En medio de una infinidad de especulaciones sobre las nuevas oportunidades económicas para Puerto Rico frente a una Cuba no embargada, cuatro expertos en la materia depusieron sus ideas en el marco de la Conferencia: Estados Unidos y Cuba, el futuro de sus relaciones.
El evento, en el Teatro de la Universidad de Puerto Rico, contó con la participación de Gerardo González, Rodrigo Masses, Roberto Orro y Santos Negrón, todos especialistas en el tema de la economía y política puertorriqueña y caribeña. Manuel Cidre, expresidente de la Asociación de Productos de Puerto Rico, se excusó porque no se pudo presentar al panel.
La ponencia del economista Gerardo González dio inicio a la actividad con una pregunta que sirvió de introducción al resto del panel: ¿Por qué Puerto Rico tiene interés en Cuba?
Ante esa interrogante González, autor del libro El Caribe como política exterior de Cuba, ofreció varias causas posibles al interés puertorriqueño en Cuba. La principal de ellas, la fuerza laboral cubana.
Según aseguró el académico, Cuba tiene una fuerza laboral altamente calificada en donde el 85 por ciento de los trabajadores tienen un promedio de 11 años de preparación académica. Además, continuó González, “Cuba tiene una economía diversificada y eso significa muchas oportunidades de negocios”.
El también profesor de la Universidad Interamericana se mantuvo con un tono optimista en cuanto a las posibilidades de crecimiento económico que tiene Puerto Rico con Cuba. Lo único negativo que pudo señalar del país vecino, fue la fragilidad de las infraestructuras de telecomunicaciones. En especial, señaló el precario estado del acceso a la Internet en la vecina antilla.
González mencionó que Puerto Rico necesitaría crear un plan estratégico para establecer convenios económicos con Cuba. Según argumentó, este plan estratégico debe, entre otras cosas, resolver la falta de conocimiento que tienen en Cuba sobre lo que puede ofrecer Puerto Rico y viceversa. Por último, señaló que Puerto Rico tendrá que prepararse para ser económicamente atractivo ante el país vecino y así poder competir y resaltar en el panorama de la economía global y plural que existe hoy.
Sin embargo, va a ser muy difícil que Cuba se interese en Puerto Rico debido a que Cuba no está interesada en lo que Puerto Rico tiene para ofrecer. Así lo sostuvo y lo explicó Roberto Orro, economista graduado de la Universidad de La Habana.
Orro mencionó que en el caso de la economía puertorriqueña los sectores que más se destacan son la salud, la educación, la distribución y los seguros. Cuba, por su parte, no tiene intereses en crear ningún convenio de inversión en cuanto a estos cuatro sectores. Primero, el gobierno cubano no permite ningún tipo de intervención entre las inversiones foráneas y sus sistemas de salud y educación. Segundo, Cuba controla la distribución en su país y no tiene intenciones en recibir inversiones en el campo de los seguros.
En lo que sí está interesado el gobierno habanero es en recibir inversiones en el sector energético, industrial, y sobre todo, el turístico. “Cuba tiene interés en empresas grandes”, aseguró Orro cuando comentaba que Cuba privilegiará las inversiones de Estados Unidos y de otros estados que tengan la solvencia económica para invertir en la hotelería, puertos y minería.
Rodrigo Masses, presidente de la Asociación de Industriales de Puerto Rico, pensó diferente. Para él, Puerto Rico tiene algo para su vecino caribeño que casi ningún país le puede ofrecer: la proximidad cultural e histórica. “Puerto Rico tiene una identidad en Cuba que el cubano conoce”, dijo Masses con voz entusiasmada y aludiendo a la confederación antillana que en algún momento soñaron los próceres de ambos países.
El último en deponer fue el investigador de la UPR, Santos Negrón, quien con euforia se limitó a criticar el endeudamiento crónico, la emigración masiva y la decadencia de la manufactura en Puerto Rico.
El evento, que corrió bajo la moderación de Eileen Segarra, directora del Departamento de Economía del recinto riopiedrense de la UPR, culminó con una sección de 30 minutos de preguntas y respuestas donde algunos de los presentes tomaron el micrófono para, como de costumbre, comentar y esbozar teorías de conspiración política y criticar la colonización. Casi nadie hizo preguntas.