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El siglo XXI trajo consigo nuevas formas de comunicación que revolucionaron el universo de las relaciones humanas. En estos últimos años se han multiplicado los usuarios de las redes sociales que hoy son parte de la vida diaria de cientos de millones de personas alrededor del mundo. La política no está aislada de este fenómeno. En busca de nuevos medios para llevar a cabo las campañas, cada vez más partidos políticos inyectan a sus candidatos en la red Twitter. Especialistas señalan que esta red de comunicación global colaboró en el triunfo del actual presidente norteamericano Barack Obama ante el republicano John McCain en las pasadas elecciones de 2008.
Curiosamente, un año después del sufragio estadounidense, Obama admitió nunca haber utilizado Twitter, lo cual nos permite suponer que el mérito se lo lleva el equipo encargado de su cuenta. Pero más interesante resulta la actitud del presidente venezolano Hugo Chávez Frías, flamante usuario de la red Twitter, que en febrero de este año calificó a dicha red social como “un instrumento del terrorismo”. Sin embargo, tiempo más tarde el bolivariano encontró muy útil este instrumento ya que lo emplea con frecuencia y posee más de 400 mil seguidores. Su primer mensaje o ‘tweet’ data de la madrugada del 28 de abril.
Ahora bien, ¿qué sucede con los políticos argentinos en la vorágine propagandística del ciberespacio? Un paneo general nos muestra que la oposición se lleva mejor con el Twitter que el oficialismo. El matrimonio presidencial brilla por su ausencia – aunque no faltan las cuentas falsas – dejando como principales exponentes del Frente para la Victoria al gobernador bonaerense Daniel Scioli, el Jefe de Gabinete Aníbal Fernández y a Carlos Heller. Resulta llamativo que la cantidad de personas seguidas vía Twitter por este último político es mayor que la cantidad de seguidores que posee. Esto mismo sucede con el justicialista Mario Das Neves. Cabe preguntarse si realmente se ocupan de leer los mensajes de todos aquellos a quienes “siguen” o si es una estrategia más para insertarse en la red social.
Dentro de los opositores, la Coalición Cívica no desaprovechó la oportunidad de integrarse a la comunidad ‘tweetera’. Aunque la célebre Elisa Carrió no posee cuenta propia, sí la tienen los diputados Margarita Stolbizer, Adrián Pérez y Alfonso Prat-Gay. Por otro lado, el PRO está presente con el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri y la diputada Gabriela Michetti. Esta última es quien más tiempo le ha dedicado a su cuenta. En los más de 2 mil ‘tweets’ que ha publicado habla de muy diversos temas: desde sus incesantes actividades en el gobierno hasta la melancolía que le provocan los días grises.
La lista continúa: Martín Sabatella, Eduardo Duhalde, Felipe Solá, Julio Cobos y Fernando Solanas, entre los que más repercusiones alcanzan. Miles de personas los siguen día a día, hora a hora, minuto a minuto, esperando una respuesta en 140 caracteres.
¿Quién podría distinguir entre la campaña y los demás aspectos de la vida de un político? ¿Puede un político dejar de hacer política? Podríamos arriesgar que la campaña comienza exactamente cuando lo privado se hace público. En este sentido, Twitter ofrece a los ciudadanos la posibilidad de explorar superficialmente en lo íntimo de los sujetos con cargos públicos que gobiernan la nación. A su vez, un candidato puede aproximarse a sus potenciales electores a través de una herramienta de difusión masiva con muy bajo costo económico. Pero no todo es color de rosas. Podría pensarse que Twitter cumple una función democratizante al acercarnos a los políticos, pero gran parte de la población no tiene acceso a internet, lo cual los mantiene fuera de la comunicación ya que sin medio no hay transmisión del mensaje.
De esa forma, en lugar de acortar brechas, se profundiza la segregación social. Por otra parte, así cómo una buena estrategia de campaña puede lograr grandes diferencias en las urnas, un mal uso de las redes sociales puede ser perjuducial para la imágen del candidato.
Ganarse a las nuevas generaciones es todo un desafío político. Y Twitter, además de proveer un servicio de mensajería online, parece ser un buen instrumento para empatizar con los jóvenes cybernautas de hoy, los futuros votantes de mañana. La política adopta un nuevo slogan: “Tweetea, tweetea, que algo quedará”.
Para acceder al texto original puede visitar la Revista Alrededores.