Egresados, estudiantes, colegas psicólogos representando diversas instituciones educativas, docentes actuales y jubilados del Programa Graduado de Psicología del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR), se dieron cita a mediados de abril para celebrar el 30 aniversario del programa doctoral.
Durante el evento la primera egresada del Programa Graduado (1989) y profesora jubilada, la doctora Wanda Rodríguez Arocho, ofreció la conferencia magistral: La universidad como vivencia: Celebración imprescindible en tiempos de turbulencia (porque no hay otros).
Su exposición combinó de forma exquisita la vida que fluye en el tiempo donde se abisagran tres vórtices de la experiencia: la personal, la universidad como institución educativa junto a esa vida dulce y amarga que transcurre en el espacio sociopolítico, económico y cultural de Puerto Rico. En su proceso de significar sus vivencias se destacó una poderosa voz reflexiva sobre cómo las diferencias de género y clase atraviesan la experiencia personal. Compartió que para su madre, con segundo año de escolaridad, y para su padre con quinto año de escolaridad, su entrada a la universidad marcaba “la oportunidad de valerme por mí misma” o, como frecuentemente se dice, “mi posibilidad de darle una patada a cualquier hombre que no me tratara bien”.
Esa promesa de futuro se tejía de manera conflictiva en la experiencia directa en un campus universitario donde agentes transgresivos abrían la posibilidad del cuestionamiento, el análisis crítico, y la lucha política. Agentes que, ella insiste, “creaban ambientes y condiciones para la formulación de preguntas y la discusión de respuestas, para la imaginación, la actividad creativa y la elaboración de comprensión propia”.
“A mi madre y a mi padre les costó aceptar que en poco tiempo la turbulencia se expresaba en forma de cuestionamientos, de argumentos y de desobediencia”, comentó.
Rodríguez hilvanó un relato donde se cristalizaron las paradojas, las formas de exclusión y las asimetrías sociales del contexto histórico de los años 70 y 80 con sus luchas sociales, el activismo político y el afán de construir un mundo mejor. Desde allí se va cuajando la propuesta doctoral del Programa, desde la turbulencia.
En uno de sus señalamientos más provocadores Rodríguez invitó a pensar la crisis como “una ineludible condición del enfrentamiento con las condiciones de vida”. La crisis se vive en dos instancias: en el plano material de recursos limitados y el humano, “porque tenemos el hábito de enfocar lo que nos diferencia sobre lo que nos iguala y porque hemos también vaciado de sentido la práctica de conversación y diálogo”.
La invitada apuntó hacia un horizonte de cambio impactado por dos grandes choques. Primeramente, tenemos el choque filosófico e ideológico, según expuso en la siguiente cita: “De un lado, la universidad entendida como espacio para cuestionar, investigar, crear, polemizar y transformar la sociedad con un grado de autonomía con respecto a otras instituciones sociales y con un entendido ancestral de libertad de cátedra. Por otro lado, la universidad entendida como la autoridad expendedora de titulaciones que se orientan por competencias y cuya excelencia se evalúa a base del cumplimiento con controles para garantizar un determinado entendido de calidad y por el costo-beneficio económico definido por las reglas del mercado”.
El segundo choque remite a la transformación de los procesos cognitivos y de enseñanza/aprendizaje con la viabilización de las tecnologías digitales de información y comunicación que ha reconfigurado un espacio social a partir de la “conectividad permanente, la interactividad y la hipertextualidad”. Ambos choques significan y significan retos importantes para el desarrollo de nuestro Programa Graduado y puntos de referencia obligados a la hora de ensayar la comprensión del momento actual.
Un tercer elemento que añade turbulencia así como espacios de negociación fue la necesidad de promover y apoyar la investigación a través del programa doctoral. El desarrollo de la investigación psicológica se favorece desde sus inicios por el Centro Universitario de Servicios y Estudios Psicológicos (CUSEP). Igualmente, mencionó al Instituto de Investigaciones Psicológicas (IPSI) y diversos proyectos de innovación en los procesos de formación profesional y académica que se han gestado desde el Departamento de Psicología a lo largo de estos 30 años y destacó valiosas alianzas con unidades como el Centro de Investigaciones Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales.
Hacia el final de su conferencia magistral, Rodríguez invitó a la audiencia a evaluar las áreas de estudio del Programa frente al escenario laboral actual. De manera emotiva pero al mismo tiempo serena, fue cerrando un relato que sirve de ancla y despegue de futuros encuentros reflexivos, y seguramente con más turbulencias. Dijo, de forma amorosa pero contundente, que se requiere un “análisis cuidadoso y una discusión pública de lo que ha implicado sobre la carga laboral de docentes las llamadas medidas cautelares y cómo y con qué nivel de efectividad están siendo asumidas las tareas que dejamos quienes nos jubilamos” .
Asimismo, señaló la paradoja de que mientras desde los discursos oficiales institucionales se hace énfasis en la calidad, la excelencia y la productividad, las condiciones de trabajo actuales dificultan enormemente dicha encomienda. Especialmente hizo un llamado a la Facultad de Ciencias Sociales para recuperar el liderato que una vez tuvo en la discusión y análisis de estos asuntos con incidencia en la formulación de políticas públicas.
“Con la gravedad de la socioeconómica actual pienso que se trata de una responsabilidad ética”, puntualizó.
La autora es catedrática del Departamento de Psicología, Coordinadora del Área de Psicología Social Comunitaria y del Seminario Permanente de Métodos de Investigación (SPMI).