Lo que ha revelado el proceso primarista en los Estados Unidos hasta ahora, ha sido una sorpresa de grandes proporciones para muchos.
Ver a un aspirante como Donald Trump, un personaje que nunca se había involucrado directamente en la política partidista, liderar holgadamente la carrera por la candidatura presidencial republicana era algo impensable hace algunos meses, incluso para los más reconocidos analistas.
Asimismo, ver en el bando demócrata a un político que se autoproclama socialista, como Bernie Sanders, irse de tú a tú en el voto popular contra Hillary Clinton, la amplia favorita -no sólo para ser la candidata del partido en las elecciones generales en noviembre, sino para convertirse en la próxima presidenta de los Estados Unidos-, es algo que tiene a más de un ‘experto’ rascándose la cabeza.
No obstante, de acuerdo al profesor de Ciencias Políticas en el Recinto Universitario de Mayagüez, Waldemar Arroyo, estas realidades son el producto de un proceso de agotamiento por parte de la población respecto a lo que percibe son las prácticas “antidemocráticas” de las élites políticas estadounidenses.
“Estas primarias lo que están demostrando es que hay una insatisfacción significativa de, yo diría, la mayor parte de la población. La perspectiva que se está presentando en la prensa y en distintos foros es como de estupor y hasta de indignación por las victorias de Trump, pero lo que se está perdiendo de vista es que están perdiendo las élites tradicionales”, expresó Arroyo.
Esas élites tradicionales, al menos en el Partido Republicano, se enfrentan ahora a la disyuntiva de qué hacer con un candidato que, como establishment político, no favorecen, pero que a todas luces finalizará el proceso de primarias con el mayor número de delegados.
“Yo creo que lo que es seguro es que (Trump) va a ganar. Creo que ya el establishment no puede hacer nada para derrotarlo electoralmente, pero pueden evitar que sea el candidato porque hay formas de hacer eso, (aunque) no son muy legítimas ni democráticas”, puntualizó el profesor.
Entre esas medidas, según Arroyo, estaría que la convención republicana “bloqueara” el acceso de Trump a la candidatura presidencial de no conseguir más del 50 por ciento de los delegados, aunque su total superase tanto a Ted Cruz como a Marco Rubio, considerado el actual favorito del establishment.
De acuerdo al New York Times, Trump suma al momento 446 delegados frente a 347 de Cruz y 151 de Rubio. Para obtener la nominación republicana en su convención de julio se necesitan 1,237 delegados, cantidad que representa una mayoría absoluta del total.
Otro escenario que Arroyo no descarta, sería que el partido se dividiera. “La posibilidad de terceros partidos es algo que en Estados Unidos ocasionalmente se ha manifestado, aunque no es muy común, pero ha habido momentos en que terceros candidatos han sacado un número significativo de votos”.
Si bien es cierto que Trump domina las primarias republicanas, queda la interrogante de si, por sus polémicas posturas, sería un candidato viable en unas elecciones generales. Las encuestas al presente apuntan a que tanto Clinton como Sanders lo derrotarían en noviembre.
“(Trump) genera mucha oposición y hasta pánico entre muchos sectores que probablemente voten por cualquiera que no sea él con tal de que no acceda a la presidencia. Por otro lado, tenemos que recordar que la probable candidata por el Partido Demócrata también tiene muchos enemigos”, dijo Arroyo, al tiempo que señalaba que antes de empezar las primarias nadie pensaba que el empresario llegaría tan lejos en la contienda, por lo que ya ha desafiado los pronósticos.
Ventaja engañosa en el Partido Demócrata
Mientras, en el Partido Demócrata, Clinton puede presumir de una ventaja cómoda sobre Sanders, al aventajarlo 1,220 a 571 en delegados. Sin embargo, para Arroyo, ese margen debe llevar un asterisco, puesto que la diferencia se fundamenta principalmente en los llamados superdelegados, miembros del partido que durante la convención demócrata tienen el derecho de votar por el candidato de su preferencia, independientemente de los resultados del voto popular en las primarias. Hasta ahora, 461 superdelegados se han declarado a favor de Clinton, contra 25 que se han posicionado con Sanders.
El concepto mismo de los superdelegados es uno de los asuntos que Arroyo califica de “antidemocráticos” dentro de los procesos eleccionarios en Estados Unidos.
“Es una aristocracia donde por ser exgobernador, por ser una figura prominente del partido, tienen derecho a ser delegados y casi todos se han inclinado por Clinton, aunque al mirar el voto popular, Clinton gana pero por poca diferencia”, señaló el profesor.
Son precisamente los vínculos de Clinton con el establishment político y el rechazo generalizado a este, los que, a juicio de Arroyo, han impulsado la candidatura de Sanders entre muchos sectores de la población, particularmente los votantes más jóvenes. “Yo diría que no es un rechazo hacia ella como persona, sino a lo que ella representa, a la política tradicional, las élites dinásticas, el apellido Clinton”, enumeró el catedrático asociado.
Igualmente, llama la atención que sea una figura como Sanders, que promulga ideas colectivistas, quien se haya convertido en un fenómeno en un país de tradición política conservadora.
“Él se autoproclama socialista, pero es más bien como un socialdemócrata. Claro, para muchos en Estados Unidos eso es muy extremo. El socialismo que él propone si lo llamásemos así, es el modelo escandinavo, el modelo europeo. Para Estados Unidos quizás es algo radical, pero Sanders no es un socialista radical o marxista ni nada por el estilo”, manifestó Arroyo, quien considera que una hipotética presidencia del senador por el estado de Vermont sería cuesta arriba porque el Congreso “le bloquearía casi cualquiera” de sus ideas progresistas.
El próximo gran día dentro de la contienda primarista es el 15 de marzo, cuando en ambos partidos se disputarán los estados de Florida, Illinois, Ohio y Carolina del Norte, que reparten un alto número de delegados. En los casos de las primarias republicanas en Florida y Ohio, el ganador se quedará con el botín completo de los 99 y 66 delegados que adjudican respectivamente.
Independientemente de lo que ocurra ese día y durante el resto del prolongado proceso de primarias, e incluso el día de las elecciones generales, lo cierto es que el pasado año ha dejado su huella en la historia de la política norteamericana. Aunque es altamente probable que el 2016 concluya con la elección de Clinton, parte de esa clase de políticos tradicionales, a la presidencia, resta por verse qué consecuencias a largo plazo tendrá la transformación de actitudes hacia la política que un amplio sector de la población estadounidense ha demostrado.
“Es cuestión de tiempo para que un candidato antisistema gane porque hay cansancio”, aseveró Arroyo. “Ya es hora de que las élites entiendan que hay que cambiar muchas cosas, porque si no, van a perder la confianza del pueblo para siempre”, finiquitó.