
SOBRE EL AUTOR
Permítanme, para comenzar, un breve trasfondo testimonial. Escribo esta reflexión como ex profesor del Departamento de Estudios Hispánicos que soy, como ex estudiante de Ingeniería del Recinto de Mayagüez, y con el derecho que me otorga el ser novelista y el deber de no quedarme callado. Se la dirijo a mis ex-colegas del Recinto de Río Piedras. Soy un hombre pobre, pero he tenido la suerte de estudiar con becas y con ayudas federales en las mejores universidades de los Estados Unidos.
Mis sentimientos hacia la Universidad de Puerto Rico son muy complejos: como estudiante, en el Recinto de Mayagüez, se me marginó por ser gay y se me prohibió la entrada a una salita de estudio por ser afeminado. En el Recinto de Río Piedras se presentó mi primera novela, allí enseñé por dos años, allí tuve alumnos y colegas a los que amo entrañablemente y con los que todavía intercambio ideas, allí pasé hambre, allí se me pagó tarde, allí enseñé en edificios enfermos y bajo condiciones salariales miserables, allí tuve novios, en fin, allí sufrí y fui muy feliz.
La intención del PNP es expoliar nuestro medio ambiente e implosionar nuestras instituciones más sagradas. Es crear un progreso hacia atrás, valga la antítesis, implementando las “reformas” del capitalismo más despiadado, empobreciendo a la clase media de Puerto Rico para así poder competir con las fábricas de los mega-arrabales del Tercer Mundo. Es adornar a la Isla con urbanizaciones con acceso controlado que nadie pueda pagar, sembrando centros comerciales por dondequiera, bloqueando cuanta playa quede, donde los ciudadanos trabajen de sol a sol sin protección laboral, donde no puedan hablar bien ni el español ni el inglés, ni conozcan su propia historia y donde se les vaya dejando cada día más desamparados.
En este proyecto no cabe, de ninguna manera, una universidad pública de calidad. Para lograr todo esto, el PNP tiene que fumigar a los intelectuales, tiene que destruir todas las plataformas y foros disponibles, y tiene que hacerles la vida bien difícil para que se larguen de Puerto Rico. Es un proyecto inteligente y deliberado para eliminar la oposición a todos los proyectos neo-liberales de empobrecimiento sostenido que pretenden implementar.
La respuesta de los profesores de la UPR ante todo esto ha sido muy pobre, débil, desorganizada y sumamente tardía. Han subestimado a los grandes intereses económicos de Puerto Rico, los cuales dirigen a los dos partidos políticos principales.
Si se hubieran organizado bajo un sindicato fuerte y si hubieran creado espacios alternativos como los Think Tanks de los Estados Unidos, quizás hubieran podido enfrentar la catástrofe que hoy les cae encima. Pero nada de eso hicieron. Cada vez que se declaraba una huelga sin sentido, se quedaban tranquilamente en sus casas. No tenían un verdadero compromiso con Puerto Rico, ni con sus estudiantes. Muchos de ellos venían, desde hacía muchísimos años, desarrollando la plataforma teórica que celebraba con bombos y platillos la llegada del capitalismo totalizante, con sus predecibles y estériles discursos postmos de completa enajenación a nombre de los cultural studies, la hibridez, los border studies, los performance studies, que los hacía sonar muy inteligentes y que les garantizaba invitaciones y aplausos en las universidades de los Estados Unidos y en el MLA, pero que cada día los desconectaba más de la realidad en la que se iba hundiendo Puerto Rico.
Mientras tanto, ambos partidos iban vendiendo a Puerto Rico. Rafael Hernández Colón privatizó la telefónica; Roselló, el sistema de salud pública; Sila, la vivienda. Pero nada de eso les molestaba. Al contrario, lo aplaudían en nombre del progreso y de la inevitabilidad de la globalización. Su ingenuidad, o debo llamarla “ignorancia,” les impedía darse cuenta de que su Universidad no iba a estar exenta de estos procesos.
No les importaban las injusticias laborales que se cometían contra los profesores por contrato, ni todos los descalabres que la institución venía acumulando, y no se daban cuenta de que, tarde o temprano, ellos serían next. La Universidad se iba convirtiendo en un dolor de cabeza para cualquier gobernador de turno. Las razones eran muchas; presentaré aquí algunas: lo gigante que es, todas las huelgas sin sentido que anteriormente tuvo, lo mal administrada que está desde hace décadas, sus problemas de infraestructura, las inversiones multimillonarias que necesita para ponerse al día, lo rezagado de algunos de sus ofrecimientos académicos, etc.
A pesar de todo esto, la UPR les otorga un espacio a los intelectuales para que piensen libremente y eso crea una oposición, aunque sea débil y simbólica, que irrita a los gobernantes, porque desestabiliza sus discursos hegemónicos. Además de preservar la memoria histórica de nuestro país, algunos profesores se han insertado en los debates sociales, en la formación de la opinión pública, y han aportado enormemente al progreso de Puerto Rico. La frágil democracia de Puerto Rico los necesita hoy más que nunca.
Hace tiempo, los dueños de las universidades privadas de Puerto Rico se venían quejando de todo esto: ¿por qué la Universidad de Puerto Rico goza de toda una serie de beneficios económicos, mientras nosotros, que también enseñamos a los pobres de Puerto Rico, no podemos participar de esos privilegios? Casi todas estas universidades privadas son imperios corporativos de cemento, cuyo propósito es endeudar a los estudiantes a cambio de diplomas que no valen dos chavos, pero son muy poderosas, y tienen en sus bolsillos a los dos partidos que controlan a Puerto Rico.
La crisis fiscal de la Universidad es real, se viene arrastrando desde hace más de diez años y, para que ésta pueda funcionar, el dinero tiene que aparecer. Como nos espetó vulgarmente un presidente de una de esas universidades privadas en una reunión: “la luz hay que pagarla.” Sea a través de un alza paulatina de matrícula, de impuestos, o a través de una combinación de ambos. Además, hay un concepto corporativo básico, que es el de “accountability”: ¿Qué pasó con el dinero que falta? ¿A dónde fue a parar? ¿Se malversó? ¿Por qué no han sido investigadas las pasadas administraciones universitarias? ¿Dónde están las auditorías serias e independientes de los pasados diez años para averiguar a dónde fueron a parar los fondos de la UPR?
Desafortunadamente, no le auguro un buen futuro a la UPR. Ésta no va a sobrevivir la próxima visita de la Middle States. Cuando esos burócratas vean las imágenes de la fuerza de choque aplastando a los estudiantes, les aseguro que le quitarán la acreditación, si no se la han quitado ya, porque no se puede gobernar una Universidad a macanazos. Y eso lo sabe el PNP. Para desmantelar bien a la UPR, para violar todos los contratos que van a violar, para despedir a todos los empleados y profesores que van a dejar en la calle, para destruirla bien, para picarla y ofrecerla en secreto en esa “pica” que es hoy la Legislatura de Puerto Rico, y para que la opinión pública los apoye, tienen que provocar una buena crisis que justifique todas las barbaridades que harán (a esto le llaman “re-estructuración”).
Ante semejante destrucción, ustedes están contra la espada y la pared. Pueden desobedecer: no dar clases, no ser parte de semejante proyecto, con una sola voz, no entregar notas, oponerse hasta las últimas consecuencias ante todo los que ese gobierno está haciendo. O pueden empezar a empacar maletas. No creo que les quede mucho tiempo, ni que existan en la isla los líderes que se necesitan para salvar a la Universidad de Puerto Rico, ni para organizar un sindicato fuerte de profesores que se atrevan a oponerse al gobierno. Además, están todos amedrentados por leyes antidemocráticas de mordaza contra el personal docente y los estudiantes, y eso ha sido suficiente para taparles la boca y arrodillarlos.
La mayoría de las propuestas intelectuales de oposición que he leído, por parte de los profesores, me dan ganas de llorar. La mayoría son acrobacias teóricas que, honestamente, en estos momentos, para poco sirven. Son meros fuegos artificiales contra una violencia que se ejerce a cañonazos y gases, espectáculos intelectuales sobre una cuerda muy floja contra mandíbulas legislativas y judiciales muy poderosas. Estoy plenamente convencido de que muchos de esos profesores que hoy se la pasan quejándose por Facebook son parte del problema y no de las soluciones. Hace tiempo que le vienen dando golpes mortales a la Universidad de Puerto Rico. El disparate más grande que he leído ha sido el confundir el acto suicida del samurái con el pedir limosnas. Los samuráis eran guerreros, no mendigos, y el “sepukku” es un acto de lealtad con dimensiones de pureza y honor que se lleva a cabo cuando uno pierde la batalla, para no darle el gusto al enemigo de quitarle a uno la libertad, la dignidad o la vida.
Pero, ¿por qué me debe de seguir importando la Universidad de Puerto Rico? Podría desconectarme bien; aquí en Pittsburgh debería importarme muy poco que cierren Estudios Hispánicos y que desmantelen a la UPR. Podría entretenerme con todos esos vídeos e imágenes de la huelga y de los arrestos, como el que se entretiene con una serie trágica de “Reality TV”. Podría gritarles: ¿No querían ser ustedes parte del capitalismo avanzado? ¿No querían ustedes una especie de estado híbrido en la “nueva frontera” de los Estados Unidos? Les recuerdo que las fronteras son siempre violentísimas. Podría ser mucho más cruel y mandar un cheque al Departamento de Comparada. Total, en ese mismo departamento me negaron un nombramiento. La capacidad para el cinismo y para la perversidad, que es uno de los by-products que nos deja el estudio de la filosofía europea y de la literatura comparada, es algo de lo que honestamente me avergüenzo. Por eso, la mejor estrategia para hundir a ese Titatic era dejarlo en manos de un filósofo.
Si al PNP de verdad le hubiera interesado salvar la Universidad, hace tiempo que hubiera puesto al mando a una junta de síndicos y a un presidente que supieran dirigir empresas grandes y que supieran construir un arca sustanciosa para que la universidad no encallara en la insolvencia y en el desprestigio. Pero al contrario, le entregaron el timón a una gentuza que honestamente no saben cómo dirigir una empresa de la complejidad y del tamaño de la UPR. Pero miren bien, a la UPR no la dirige esa gente. Las decisiones que verdaderamente afectan a esa institución, las toman el Gobernador y la Legislatura en reuniones secretas. La verdadera presidenta de la Junta de Síndicos se llama Jeniffer González, sus miembros son los asesores más allegados a Luis Fortuño. Son timoneles de una embarcación que los grandes intereses educativos y económicos de Puerto Rico quieren naufragar en la bahía del Viejo San Juan.
He ahí la lógica de la Educación Superior Pública de Puerto Rico. He ahí la epistemología de una violencia con dimensiones casi poéticas, por lo bien intencionada y diseñada que está. ¡Bravo, Fortuño! Pero no voy a permitir que el cinismo me empañe.
Si desmantelan la educación superior pública de Puerto Rico, a las personas pobres como yo les tocará estudiar en pocilgas educativas. El tiempo de las becas y de los préstamos que daban para irse a estudiar a los Estados Unidos se acabó. Las ayudas no dan para cubrir los enormes gastos de matrícula, o si dan, dejan endeudados a los estudiantes por el resto de la vida.
Yo he experimentado en carne propia lo que es el no poder expresar claramente mis ideas por no tener un buen conocimiento del español, ni del inglés, ni de mi propia condición histórica como puertorriqueño. Me ha tomado muchos años remediar el no haber tenido una buena educación en esas áreas. Y cuando uno es pobre y escritor, el único fusil que uno tiene para defenderse es el lenguaje, es la capacidad de figurar, de inventar metáforas, de hacer conexiones con nuestro pasado, y todo esto lo he sufrido por haber recibido una educación pública colonial y rezagada en Puerto Rico.
Yo sé lo que ustedes van a sufrir cuando pierdan sus puestos. Yo sé lo que van a sufrir cuando se tengan que ir de Puerto Rico y se las vean enseñando cursos de lengua en las Universidades de los Estados Unidos bajo contratos basura. Yo sé lo que van a sufrir cuando pierdan sus casas y no puedan enseñar a sus compatriotas. Yo sé lo que van a sufrir cuando sus compañeros de claustro les caigan encima con rabia, como pitbulls, al ustedes estar en desacuerdo con ellos, para quedarse con las pocas plazas y con las migajas departamentales que sobrevivan la crisis.
Yo soy un escritor gay y a mí se me lee porque existe un departamento de Estudios Hispánicos. Es donde único en Puerto Rico se han enseñando. Entonces, les tengo que gritar a los escritores, especialmente a los LGBT: ¿Creen ustedes que las universidades privadas y ultraconservadoras de Puerto Rico enseñarán la literatura que ustedes producen? ¿Creen ustedes que esas universidades religiosas le darán oportunidad a su manera de pensar?
Acabaré esta reflexión con una anécdota. Hace cinco años un grupo de profesores del Recinto de Río Piedras nos reunimos en la sala de mi apartamento para fundar una universidad de Humanidades que funcionara como una alternativa privada de alta calidad al Recinto de Río Piedras, que ya en aquel tiempo se desmoronaba. Pasamos muchísimas horas trazando un horizonte intelectual y filosófico de lo que debía de ser esa nueva Universidad. La información que les presentaré está en inglés porque preveíamos que necesitaríamos acreditaciones y fondos externos. Comparto con ustedes el rigor y la dedicación con que emprendimos semejante proyecto, con la esperanza de que estas dos universidades coexistan y que Puerto Rico no se quede sin una buena universidad pública de Humanidades.
La llamamos Episteme.
Ante la profunda oscuridad que se aproxima, espero no morirme sin algún día enseñar en esa nueva Universidad.
El autor es escritor. El comentario fue publicado original en http://www.letraypixel.com/blog/tag/upr