En 1998, Joyce Giraud participó en el concurso Miss Universe como representante de la belleza puertorriqueña ante el mundo. Aunque no fue coronada esa noche, sí tengo muchos recuerdos vivos del certamen. Mientras Joyce se paseaba por la pasarela, yo me trepaba en los tacones de mi madre, imitando el elegante caminar de la concursante, mientras vociferaba “Yo soy Joyce Giraud”. A mis cuatro años, era ignorante a la problemática social que se escondía detrás de estos certámenes que tanto admiraba.
Es exactamente esa ignorancia la que se desenmascara en la canción Pretty Hurts de la más reciente producción discográfica de la cantante estadounidense Beyoncé. El emotivo tema se concentra en la industria de los certámenes de belleza, la obsesión por la perfección y la problemática social de una nación que sólo admira a una mujer por su carácter físico.
Mientras escuchaba la canción, no podía dejar de pensar en ese concurso del 1998, ni en los muchos otros que he visto a lo largo de mi vida. Y es que este tema presenta una realidad que se vive muy de cerca en nuestra Isla. Tras cinco ganadoras en Miss Universe, una Miss Mundo y dos reinas de Nuestra Belleza Latina, es claro que la sociedad puertorriqueña tiene una fijación por la perfección física de la mujer.
¿Qué significa esa perfección? ¿Cuáles son sus características? La realidad es que nunca lo descifraremos del todo, pues cada año las aspirantes de estos concursos se preparan para lograr una expectativa estética que nunca deja complacidos a los jueces. No importa cuántas visitas al gimnasio hagan o del color que se tiñan el pelo, estos concursos son un juego de decepción, en el que chicas cambian todo de sí mismas para complacer a otros, engañándose a que ésta es la vía para lograr sus sueños.
“Plastic smiles and denial can only take you so far”, así asegura una parte de la letra de Pretty Hurts, con la que no podría estar más de acuerdo. Mientras sigamos esperando que la representación de nuestro pueblo sea una joven con senos redondos, de amplias curvas pero espigada, con glúteos sin celulitis, sonrisa que hace olvidar los problemas, sólo estaremos formando generaciones de féminas infelices e inconformes. Este es el peor castigo que le (nos) podríamos propinar: vivir toda la vida dentro de un cuerpo que nunca serán ni seremos capaces de amar.