Las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI) refugiadas no solicitan la ayuda que necesitan, a pesar de su extrema vulnerabilidad, por los riesgos que implica revelar su identidad sexual o de género.
“Las personas están total y completamente aterrorizadas de revelar su situación, y con razón, estarían muertas, estarían muertas si lo hacen”, dijo a IPS el director ejecutivo de la Organización para Refugiados, Asilo y Migraciones (ORAM, en inglés), Neil Grungras.
ORAM, con sede en San Francisco, trabaja con algunos de los refugiados más vulnerables del mundo, incluso LGBTI que huyen de Siria y buscan refugio en Turquía, donde Grungras señaló que en la actualidad solo hay cinco personas que se definieron como tal entre los 2.7 millones de refugiados.
“El número de personas LGBTI que recorren todo el sistema, salen vivos y solicitan reasentamiento es pequeño; ni siquiera llega a la proporción mínima de LGBTI que hay en la población mundial”, precisó.
En la segunda semana de este mes “tuve a un iraquí que regresó a Iraq porque no logró articular las palabras para explicar su situación a Acnur, no pudo”, ejemplificó Grungras, refiriéndose al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, que tramita las solicitudes de asilo.
Grungras explicó que los miedos actuales tienen que ver con sus experiencias pasadas, en particular con la burocracia en sus propios países, más que con un indicio del procedimiento de Acnur.
Acnur está “muy, muy preocupada” por la seguridad de los refugiados LGBTI, puntualizó, y hace poco distribuyó una guía para garantizar la seguridad de la información personal. También señaló que esa es una de las principales preocupaciones expresadas por la agencia en las reuniones realizadas en Ginebra la segunda semana de este mes.
Una de las razones por las cuales las personas LGBTI refugiadas son particularmente vulnerables es porque no cuentan con el apoyo de otros refugiados.
“Las actitudes homofóbicas y transfóbicas de sus países no se evaporan simplemente porque son refugiados, lo que hace que a menudo las personas LGBTI queden aisladas y sean propensas al abuso”, explicó a IPS la directora ejecutiva de OutRight International, Jessica Stern.
“Muchas personas en los países anfitriones las discriminan por ser refugiados y, en sus países, por ser LGBTI”, remarcó.
“Las consecuencias de ello es que esas personas, que ya escaparon de un trauma horrendo, sigan padeciendo un profundo sufrimiento”, añadió.
La población LGBTI soporta una gran violencia en el mundo; el último sonado ejemplo es la masacre ocurrida el 12 de este mes en un club nocturno de la ciudad estadounidense de Orlando, en el estado de Florida, en la que murieron 49 personas y 53 quedaron heridas.
Al respecto, Stern aplaudió una declaración del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, divulgada la segunda semana de junio en respuesta a la matanza de Orlando, porque es la primera vez que ese órgano de la ONU “se refiere oficialmente a la orientación sexual”.
“Esperamos que el comunicado de prensa sea una señal de que los miembros del Consejo de Seguridad finalmente reconocen que la homofobia supone una amenaza para la paz”, destacó.
Pero Stern precisó que la ausencia de la identidad de género en la declaración constituye una “omisión importante”.
“No hay una forma creíble de separar el impacto que la homofobia y la transfobia tienen en la masacre de Orlando”, opinó.
“Las personas transgénero suelen ser las primeras víctimas de la violencia”, precisó Stern.
“Solo en los primeros seis meses de 2016, 100 personas transgénero fueron asesinadas en el mundo”, ejemplificó.
“Esos datos solo reflejan los casos aparecidos en los medios de comunicación; imagine cuántos más pueden haber sufrido”, añadió.
Faltan lugares de reasentamiento
Es importante que más refugiados LGBTI se sientan seguros como para revelar su identidad de género o sexual, pero también es importante que se creen más espacios de reasentamiento para los refugiados vulnerables, observó Grungras.
“Recién ahora comprendemos que apenas si logramos hacer una contribución y que hay muchas personas con una gran necesidad de ser reasentadas”, indicó.
“A menudo, las personas encargadas del reasentamiento se encuentran frente a un terrible dilema”, reconoció.
“Conversando con una funcionaria en Ankara, quien me cae bien, respeto y en la que confió y sé que es increíblemente sensible” a la situación de los refugiados “me dijo, ‘bueno Neil, ¿qué quieres que haga?'”, relató Grungras.
“Tengo a una mujer embarazada con dos hijos y que tiene que dedicarse al trabajo sexual para sobrevivir, una persona con cáncer y otra LGBTI que será asesinada por su familia, ¿quieres que haga de Dios?”, prosiguió.
Acnur reveló este mes que solo habrá 170,000 lugares para el reasentamiento de los refugiados más vulnerables del mundo en 2017, una pequeña proporción frente al 1.19 millón de personas consideradas en esa situación, y aun menor en relación con los más de 60 millones de personas obligadas a abandonar sus hogares y/o sus países en todo el mundo.
Todavía quedan esperanzas de que las dos cumbres que se realizarán en la ONU en septiembre, convocadas por el secretario general Ban Ki-moon y el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, logren que la comunidad internacional encuentre la forma de aumentar los lugares disponibles.