El ritmo cadencioso retumba en el lugar. La temperatura se eleva y los cuerpos comienzan a sudar mientras los bailarines se frotan unos con otros en posiciones bastante sugerentes. La algarabía llena la habitación y los presentes se mueven al compás del reguetón, de forma erótica y sexual mientras las emociones aumentan. Esto podría describir la escena de un video del género o cualquier discoteca del País, pero específicamente estoy hablando de un video en el que bailan niños menores de diez años. Este video corrió por la Internet aceleradamente. Miles de usuarios lo publicaron en sus perfiles de Facebook, Youtube, Myspace y otras redes sociales con capacidad de exposición mediática. Los comentarios que acompañaban estas publicaciones estaban cargados de indignación, escándalo y un humor negro que satirizaban las fuertes imágenes de los infantes meneándose y perreando a todo dar, hasta abajo.
Pero con este video nos encontramos ante un gran dilema ético. Siempre he sido de los que dicen que a los niños hay que respetarle sus inquietudes sexuales. Ahora bien, la pregunta es si es prudente que niños a esta edad tengan el impulso de simular movimientos tan eróticos. Simplemente contesto que están emulando aquello que ven en televisión o que los “grandes” hacen. El asunto aquí no es si el reguetón es lo que ocasiona esto o no, dejemos este ritmo a un lado y centrémonos en lo que realmente importa en el video. Esto podría estar ocurriendo con música funk de fondo al más puro estilo de una porno. El problema real de este video es la actitud de los padres y representantes de estos niños. La pregunta que la mayoría de los que se enfrentan al video se hace es casi siempre la misma: ¿Cómo es posible que estos padres no sólo no recriminen a estos chicos por la forma en que están bailando, sino que precisamente sean ellos los promotores de dicha actividad? Los niños no saben que están haciendo algo malo, pues simplemente están reproduciendo aquello que han visto como normal, y si sus padres no se encargan de decirles que esto está mal, entonces simplemente no lo está para ellos. Pero aquí vuelve el dilema ético del principio. ¿Qué es lo que está mal? Los niños están bailando tal cual como se baila este tipo de géneros. Los padres le están incitando a que lo dancen y se diviertan mediante una competencia. ¿Cómo juzgar lo que está bien y lo que está mal? Así se baila reguetón. Así se baila en los videos del género. Así se baila todos los días en millares de discotecas en todo el mundo y todos lo sabemos, en Puerto Rico se perrea así. Claro que el video no me gusta. Es sorprendente y muy fuerte. A muchos de mis contactos les ha chocado mucho por lo que se supondría que no está bien, pero la mayoría de mis contactos no escuchan reguetón ni tienen las mismas características sociales de las familias de estos niños. A las amistades de esta gente ¿les chocará igual? El asunto aquí es el entorno y la crianza de cada individuo. Visto desde nuestra lupa, el video es escandaloso pues ni siquiera muchas de las personas adultas que conocemos se atreverían a bailar como lo hacen estos niños en el video. Pero para aquellos que se han criado en un ambiente en el cual el perreo es una cosa cotidiana y en la que las restricciones morales y éticas no aplican a la hora de bailar “guayando” a su pareja, el video no es más que una expresión de alegría y diversión en una fiesta infantil de cumpleaños. Por lo pronto, esperemos que para estos niños esto no pase de ser un simple baile y que de esto no resulte una epidemia de embarazos precoces, aun peor de la que ya vivimos. Por lo menos podemos darle gracias a Dios y a la Divina Providencia que estos niños no han leído “Aura” de Carlos Fuentes, pues como dice el Departamento de Educación, podría darles ideas pecaminosas.