Relatos Salvajes presenta exactamente lo que anuncia su título y sugiere la foto de promoción que la representa, y no hay nada malo con eso. En esta comedia negra, seis historias cortas forman una antología cinematográfica. En ellas los diferentes personajes, cuyo comportamiento contiene lo peor de nuestra especie, buscan salir adelante, sobrevivir o ganar a toda costa.
En la primera historia, algunos de los pasajeros de un vuelo comercial tienen a un conocido excéntrico en común; en otra, la cocinera y la mesera de un “diner” consideran si vengarse de un cliente vale la pena; luego, en la tercera, dos conductores tienen un encuentro estrepitoso en una calle desolada después de que uno insulta al otro. Para evitar robarles el placer de descubrir lo que va a pasar, evitaré detallar los demás episodios. Pero sí les aseguro que la película desata sus relatos de manera experta, y en su mayoría muy entretenida, manteniendo nada más que algunos temas similares en común. La impaciencia, la injusticia, y la falta de control, hacen acto de presencia en este largometraje argentino de libreto y dirección de Damián Szifrón, conocido en su país como guionista para la televisión.
Ambas, la producción y la edición del filme son un acierto, si bien, un poco predecible. Las actuaciones, sin embargo, sí son impecables. Muchos irán a ver particularmente al protagonista de uno de los episodios, Ricardo Darín (Nueve reinas y El secreto de sus ojos), y con mucha razón, ya que otra vez es magnético en pantalla. Indignado con la burocracia de su ciudad y exasperado con todo, su personaje tiene su mejor momento cuando se enfrenta a una abogada (Andrea Garrote) que no le deja pasar ni una. No obstante, el público también quedará encantado con otros actores menos conocidos. Rita Cortese y Julieta Zylberberg –en la historia del “diner” antes mencionado– logran diálogos vivaces y divertidos que, comoquiera, mantienen creíbles sus roles en el drama de venganza que traman. En otra de las historias, el actor Oscar Martínez destaca en su papel a pesar del poco tiempo en que aparece en pantalla. Él es un hombre adinerado que se harta de que lo chantajeen mientras lidia con una situación tensa, un abogado, un chivo expiatorio, un fiscal y la prensa que acecha en la más lograda de las seis historias.
Como el género al cual pertenece es exigente, Relatos Salvajes aprovecha la tensión y el suspenso para incomodar y causar risa. La cámara se mantiene en movimiento de manera fluida, achicando el marco cuando es necesario crear un sentido de peligro inminente con uno que otro close-up bien escogido hasta que cada historia llega a su conclusión, satisfactoria y sin ambigüedades. Para un análogo, vean episodios de la serie inglesa Black Mirror, que también explota las partes molestosas de la vida contemporánea y la mezquindad humana para exponer cómo nos comportamos y para mofarse de los privilegios que algunos gozamos.
Sólo el último de los relatos se extiende más de la cuenta. Desafortunadamente, está en parte basado en el estereotipo bastante trillado de la novia de bodas monstruosa y el marido boludo y, aunque el libreto intenta arreglar las cosas con un final inesperado, es la más débil de todas las historias. Tal vez sufre en parte también porque es la última en un filme que dura dos horas, pero su ritmo narrativo no es tan exacto como el de las demás.
Relatos Salvajes comienza con conflictos mundanos que se tornan casi caricaturescos en violencia y caos, queriendo probar que un cierto nivel de anarquismo es necesario en nuestro mundo. La lección sigue siendo bienvenida, siempre y cuando intrigue y entretenga como aquí.