “Pocahontas” y niños que parecen emular a los indios Cherokee de Estados Unidos.
Una parte fundamental de la celebración consiste en las caracterizaciones de los niños bailando al ritmo de las tradicionales bomba y plena. Para el baile, visten muy similar a los jíbaros, pero les añaden colorido a sus pintorescos ajuares; los niños llevan un pañuelo en el cuello y las niñas usan pañuelos en la cabeza al estilo de la antigua imagen “Aunt Jemima”. Estos son los negros que representan los antepasados africanos. De manera que la herencia africana se representa únicamente en el baile en estas representaciones artísticas. Según Godreau, se reduce la negritud a la esclavitud y al elemento africano como lo extranjero.
En estas celebraciones, la referencia a la brutalidad de la trata de esclavos se borra; en su lugar, se celebra la herencia como un fenómeno aislado con cabida para todos los puertorriqueños. De esta forma, el mestizaje sirve para encubrir y despolitizar la historia. El pasado multirracial es entendido como el origen de una población nacional que es mezclada. Por otra parte, esta naturaleza mixta es asumida por muchos puertorriqueños como la razón para la ausencia de racismo en la nación.
En otras palabras, las narrativas puertorriqueñas oficiales afirman que el hecho de la mezcla racial ha dado como resultado a una nación con una democracia racial. Paradójicamente, los resultados de los últimos dos censos sobre la auto-identificación racial de cada persona lo contradicen. La mayoría de los puertorriqueños se autoidentifica como blanco o negro, lo que desmiente la idea de la gran familia puertorriqueña.
Por su parte, las categorías de mestizos e indígenas han existido en los expedientes oficiales del censo en Puerto Rico desde 1899, aunque pocos se identifican con ellas. La categoría mulato fue incluida hasta 1920; luego, esa categoría colapsó con ‘de color’ y ‘no blanco’. En el 2000, como ocurrió en Estados Unidos la opción de alguna otra raza (“other”) fue añadida.
En Tuning Out Blackness: Race and Nation in the History of Puerto Rican Television (2005), Yeidy Rivero muestra que las representaciones en la televisión puertorriqueña han desmentido el igualitarismo racial que supuestamente impregna la cultura nacional. Hay un patrón estandarizado de minusvaloración al sujeto negro.
Evidentemente, las prácticas anti-negritud no van a terminar ni hoy ni mañana. Sobre todo, cuando vemos cómo mucha gente adulta acepta sin indignarse personajes de blackface en la televisión boricua o cuando nos endilgan el adjetivo acomplejada si discutimos estos temas con seriedad. No obstante, en la educación, tenemos a un innumerable grupo de maestras, maestros y estudiantes a quienes tenemos el deber de impactar.
Paralelamente, vemos a personas, a través de los medios de comunicación que reafirman sus orígenes africanos por medio de letras musicales y el peinado afro; por ejemplo, Welmo y Tego ‘El Abayarde’ Calderón. También, es cada vez más común ver a mujeres evidentemente negras, de todas las edades, lucir sus cabellos rizos de forma natural. Emulando iniciativas estadounidenses, hay grupos como “Diosas al natural” que promueven los estilos Afro en los cabellos de las mujeres afropuertorriqueñas. De hecho, han surgido más certámenes de belleza exclusivos para niñas y jóvenes negras.
Las preguntas que me hago ahora no son: ¿Por qué soy negra? o ¿Por qué soy víctima de racismo? Hoy, te pregunto: ¿por qué eres racista? La batalla es constante y yo elijo mis luchas sobre cómo abonar al respeto y la visibilización de la negritud.
El empoderamiento de mis alumnas que usan afro o que encuentran en mi salón una zona segura para hablar de sus experiencias me hace ratificar la importancia de la educación en la lucha contra las prácticas anti-negritud.
Cuando un alumno “trigueño” me pide que hagamos un ejercicio en la clase de cómo se autoidentifican y cómo son interpeladas e interpelados racialmente sus compañeras y compañeros y toda la clase accede a participar y comprenden las implicaciones sociales y culturales de ser una persona negra en Puerto Rico, siento que estoy abonando a una sociedad más justa. Cuando mis estudiantes me llenan el correo electrónico con vídeos, anuncios y noticias sobre racismo anti-negritud, celebro.
Este ensayo es una versión abreviada de una ponencia que presentó la autora durante el foro “Racismo blanco en la educación puertorriqueña”, realizado en el Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico recientemente. La autora es antropóloga y profesora en el Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.