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Diálogo traduce una carta abierta al presidente de Estados Unidos y premio Nobel de la Paz 2009, Barack Obama, del documentalista Michael Moore, quien se dirige al mandatario luego del anuncio de que 30 mil soldados más irán a combatir en Afganistán con la promesa de finalizar el conflicto en 20 meses. ___________________________________________ 30 de noviembre de 2009. Estimado presidente Obama: ¿De veras quiere ser el nuevo “presidente de la guerra”? Si va a West Point mañana en la noche (martes, 1 de diciembre) y anuncia que, en vez de retirar, aumentará el número de tropas en Afganistán, entonces será el nuevo presidente de la guerra. Así de sencillo. Será la peor decisión que podría tomar: destruirá las esperanzas y los sueños que millones de personas han depositado en usted. Con tan sólo un discurso, mañana en la noche convertirá a la multitud de jóvenes que fueron los pilares de su campaña en cínicos desilusionados. Les demostrará que lo que siempre han escuchado es cierto: todos los políticos son iguales. Simplemente no puedo creer que vaya a hacer lo que dicen que va a hacer. Por favor, dígame que no es cierto. No es su deber hacer lo que los generales le dicen que tiene que hacer. Somos un gobierno dirigido por civiles. NOSOTROS les decimos a los comandantes qué hacer, no ellos a nosotros. El general Washington insistió en que debía ser de esa manera. Eso fue lo que el presidente Truman le dijo al general MacArthur cuando éste quiso invadir China. “Está despedido”, sentenció Truman. Usted debió despedir al general McChrystal cuando acudió a la prensa para decirle lo que USTED tenía que hacer. Permítame ser franco: amamos a nuestro soldados, pero c*#&jo, odiamos a estos generales, desde Westmoreland en Vietman, y sí, incluso hasta a Colin Powell, por mentirle a la Organización de las Naciones Unidas con sus falsos dibujos de armas de destrucción masiva (desde entonces busca la redención). Ahora usted se siente entre la espada y la pared. El pasado jueves (Día de Acción de Gracias) se cumplieron 30 años del día en que los generales soviéticos tuvieron una idea genial: “Vamos a invadir Afganistán”. Ésa resultó ser la acción que acabó por sepultar a la Unión Soviética. Existe una razón por la cual Afganistán no es conocido como el Estado de los Jardines (aunque probablemente debería llamarse así, pues el corrupto presidente Karzai, a quien nuestro gobierno respalda, tiene un hermano que es parte del mercado de la heroína y cultiva plantas de opio). El apodo de Afganistán es el Cementerio de los Imperios. Si no lo cree, llame a los británicos. Le diría que llame a Genghis Khan pero perdí su número. No obstante, tengo el número de Gorbachev. Es el +41 22 789 1662. Estoy seguro de que le dará una reprimenda por el histórico error que está por cometer. Con la crisis económica aún en pleno apogeo y nuestros valiosos hombres y mujeres sacrificados en el altar de la arrogancia y la avaricia, la descomposición de esta gran civilización que llamamos América caerá rápidamente en el olvido si usted se convierte en el “presidente de la guerra”. Los imperios nunca creen que el fin se acerque, hasta que lo tienen enfrente. Los imperios creen que mostrar mayor maldad forzará a los paganos a ponerse en cintura, pero eso nunca funciona. Los paganos usualmente los destrozan. Elija con cuidado, presidente Obama. Usted mejor que nadie sabe que las cosas no tienen que ser de esta forma. Aún le restan unas horas para escuchar a su corazón y a su propio buen juicio. Sabe que nada bueno resultará de enviar más tropas tan lejos, a un lugar que ni usted ni ellos comprenden, para lograr un objetivo que ni usted ni ellos comprenden, en un país que no nos quiere allí. Usted siente la corazonada. Sé que sabe que hay MENOS de cien al-Qaeda en Afganistán. ¿Cien mil tropas para tratar de eliminar a cien tipos que viven en cuevas? ¿En serio? ¿Bebió del Kool-Aid de Bush? ¿Creyó sus mentiras? Me rehúso a creerlo. Su decisión de expandir la guerra (mientras dice que lo hace para poder “acabar la guerra”) marcará más su legado que cualquiera de las cosas maravillosas que ha dicho y hecho en su primer año como presidente. Una decisión más que tome a favor de los republicanos, y la coalición de los esperanzados y los desesperanzados podría desaparecer –y esta nación caerá nuevamente en manos de los detractores más rápido de lo que usted puede gritar: “bolsa de té”. Elija con cautela, señor presidente. Sus patrocinadores corporativos lo van a abandonar tan pronto como quede claro que sólo será presidente por un término y que la nación estará de nuevo en las manos de los idiotas habituales que cumplen sus órdenes. Eso podría ser realidad el miércoles en la mañana. Nosotros, el pueblo, aún lo amamos. Nosotros, el pueblo, aún tenemos una pizca de esperanza. Pero nosotros, el pueblo, no aguantamos más. No podemos soportar su tendencia a ceder, una y otra vez, cuando nosotros lo elegimos por un amplio margen de millones de votos para que hiciera el trabajo que había que hacer. ¿Qué parte de “arrolladora victoria” no comprende? No se engañe pensando que enviar unas cuantas tropas más a Afganistán hará una diferencia o le ganará el respeto de sus detractores. Ellos no descansarán hasta que este país quede hecho pedazos y extraigan cada dólar de los bolsillos de los pobres y de los que pronto serán pobres. Puede mandar un millón de tropas a allá y la desquiciada derecha comoquiera no estará satisfecha. Todavía sería víctima del veneno incesante de los medios que lo detestan porque, no importa lo que haga, no puede cambiar la única cosa que sobre su persona realmente les desagrada. Los detractores no fueron los que lo eligieron, y no puede convencerlos abandonando al resto de nosotros. Presidente Obama, es hora de regresar a casa. Pregúnteles a sus vecinos en Chicago y a los padres de los jóvenes, que son los que luchan y mueren, si quieren que destine más billones de dólares y más tropas a Afganistán. ¿Cree que dirán: “No, no necesitamos cuidado de salud, trabajos, casas. Adelante, señor Presidente, envíe nuestro dinero y nuestros hijos e hijas al extranjero, porque no los necesitamos tampoco”. ¿Qué haría Martin Luther King, hijo? ¿Qué haría su abuela? No enviarían a más pobres a matar a otros pobres que no representan una amenaza. No gastarían billones y trillones de dólares para librar una batalla mientras niños estadounidenses duermen en las calles y no tienen qué comer. Todos los que votamos y rezamos por usted y lloramos la noche de su victoria hemos sobrellevado un infierno de ocho años de crímenes cometidos a nuestro nombre: torturas, ejecuciones, suspensión de la carta de derechos, invasiones de naciones que no nos han atacado, destrucción de vecindarios en los que Saddam “podía” estar (pero en los que nunca estaba), masacres en bodas en Afganistán. Vimos a cientos de miles de civiles iraquíes ser masacrados, y decenas de miles de nuestros valientes hombres y mujeres resultaron muertos, mutilados o padecen de angustia mental –un terror del que aún conocemos poco. Cuando lo elegimos, no esperábamos milagros. Ni siquiera esperábamos muchos cambios. Pero esperábamos algunos. Pensamos que detendría el caos. Detendría la matanza. Detendría la irracional idea de que hombres armados pueden reorganizar una nación que ni siquiera funciona como una nación y nunca, nunca lo ha hecho. ¡Deténgase, deténgase, deténgase! Por el bien de las vidas de los jóvenes estadounidenses y de los civiles afganos, deténgase. Por el bien de su presidencia, la esperanza y el futuro de nuestra nación, deténgase. Por el amor de Dios, deténgase. Hoy, aún tenemos esperanza. Mañana, ya veremos. La bola está en su cancha. NO tiene que hacer esto. Puede ser ejemplo de valor. Puede enorgullecer a su madre. Contamos con usted. Suyo, Michael Moore MMFlint@aol.com MichaelMoore.com _________________________________ Este texto fue traducido por Edmaris Otero Jover.