Con un “balígrafo” Juan Manuel Santos, presidente de Colombia y Rodrigo Londoño, líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), firmaron el pasado lunes un acuerdo de paz que pone fin a 52 años de guerrilla en dicho país.
El pacto es el resultado de cuatro años de negociaciones, que comenzaron en el 2012 en Oslo, Noruega y que luego se trasladaron a La Habana, Cuba.
Este nuevo capítulo de paz en el país latinoamericano deberá ser ratificado por su población el próximo 2 de octubre, cuando se lleve a cabo un plebiscito no vinculante, pero que cuenta con el compromiso del presidente Santos de que se respetará su resultado.
Para Magdiel Narváez, profesor de relaciones internacionales, siempre que culmina un conflicto militar en algún país se suscitan implicaciones sociopolíticas externas e internas.
“Cuando hay una polarización marcada en un país, como pasó en Colombia por 52 años, de mentalidades diametralmente opuestas, y de momento hay un llamado a la paz y llegan a este tipo de arreglo, el pueblo se queda en expectativa. Porque hay gente que piensa que la polarización es necesaria porque mantiene un balance de poder en el país. Ahora la población se preguntará si la paz traerá algún tipo de progreso socioeconómico y si resolverán los problemas del país”, destacó el profesor.
En términos internacionales, para Narváez, una Colombia pacífica podría mostrarse como una opción para inmigrantes suramericanos. Ciudadanos venezolanos, por ejemplo, la considerarían una opción de refugio para escapar de la compleja situación social que atraviesa su país.
Sobre el plebiscito, Narváez destacó que este puede recrudecer las hostilidades entre bandos dentro de la nación del sur. Al presente, se han levantado varios movimientos para detener el acuerdo, uno de estos liderado por el expresidente Álvaro Uribe. Según Inter Press Service (IPS), para que el acuerdo salga victorioso en la consulta del domingo, necesita más de 4.5 millones de votos de los 35 millones de ciudadanos aptos para votar. Este plebiscito es parte de los seis acuerdos que se destacan en el documento firmado el lunes.
En tanto a las implicaciones sociales de los grupos paramilitares en la población, el profesor sostuvo que uno de sus efectos inmediatos es el terror y la incertidumbre.
“La gente no sabe hasta dónde es capaz de llegar un grupo de guerrilla con tal de adelantar sus principios. A veces los grupos de derecha usan el fantasma del grupo de la izquierda para adelantar causas. Por ejemplo, no sabemos con certeza si todas las personas que desaparecen son a causa de grupos de izquierda. Realmente puede ser la derecha y culpa al otro bando y eso crea una inestabilidad social. Aquí lo que se busca es sembrar en la mente de la gente el miedo a que algo puede pasar y eso lo que hace es que cambia el estilo de vida social de todos”, añadió.
De acuerdo con Narváez, cuando existen guerrillas en un determinado país el terror social siempre permea porque nunca se sabe cuál será el próximo blanco militar del grupo.
“Por ejemplo, si alguien te pone una bomba en un avión, automáticamente todos los que viajan ya tenemos una presunción de que algo puede pasar, aunque nunca más vuelvan a poner una bomba en un avión”, resaltó.
De ahora en adelante, para este experto, le toca al Estado colombiano regirse por un plan que asegure el reparo a los damnificados y que entregue garantías a la población en general de que la paz traerá progreso y que la guerrilla no volverá a instaurarse.
Narváez puntualizó que sostener nuevamente un acuerdo de paz sería complicado, pues como se ejemplificó en el conflicto colombiano hubo un lapso de 52 años para lograrlo. Destacó que esto se debió en parte a la compleja composición de los grupos armados del país.
Las guerrillas, explicó, funcionan con varios líderes que conforman un consejo. Entre estos deben alinear sus visiones ideológicas para convencerse unos a otros de tomar una decisión y en el caso de establecer la paz, deben asegurarse de no convertirse en blanco de persecución o ataques. Luego les toca convencer a sus guerrilleros de adoptar la paz y en el caso colombiano, la diseminación geográfica de los militares en la selva no aportó a la comunicación entre bandos.
Finalmente, el experto destacó que le toca a ambas partes asegurarse de que ningún conflicto grande o pequeño vuelva a detonar un enfrentamiento o a fomentar la polarización.
Las FARC es el movimiento guerrillero más antiguo de Latinoamérica. Se conformó en el 1964, como un grupo marxista-leninista y su primer líder fue Pablo Antonio Marín.
A consecuencia del conflicto armado, hasta el 2015 se habían registrado ante el Estado colombiano 7,874,201 personas damnificadas por el mismo. Además, 220,000 muertos y 45,000 desaparecidos.
Asimismo, las cifras oficiales publicadas por IPS demuestran que el Estado deberá reparar a 6,084,064 personas, que representan 12.4% de la población del país suramericano. La mayoría son desplazados internos, aquellos que a causa de la guerrilla fueron obligados a abandonar sus tierras y que en su mayoría son parte del sector más desaventajado de dicha nación (alrededor de 6,897,450).