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Jueves, otra mañana lluviosa de febrero. El olor a café recién hecho alivia por momentos el frío punzante, y la estampa gris a la que no he podido acostumbrarme aún después de cinco inviernos en España. Como todos los días abro mi correo electrónico. Mensajes de amigos y familiares, anuncios, ofertas de trabajo inundan mi buzón. Tras una ojeada rápida mi mirada se detuvo en un mensaje que cambiaría el transcurso de esa semana y días posteriores. La oficina de turismo de Puerto Rico en Madrid enviaba una invitación para asistir a la celebración del natalicio número 96 de Julia de Burgos que tendría lugar el 17 de febrero en el Café La Fídula, lugar mítico de la ciudad en donde desde los ochenta se reúnen músicos, amantes de la literatura, tertulianos y artistas en general para disfrutar de diferentes manifestaciones artísticas en un espacio muy conocido pero a la vez íntimo y personal. Se trataba de una lectura comunitaria de la poesía de Julia y toda persona que estuviese interesada podía leer, recitar o interpretar algún poema. ¿Julia de Burgos?¿En Madrid? ¡Qué grata e inesperada sorpresa! Al cabo de unas horas recibo un nuevo mensaje electrónico. Esta vez de Rosalina Martínez, una buena amiga con la que viví mis primeros años en la urbe madrileña y a la que no veo hace varios años. “Si estás en Madrid te aviso que hay un evento en honor a Julia de Burgos, estaría bien ir. Hay muy pocas actividades en esta ciudad que celebren a nuestros escritores boricuas”. Aquello era claramente una señal que confirmaría mi presencia en el evento. Es realmente extraño para nosotros, los escasos boricuas residentes en España, encontrarnos con algo que evoque directa y profundamente nuestra cultura. A diferencia de Nueva York o Chicago, donde sonamos tanto, en España no es nada habitual que se mencione el nombre de la Isla o algo relacionado con ella. Es bien sabido que nuestra emigración se ha dirigido en su inmensa mayoría hacia el norte del continente americano. Allí es posible vivir y entender un poco más de cerca nuestra cultura, pero yo no estoy allí sino aquí. Aquí “Caribe” significa Cuba, República Dominicana y por fuerza de los recientes acontecimientos, Haití. De Puerto Rico ni se habla. Este lado del charco no es un destino habitual para los puertorriqueños, y los pocos que vienen suelen tener una estancia corta. Será por eso que cualquier cosa que me recuerda a mi tierra me emociona de manera indescriptible. Será el consuelo del exiliado, esa mezcla de orgullo y emoción que le entra al cuerpo cuando algún detalle que antes ni notaba le recuerda a su patria. El evento rendía homenaje a una poeta cuya obra no escuchaba ni leía desde mis años universitarios. Sus escritos calaron hondo en mí en aquel entonces: el amor que siempre profesó por su tierra, por la naturaleza y esa pasión con la que impregnaba todo lo que escribía sembraron en una gran admiración por su trabajo. Julia y Rosalina, el destino me ofrecía la posibilidad de un doble reencuentro, la combinación me gustó y me lancé a la aventura. Durante toda la mañana del miércoles siguiente estuve pensando en lo que haría esa noche. De nuevo la estampa gris de febrero y el cansancio habitual después de una jornada laboral. El trayecto a casa fue diferente, con cierta ansiedad iba escarbando en mis recuerdos en busca de algún poema de Julia, de esos que nunca me cansé de leer. Cómo no acordarme de “Río Grande” de Loíza, uno de los poemas más enseñados en las escuelas puertorriqueñas y que escuché tantas veces en la radio o en la televisión en la voz de cantantes y actrices. Es un poema que con el tiempo se ha hecho popular en la Isla, imprescindible cuando se quiere elogiar a la patria. Escrito hacia los años 40, Julia de Burgos expresó a través de este poema su amor por Puerto Rico y su dolor por el status político isleño. Un dolor que nace por su relación arraigada con el entorno natural borinqueño. Recordé también “Yo misma fui mi ruta”, poema que siempre me ha gustado y en el que se aprecia la rebeldía de la voz femenina de Julia que, sin saberlo, representaba a toda Hispanoamérica. Seguían en mi mente este y otros poemas que testimonian su deseo por hacerse eco de la voz de tantas mujeres, que por anhelar esa igualdad han ganado amplia difusión con el paso de los años constituyéndose como obras que reflejan una constante búsqueda por erradicar la inequidad entre seres humanos. No podía dejar de pensar en estos temas y en el reencuentro que me esperaba esa noche. Ya en el centro de Madrid llegué a La Fídula. Me adentré en un espacio mágico, una luz tenue dominaba el ambiente. Fotos de viejas glorias de las artes madrileñas y una que otra propaganda con la estampa propia de los años 70 cubrían las paredes del recinto. Gente sonriente que compartía una cerveza o un vino con amigos. Al fondo un escenario pequeñito que tenía en medio fotos de Julia de Burgos, un ambiente bohemio y pintoresco que me cautivó de inmediato. Me senté en una mesa antigua de madera desgastada por los años y los roces con las gentes que por allí habían pasado. Las sillas eran de color vino oscuro, desde la mía se veían fotografías y libros que La Discreta Academia, los responsables del evento, habían puesto a libre disposición de los invitados. De repente apareció Rosalina, me emocioné muchísimo al verla sobre todo porque al saludarla me dijo que venía preparada para leer uno o dos poemas de Julia. Todo estaba por comenzar. La velada daba sus primeros trotes cuando Juan Varela Portas, editor de Ediciones de La Discreta, animaba a los asistentes a celebrar el natalicio de la poetisa. Fue preguntando mesa por mesa sobre posibles candidatos a leer algún poema. Como si de un rito se tratara, vi a varias personas con sus poemarios que se daban a la tarea de prepararse, respirar hondo y atreverse a encarnar la voz de la gran Julia de Burgos. Éramos pocos pero parecíamos doscientos por el rebosante calor humano y la efervescencia que provocaba el motivo del encuentro. Así escuché opiniones, reflexiones, poemas de, sobre y para Julia. Personas con diversos acentos y entonaciones leyeron poemas como: “Las voces de los muertos”, “España no caerás”, “Emoción exaltada sin respuesta”, “Brindis”, “Nada”, “The sun in Welfare Island”, entre otros. Varios jóvenes puertorriqueños participaron en la lectura comunitaria en su honor. Primera alegría de la noche. Entre ellos Rosalina, amante de la literatura y residente en Madrid quien al final de la velada me comentó: “Ante todo me hace sentir halagada que una editorial española esté tan interesada en publicar poetas puertorriqueños y que se dé a conocer a Julia de Burgos que, siendo una de las mejores poetas del siglo XX, solo unos pocos la conocen aquí en España”. Personalmente, nunca había escuchado el poema que Rosalina leyó, “Pentacromía”, un poema maravilloso que trata el deseo de Julia por ser hombre. Es una especie de burla a la sociedad y su costumbre de colocar al hombre a través de la historia como un héroe al que todo se le permite, un todopoderoso. Julia expresa su deseo de querer ser hombre, no por aspirar a ser superior, sino en señal de protesta ante un mundo desigual. “Escogí “Pentacromía” porque es un poema en el que la autora asume un rol masculino. La poesía de Julia siempre utiliza imagenes de la naturaleza, específicamente del agua, el río, el mar y este poema es totalmente opuesto” , me contó Rosalina al final de la velada. Jesús del Valle, boricua residente en Madrid y otro apasionado de la literatura, leyó y comentó el poema “A Julia De Burgos, Tendida en una calle”, cuyo autor es el escritor y profesor de la Universidad de Nueva York (NYU) en Madrid, Eugenio Suárez-Galbán. “El poema me parece hermoso, pero además de eso porque creo que sintetiza bien el personaje (y un poco a la mujer) que fue Julia de Burgos. Por un lado su tragedia y por otro sus pasiones…” afirmaba del Valle, “…se nota que es alguien que conoce la ciudad de Nueva York, la dureza y el dolor que implica ser un deslocalizado, expatriado, migrante…” continuaba refiriéndose al autor. Por su parte, otro puertorriqueño residente en Madrid, Darío Morales Collazo, leyó los poemas “Interrogaciones”, “Desde Adentro” y “Poema para tu Soledad sin Sonido”, e improvisó una melodía acompañado por un piano. Morales Collazo afirmaba: “Escogí estos por su inmediato efecto en el lector. Porque mientras los leo, las palabras de Julia se convierten inevitablemente en mi sentir, su pesar, se convierte mío…en su exilio, logra delinear con exactitud la angustia de estar alejada de lo propio y lo anhelado, reconociendo lo imprescindible e inevitable de tal acto”. El evento estuvo a cargo de un grupo de españoles amantes de la poesía caribeña y sobre todo, de Julia de Burgos: La Discreta Academia, una organización sin ánimo de lucro cuya finalidad es difundir la literatura y las artes de manera popular. Cuando supe esto sabía que estaba rodeada de gente genuina y verdaderos enamorados de la literatura que estaban allí porque de verdad querían celebrar a una poeta que admiraban tanto por su obra y la calidad de sus textos como por el mensaje que transmite en sus poemas nunca pasados de moda. Los miembros de La Discreta hacen llegar a la gente de a pie de una manera viva, intelectual, artísticamente rigurosa pero desenfadada la obra de artistas no tan conocidos en España. Segunda alegría de la noche. Y es que no solo promocionan la literatura a través de eventos de este tipo, o la edición de libros, sino que también tienen una sección musical llamada La Troupe de Trapo, que participó esa noche y con la cual musicalizaron los poemas de Julia de Burgos. Existe un concierto preparado por La Troupe que contiene quince poemas de la autora (como “Río Grande de Loíza”, “Ay, ay, ay de la grifa negra” y “Yo quise ser”) que el pasado año realizó una gira en Puerto Rico y actualmente se presenta de manera intermitente en España. Hay composiciones originales de algunos de los miembros de la asociación en las que los poemas se recrean con ritmos variados: blues, bolero, tango, reggae, pasodoble, etc. Cabe destacar, que el disco de La Discreta “A Julia sin lágrimas”, cuyo título está inspirado en el poema del mismo nombre del poeta dominicano Pedro Mir, obtuvo el noveno lugar en la selección de las 20 producciones discográficas más sobresalientes de 2009 realizada por la puertorriqueña Fundación Nacional para la Cultura Popular. Esta reunión me ha devuelto el interés incitándome al reencuentro con la poesía de mi tierra, poesía que tiene la virtud de no ser olvidada con facilidad. Que suena y por tanto conmueve al oyente, una poesía para leer, recitar y disfrutar. Esa noche sirvió como enlace. Los que creíamos que solo sería un mero ejercicio de lectura comunitaria, nos dimos cuenta de que se reunieron un grupo de amigos de diferentes puntos del globo, sin saber que lo eran, que tenían en común la inquietud por la literatura y la admiración por la poetisa. Allí nos hicimos cómplices de sus palabras. Éramos amantes de la cultura que de una manera abierta y participativa nos envolvimos en el caudal imparable de un río maravilloso llamado Julia de Burgos. Regresé a casa en medio de un mar de versos circundando mi cabeza. De repente febrero no me resultaba tan frío ni tan gris. La llovizna y el ruido de la capital se transformaban a mi paso en susurros de palmeras, cantos de coquí, olor a parcha y coco. Por instantes sentí las olas del mar golpeando mis pies descalzos en la arena. Tercera alegría de la noche. La Discreta Academia: www.ladiscreta.com