La infertilidad es un mal que afecta, mundialmente, a muchas personas en edad reproductiva. Los avances tecnológicos y legislativos últimos en el país, están marcando un nuevo camino en el tratamiento de esta problemática y reavivando las esperanzas de aquellos que veían frustrados sus sueños de ser padres.
Socialmente, la familia es la institución primaria que combina los lazos afectivos imprescindibles para el desarrollo de cualquier persona. Un hijo es, de esta manera, la materialización de un mandato que, desde pequeños, se nos ha señalado como existencial.
Sin embargo, la procreación no siempre se hace factible de manera natural. La ciencia, al respecto, ha facilitado distintas soluciones para aquellas familias que no pueden así hacerlo.
Los cuadros que intervienen en forma negativa, a la hora de concebir, pueden ser variados: desde el estrés, hasta deficiencias físicas de mayor envergadura, o inclusive es el caso de parejas del mismo sexo que quieren construir familias homoparentales. Lo cierto, es que la infertilidad afecta entre el 15 y el 20% de la población en edad reproductiva, en los países desarrollados.
La respuesta que ha dado la ciencia a esta problemática se fue perfeccionando con el tiempo, permitiendo hoy la existencia de métodos efectivos. Los países anglosajones fueron más receptivos a incorporarlos, a diferencia de los de habla hispana que se mostraron en su mayoría reacios, siendo la iglesia católica uno de sus más férreos opositores.
En el territorio nacional, tales intervenciones no siempre contaron con una legislación que las regule. Si bien no están prohibidas, la falta de protección ha dificultado su acceso y promovido la desinformación y la escasez de especialistas, transformando el factor socioeconómico en el principal obstáculo. Por ejemplo, en la actualidad, prácticas como la inseminación artificial y el alquiler de vientre, activaron el debate acerca de la importancia de la amplitud del Código Civil en Argentina.
La inseminación artificial es una de las técnicas más solicitadas y una alternativa para aquellos que presentan una esterilidad de origen desconocido, o bien para personas con deficiencias reproductivas físicas -como inestabilidad en el ciclo menstrual en la mujer, o alteraciones en la concentración del material genético en el hombre, por ejemplo-. El método consiste en motivar un embarazo a través del depósito, en forma artificial, de semen en el útero femenino. Para ello, se realizan tres pasos: la estimulación del ovario con hormonas para aumentar el nivel de fertilidad; la selección de espermatozoides de buena calidad, a partir de una muestra previa; y finalmente la introducción del esperma, con una cánula, en el útero para provocar la fecundación. Según la clínica IVI de Argentina, y que cuenta con más de 20 años de especialización en la materia, de cada 100 parejas, 60 consiguen gestación.
El tratamiento oscila alrededor de los 15 mil dólares, condición que priva el acceso de muchas mujeres. Sin embargo, a partir del 30 de diciembre de 2011, con la sanción de la Ley de fertilización asistida, y el reconocimiento de la infertilidad como enfermedad, la práctica se puede llevar a cabo en forma gratuita en la provincia de Buenos Aires. Las obras sociales y prepagadas, con afiliados en este lugar, deben hacerse cargo de los costos. De la misma manera, varios hospitales públicos ya lo están haciendo -entre ellos, es preciso destacar la labor del San Martín de La Plata, Güemes de Haedo, Alende de Mar del Plata y Penna de Bahía Blanca-. Las beneficiarias son mujeres de entre 30 y 40, con al menos dos años de residencia probable en la provincia.
El mismo avance en la jurisprudencia argentina, pretende el proyecto de Ley sobre la maternidad subrogada para el 2012, que ya ha sido enviado al Congreso por el poder ejecutivo. A través de esta técnica, un individuo o pareja puede rentar el vientre de una mujer, para llevar adelante un embarazo que por cuestiones físicas no puede concretar. Se establece entre ellos, un contrato en el que la portadora renuncia a todo lazo de filiación con el niño por nacer. De esta forma, personas que han sufrido una histerectomía (extirpación del útero), o con malformaciones congénitas, que han intentado otros tratamientos sin resultados, u homosexuales varones, por ejemplo, pueden cumplir sus deseos de formar una familia. El diagnóstico va a marcar el proceso a seguir. Existen tres modalidades, en las que se pueden utilizar: óvulos y esperma de la pareja comitente (que contrata a la gestante); esperma del comitente con óvulos donados; u óvulos de la gestante con esperma del comitente. En los dos primeros casos, se practicará una transferencia de embriones y la madre sustituta no tendrá relación genética con el bebe.
Hasta el momento, el Código Civil establece como madre únicamente a la mujer que da a luz (Art. 242). En consecuencia, la forma de acceder al alquiler de vientre, fue siempre la de recurrir a aquellos países que garantizan la regulación de dicha actividad. Entre ellos, Israel, Reino Unido, India, Grecia, Brasil, Estados Unidos (en algunos puntos como Florida, Utah o California). Este último, es el que cuenta con mayor trayectoria en el mundo, y el más demandado al respecto. Allí, el procedimiento se puede llevar a cabo de manera independiente -en donde todo corre por cuenta de la pareja de subrogantes (sustitutos): el contacto con la portadora y luego con los abogados de ambas partes, que se encargarán de marcar los ítems del contrato, que establece los límites de la relación entre ellos-; o a través de agencias que no sólo se encargarán de la búsqueda y presentación de la gestante, si no también del acompañamiento durante el embarazo y el parto.
El precio del tratamiento se ubica alrededor de los 90 y los 120 mil dólares. Se espera, con la aprobación de la Ley y su debida reglamentación, que el costo disminuya.
Fuente Revista Alrededores