Como indicamos en la primera parte de nuestro artículo, la nueva ola de protestas universitarias que se desató luego de los incidentes en la Universidad de Missouri ya inunda los medios estadounidenses, tanto en las redes sociales como en los principales diarios y portales del país.
Las renuncia del canciller y el presidente de la Universidad de Misuri y las concesiones ofrecidas a las organizaciones estudiantiles en otras instituciones han logrado que jóvenes universitarios alrededor del país vean con un nuevo enfoque las protestas en Estados Unidos, más allá de la nostalgia que evocan estos movimientos al recordarse sucesos pasados, como la lucha por los derechos civiles de la década de 1960.
Uno de los casos recientes más sonados es el de Princeton, donde un grupo de estudiantes buscan que la administración universitaria realice uno de los cambios más contundentes, algo que pondría en tela de juicio la propia historia de la institución y de los propios Estados Unidos, algo que luce justo, pero a la vez pudiera servir para entender el ímpetu de lucha de estos nuevos movimientos estudiantiles.
“Están pidiéndole a la administración de una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos que le cambien el nombre a varios edificios, pues llevan el nombre de Woodrow Wilson, a quien se le adjudica favorecer políticas públicas racista cuando era presidente. Estamos hablando que estas protestas, las de Princeton particularmente, han servido para repasar y hasta corregir cosas del pasado”, destacó el profesor de historia contemporánea de los Estados Unidos, Manuel Rodríguez, del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico.
Para Rodríguez, hay varios factores que ponen en evidencia cuán contundente está siendo el súbito desarrollo de la lucha estudiantil durante el pasado año. Según explicó, estas manifestaciones guardan sus similitudes con las de movimientos anteriores, como las de los 1960, pero forman parte de un nuevo despertar en la lucha sociopolítica estadounidense “que más bien le hace frente a las políticas neoliberales, dentro de las que figuran lo racial”.
“Primero, hay que ver cuáles eran los componentes que protestaban en las universidades durante la década de los sesenta. Se trataban de los que ahora son los baby boomers, en su mayoría anglosajones caucásicos de clase media alta, en reacción a lo que llamamos los peligros de la posguerra, pues eran momentos en los que Estados Unidos entra en un periodo de expansión económica, luego de la Segunda Guerra Mundial, pero también se empiezan a marcar ciertas desigualdades sociales. Estos jóvenes se preguntaban: ¿Cómo, si este es el país más rico del mundo, todavía es posible que estemos en una sociedad tan profundamente dividida por mala distribución de riquezas, con tensiones sociales, inequidad social y discriminación hacia las mujeres y los grupos étnicos?”, recordó Rodríguez.
“Son movimientos que se dan en grandes universidades de Ivy League, entre los top de lo académico, universidades como Columbia o Berkeley, entre otras. Se trata de estudiantes con formación política y entonces, ellos forman alianzas con otros movimientos sociales, particularmente con los negros que buscan la igualdad social bajo el liderazgo de figuras como Martin Luther King. Y también sufrieron las repercusiones contestarías de sus protestas, lo que ha sido material de estudio histórico y hasta sociocultural. Un ejemplo de esto es la película Mississippi Burning que narra los asesinatos de varios universitarios que estuvieron en protesta en el estado de Misisipi a raíz de las tensiones raciales de la época”, apostilló.
Rodríguez cree que tener este marco sirve de perspectiva para entender lo que sucede ahora mismo en las universidades. No obstante, la situación es distinta.
“Creo que la nostalgia con respecto a los movimientos a favor de los derechos civiles de los 1960 es importante, en términos de que hay una línea de genuflexión que los une con esa generación y también de forma histórica, con como conmocionó los tejidos sociopolíticos en Estados Unidos. Estamos claros que hay un legado, pero cuando venimos al Siglo XXI las luchas cambian. De los sesenta, el logro de la Acta de Derechos Civiles y la Guerra de Vietnam 65, la cosa se enfrió un poco”, acotó Rodríguez.
“Luego con la crisis del petróleo de los setenta, vino el proceso de la desindrustialización, se digiere la derrota de Vietnam, luego viene Nixon con Watergate y entonces el advenimiento del reggaenismo y, pues, se estableció ya una falta de confianza del ciudadano hacia el Gobierno. Como que se daban las cosas por sentadas, y la verdadera fuerza radicó entonces en aquella mayoría silenciosa de la que, curiosamente, habló Nixon, que apunta a un sentimiento más conservador”, explicó.
Ya en los ochenta y los noventa, la llama de la protesta estudiantil y la protesta social en general lucía tenue en Estados Unidos. El estudioso apuntó a las protestas masivas de 1999 en Seattle como el reinicio de un nuevo movimiento de reclamo social, esta vez enfocado más en enfrentar el neoliberalismo y las políticas de austeridad que han ido en aumento en Estados Unidos y que han marcado el Siglo XXI. Precisamente, fue a finales de noviembre de ese año cuando la policía chocó decenas de miles de manifestantes que protestaban por la conferencia ministerial de la Organización Mundial de Comercio. Los incidentes son recordados como la Batalla de Seattle.
“En mi entender, algo que amarra al movimiento estudiantil en este cambio de siglo y a principios del Siglo XXI es el asunto del neoliberalismo, de eso fue que se trató Seattle y Occupy Wall Street en 2011, que si bien eran afuera de las universidades sí contó con respaldo de mucha gente joven. Pero, ¿qué queda ahora mismo de Occupy Wall Street? ¿Alguna página de Facebook quizás?”, dijo.
“Entonces, en ese sentido es distinto que lo de la Universidad de Misuri o que las protestas por asuntos raciales, como Ferguson. Y Ferguson y lo que pasa en la Universidad de Misuri, que ya vemos que se está trasladando a otros espacios como Princeton carga un ángulo más complejo, pues evidencia que no se resolvió todo luego del Acta de los Derechos Civiles del ‘64. Mira todo lo que ha habido después de 1964: Rodney King, OJ Simpson, Ferguson, Baltimore, y ahora mismo esto en las universidades”, articuló.
El profesor de política internacional, José Rivera, coincidió con Rodríguez con respecto a la aseveración que corresponde a cuán inconclusa sigue la problemática racial en Estados Unidos a pesar de los logros alcanzados en la década de 1960. Incluso, Rivera entiende que la inclusión de la comunidad es inevitable en este tipo de discusión, la cual entiende idónea para los espacios universitarios y que “debería también moverse a la sociedad plena y general. Es necesario el debate”.
“Creo que los múltiples movimientos latinos en Estados Unidos deben ubicarse en una postura de apoyo a este fenómeno, precisamente porque estamos en un umbral de una gran transformación estadounidense en términos multiculturales. Los latinos van rumbo a un más papel prominente y protagónico en cuestiones numéricas y hasta de poder sociopolítico, y en ese espacio hay que nivelar la cancha, buscar el trato digno y el trato igual, para que la sociedad en general pueda abrazar el multiculturalismo. La comunidad latina debe posicionarse a favor de eso y articular sus demandas. Yo creo que está pasando y creo que lo vamos a presenciar más, no tanto desde la esfera pública, pero sí en asuntos como la inscripción para votar y el respaldo a ciertas políticas”, manifestó Rivera.
Rodríguez dijo que sería interesante ver cómo se desarrollan los latinos en lugares donde tradicionalmente han confrontado racismo institucional, “como por ejemplo, Arizona, un estado que en las pasadas décadas ha implantado duras políticas hacia los emigrantes al punto de legalizar los registros que, de otra forma, fuesen ilegales”.
Aunque ahora mismo parecen apoderarse de la comunidad universitaria en Estados Unidos, estos debates sobre el racismo y las políticas neoliberales, sin embargo, necesitarán regresar de nuevo a la calle. Sucesos como el de Ferguson o, más reciente aun, las protestas en Chicago luego de que la Policía de esa ciudad hiciera público un vídeo en el que un oficial mata a un joven negro de 17 años de 16 tiros, deberán ir de la mano con el activismo universitario si es que se quiere lograr algo.
“El objetivo primordial deberá ser trasladar el diálogo del campus a la sociedad en general. Es lo que Chantal Mouffe le llama entrar en el espacio agónico de la democracia, es el espacio diverso la sociedad en general reconoce que tiene diferencias, para procurar el diálogo plural, el diálogo entre lo distinto”, interpuso Rivera.
Finalmente, Rodríguez coincidió en que lo que estamos viendo en las universidades en Estados Unidos pudiese muy bien agudizarse, “siempre y cuando estos movimientos no se queden en un rito de pasaje”.
“Cómo yo lo veo, en Estados Unidos pudiese polarizarse aún más la cosa”, dijo.
“Yo creo que todo esto, lo de las universidades, asuntos como Ferguson y otros, van a traer repercusiones serias eventualmente, en la medida en que la demografía de los Estados Unidos siga configurándose. Todo apunta a que los blancos se convertirán en minoría en los próximos censos, y este tipo de asunto va a volver y se va a recrudecer, tanto en la universidad como en la sociedad general. Es algo numérico, es matemático. Donald Trump no es una casualidad. Trump recoge el sentimiento de aquella mayoría silenciosa de la que hablaba Nixon. Esta es una sociedad que rápidamente se enfrenta a muchas cosas. Van a pasar muchas cosas en los próximos años, yo lo veo rumbo a una polarización bien intensa”, aseguró.