Con el propósito de crear una herramienta que ayude a reducir los niveles de conflictividad social y promover la no violencia en contextos de exclusión, un colectivo de mujeres residentes en Puerto Rico celebraron en San Cristóbal de las Casas en el Estado de Chiapas, México, el Taller de arte y comunicación para la paz.
El evento, que se llevó a cabo del 19 al 30 de octubre de 2013, buscó también preparar jóvenes para ser promotores de paz, construyendo con el grupo destrezas que les permitan documentar violaciones a los derechos humanos, compartir saberes sobre la negociación de los conflictos y proveer para la sustentabilidad económica y cultural de sus comunidades.
“Lo pensamos como un modelo para desarrollar culturas de paz con justicia social y equidad. Establecimos como misión construir la reflexión y la acción (personal y colectiva) respecto a la creación de una cultura de paz proactiva, en el contexto de soberanía económica y desarrollo sustentable”, explicó la doctora Liliana Cotto Morales, miembro de la Cátedra UNESCO de Educación para la Paz de la Universidad de Puerto Rico (UPR). La Cátedra es parte del Instituto Internacional de Educación para la Paz, que realizó su encuentro bi-anual este año en la UPR.
El taller generó experiencias de arte y comunicación, utilizando como herramientas la fotografía y el video, además de técnicas teatrales y de danza, enmarcado dentro de la educación como formación integral.
“En el taller incorporamos los contenidos de educación para la paz desarrollados en el Seminario Intercultural Mayense de San Cristóbal de las Casas, los de Fundeconp (Fundación de una convivencia pacífica), de Santa Cruz, Bolivia, fundación promotora de estrategias educativas para la paz y las experiencias de la Cátedra UNESCO de Educación para la Paz de la UPR”, indicó la doctora.
San Cristóbal fue escogido como el primer lugar para llevar a cabo el modelo piloto, en atención a las violaciones continuas de los derechos humanos en Chiapas. Según el Instituto, el estado chiapaneco es el segundo estado con mayor grado de marginación en México. Las inequidades educativas, económicas, del entorno, de salud y políticas causan la migración de entre 30,000 y 50,000 chiapanecos.
El taller contó con la participación de jóvenes de distintas edades, religiones y círculos sociales, con el propósito de estimular los vínculos solidarios entre grupos de discursos y desarrollar tácticas diferentes pero convergentes en el objetivo de caminar hacia una cultura de paz, fortaleciendo la interculturalidad, la autonomía, la dignidad y la soberanía alimentaria.
“Comenzamos con jóvenes de Chiapas como proyecto piloto. Aspiramos a obtener financiamiento para reproducir el modelo haciendo los cambios pertinentes, con jóvenes de Puerto Rico. Por medio de las experiencias comparativas se pretende empoderar a los y las jóvenes para que generen acciones interculturales que transformen su realidad”, enfatizó Cotto.
Por otro lado, Cotto explicó que el taller fue desde su planificación una herramienta para contribuir a generar capital humano que ayude a crear estructuras sociales y económicas, inclusivas, autogestionadas y pertinentes para los participantes. “Fue un proceso de inmersión en que las educadoras convivieron con los y las educandos durante doce días en las instalaciones de la Universidad de la Tierra. La enseñanza-aprendizaje se llevaba a cabo alternando las charlas y los conversatorios de contenidos teóricos con las explicaciones y los ejercicios prácticos de los componentes de fotografía, cine, artes escénicas y baile”, señaló la doctora del Instituto.
Los ejercicios se trabajaron de manera interactiva y práctica. Las facilitadoras presentaban los materiales y los educandos aportaban sus reflexiones que transformaban y en ocasiones rechazaban el material ofrecido.
Entre la selección de temas e imágenes que se utilizaron en el componente teórico del taller, contextualizados a partir de una perspectiva macrosocial (capitalismo, colonialidad, interculturalidad) y microsocial (impactos en las subjetividades y en las identidades colectivas).
En primer lugar, la paz y la guerra fueron temas que se analizaron a partir del principio de que la injusticia y la desigualdad crean las condiciones para la guerra, por lo cual para que haya paz permanente tiene que haber igualdad. Se abordó también, el tema de la diversidad, que se desarrolló alrededor de las preguntas ¿es malo ser diferente?, ¿qué nos hace diferentes? y ¿cómo podemos manejar nuestras diferencias? Se realizó, además, un análisis de conflictos.
“Al reflexionar sobre este tema concluimos que siempre existirán conflictos en la sociedad, que somos generadores de éstos pero que las personas no son el conflicto. Por lo cual, no hay personas conflictivas sino personas que viven conflictos”, indicó Cotto.
En cuanto a la negociación, se conceptuó como una herramienta de conciliación, se analizó como un proceso a través del cual dos personas o grupos en conflicto puedan aumentar sus posibilidades de resolver la diferencia por vía de la satisfacción de sus intereses y necesidades, alcanzando un nivel de respeto y convivencia sana.
El esfuerzo del Instituto busca desarrollar una cultura de paz, que implica reconocer los conflictos como espacios en los que se encuentran, se trabajan y armonizan los diversos intereses y miradas de personas, grupos o comunidades.
El Instituto busca constriur agendas de paz, pero para construirlas se requiere la práctica de una tolerancia proactiva que no significa indiferencia. Incluye, además, la responsabilidad de educar para la tolerancia, un enfoque positivo hacia la diferencia de etnias, pensar de manera integradora, combatir el racismo y practicar una educación intercultural. “Todo lo anterior contribuye a generar un clima positivo en el que se prioricen las convergencias y las similitudes”, concluyó Cotto.