Los retos del presente deben convencernos a todos de la necesidad de recurrir a modalidades de acciones colectivas concertadas para enfrentar con éxito las ya reiteradas políticas de austeridad en un contexto del acentuado colonialismo en el archipiélago de Puerto Rico. Posterior a la aprobación de Promesa, se ha roto el pacto social constitucional e inaugurado un estado de ocupación e intervención de nuestro gobierno, que aunque colonial, fue legítimamente elegido por nuestra gente en elecciones democráticas.
La historia reciente nos ilustra con mucha crueldad, que actuando por separado todos seremos aplastados por un Estado que ya devela su inclinación natural por defender a los más poderosos, aunque en su conveniente retórica dice defender a Puerto Rico, a los más vulnerables y a nuestros intereses como pueblo. Me imagino que su amor por Puerto Rico se evidencia en la comprensiva contra-reforma laboral que nos han impuesto a toda prisa para inaugurar el nuevo estado de situación en el país.
Cínicamente, el gobierno nos invita constantemente a sacrificarnos todos, especialmente a los trabajadores y trabajadoras, sin exigir mucho a los grandes intereses económicos que pagaron su campaña. Ello porque en realidad no le preocupa sacrificar a todos los sectores sociales para que los bancos y el sistema financiero siga como si nada, provocando crisis fiscales de tiempo en tiempo para amasar más fortunas. De eso sabemos los puertorriqueños porque hemos oído la canción de la austeridad y el sacrificio desde hace una década. El capital, con sus diferentes rostros, es implacable, quiere seguir obteniendo riquezas y está dispuesto a quitarle todo al pueblo contar de lograr sus propósitos.
Al respecto, es obligado concluir que el movimiento obrero tiene una obligación moral que cumplir para defender sus preceptos de justicia distributiva y beneficiar no sólo a sus miembros sino a las grandes mayorías. Esta es la hora de mostrarse útil a la sociedad o reducirse a un movimiento irrelevante para liderar el cambio que es necesario. Si los trabajadores organizados no asumen con responsabilidad su rol histórico, entonces ya no tendrán ningún sentido como movimiento social. Precisamente, los sindicalistas tiene una ventaja estratégica sobre otros movimientos sociales que agrupan diversos sectores de nuestra sociedad y como podrían ser: los desempleados, los ambientalistas, las organizaciones de mujeres y las feministas, los jóvenes, los pensionados, los viejos, los defensores de los animales, los sectores ocupacionales, los profesionales organizados, las comunidades, entre muchos otros.
El reconocimiento no es caprichoso, porque a diferencia de los demás movimientos sociales, en su esencia, el movimiento obrero está organizado por ley y su rol es defender los derechos de sus miembros a toda costa. Su accionar tiene el respaldo de nuestra constitución que ampara las acciones colectivas sindicales para defender sus intereses. Por eso, la legalización de la huelga, la garantía del uso de piquetes y la autorización de realizar otras acciones concertadas. Ahora bien, el reto hoy sobrepasa ese contexto. Los sindicatos tiene que extender su capacidad organizativa fuera de sus talleres de trabajo, entre otras cosas y sin limitarse, porque sus miembros están siendo atacados como ciudadanos.
Precisamente, las suspensiones de derechos de la última década han sacudido la estabilidad de los sindicatos y sus conquistas históricas. La sociedad propuesta por las medidas de ajuste no tiene espacio para la disidencia, ni los sindicatos críticos que defienden a sus miembros. Ahora, cualquiera que trata de defender sus derechos enfrenta el ostracismo social, se le reputa irresponsable porque no quiere cooperar en pagar una deuda que ahora resulta de todos, aunque fueron unos pocos los que la crearon para beneficiar sus propios intereses.
Ciertamente, han habido muchas acciones concertadas por los sindicatos, pero en general, la respuesta del movimiento ha sido desarticulada e inefectiva. El movimiento está tan dividido, que ya no tienen ni capacidad de reflexionar juntos, de marchar juntos. El movimiento ha perdido de perspectiva su capacidad para por lo menos entorpecer sino detener intentos de reforma laborales anteriores. Los sindicatos han tratado de actuar solos contra el Estado, reclamando intereses legítimos de sus miembros, pero uno por uno han sido derrotados.
Es hora de concertar una agenda mínima, que ciertamente se presume parte de un movimiento social a largo plazo. Ese es nuestro reto hoy. Pasar por alto, que en esta ocasión y abiertamente el capital, con sus socios en el gobierno, han lanzado la reforma laboral más comprensiva de la historia de Puerto Rico y que abarca peyorativamente tanto al sector público, como al privado, es no comprender la seriedad nociva de las mismas. Esto es una ruptura histórica de los pactos sociales que guiaron a nuestro pueblo en el último medio siglo. Es hora de una actuación seria y determinada, no limitado a los talleres sino para reivindicar la sociedad entera.
Las siguientes son unas ideas en torno a posibles estrategias para construir una respuesta colectiva a la propuesta de austeridad permanente que como sociedad enfrentamos. La misma no está completa y requiere deliberación por parte de los actores sociales, en su trabajo, en su sindicato, en su organización y en su comunidad. Entre las alternativas utilizadas exitosamente en otros países, podemos adaptar a nuestra realidad las siguientes:
Buscar alianzas
El movimiento obrero debe promover una amplia alianza con sectores afectados por las reformas laborales y los ajustes fiscales. Todos deben ser convocados, los jóvenes, los pensionados, los universitarios, los grupos comunitarios, los grupos ecologistas, ambientalistas, los políticos de oposición, los políticos disidentes de la mayoría parlamentaria, las asociaciones de laboralistas, las asociaciones de profesionales, el Colegio de Abogados, la Asociación de Economistas y Ciudadanos a favor de la auditoría de la deuda, entre muchos otros.
Desarrollar una unidad táctica dentro del movimiento
Es necesario desarrollar una unidad táctica dentro del movimiento social que se concrete en aspectos comunes de formación sindical, investigaciones, gastos en la difusión interna y externa y servicios a los miembros, entre otros. Hacer un inventario de talento dentro de las uniones. El movimiento cuenta, por ejemplo, con la APPU y las agrupaciones de maestros. Allí, muchos de los afiliados podrían ser parte de un plan de educación y formación amplio. Los profesores economistas y de finanzas, armónicos al movimiento, podrían monitorizar críticamente las acciones de la Junta de Control Fiscal, con lo que dispone Promesa, y su relación con nuestro gobierno. Dentro del movimiento, están especialistas en hacienda pública y reforma contributiva que podrían presentar alternativas a los modelos propuestos por los sectores adinerados. Así sucesivamente diferentes sectores del movimiento pueden representar alternativas a muchos de los ajustes propuestos. Eso, sin embargo, no ocurrirá espontáneamente, es necesario construirlo y la única forma es unidos.
Crear un fondo económico amplio
También es necesario crear un fondo económico amplio. Esto para luchar efectivamente y enfrentar las políticas de austeridad y de ajuste fiscal en una batalla de varios ámbitos: (1) en la academia; (2) en el plano ideológico; (3) en torno a las políticas públicas apropiadas y (4) en la organización política para contestar las iniciativas del capital durante la crisis. Hay que establecer alianzas efectivas para combatir la propuesta del neoliberalismo y su receta en contra de los derechos políticos, sociales, económicos y culturales de las mayorías.
En lo académico, ya no se puede permitir que se siga considerando la mano de obra como un simple costo y al desempleo como una situación voluntaria a la que acceden los trabajadores. Todo eso no corresponde a la realidad de la persona que quiere trabajar y ser productiva, pero que defendiendo sus derechos como ciudadano no quiere ser explotada. Las nociones de la economía neoclásica deben refutarse con firmeza. Está probado que la libre circulación de capitales no rinde beneficios sociales fuera de los tenedores del capital y solamente funciona sacrificando al resto. Los salarios más bajos no suponen más empleo. Los salarios bajos y malas condiciones de empleo producen deflación y estancamiento económico prolongado.
La suspensión de derechos fundamentales no ayuda al desarrollo económico de la sociedad. El problema es que no se entiende la propuesta de salarios más elevados y trabajo decente como alternativa a las medidas de ajuste. Eso si fallamos en contextualizar un nuevo modelo de oferta y demanda fundamentado en lo anterior y que no esté basado en la libre circulación de capitales por el mundo sino todo lo contrario, en proveer al mercado de capital reglas justas para los intercambios que sean operadas democráticamente por todas las sociedades. El problema es que por muchos años las voces disidentes a las injusticias provocadas por el mercado capitalista equipararon al mercado con el capitalismo y combatieron ambos. Ahora se trata de democratizar justamente los intercambios comerciales dentro de ese fenómeno que conocemos como mercado y que puede ser neutro o no capitalista en su funcionamiento. Eso para proteger a los trabajadores y los desposeídos del capital.
Si alguien debería estar avergonzado por sus fracasos, son los proponentes de un mercado capitalista a secas, porque ciertamente nos han dirigido una y otra vez a las crisis y los severos ajustes económicos que ya no son periódicas sino permanentes. Por esa razón, su alternativa ahora son los ajustes y medidas de austeridad permanente. Eso para mantener los privilegios de unos pocos. Contra esa visión debe ir dirigido el movimiento social, comunitario y pluralista que debemos consolidar porque ya existe pero está disperso.
En el ámbito ideológico, es necesario impugnar la hegemonía de la propaganda producida por el mercado capitalista y derrotar enérgicamente en el debate público esas nociones simplistas de que el sector privado es más eficiente. Si eso es así porque no le meten mano a todas las corporaciones públicas arruinadas, en parte, porque el gobierno ha querido subsidiar los precios a los consumidores. ¿Por qué no las convierten en empresas exitosas, manteniendo el subsidio de precios? Claro, su interés no es el subsidio, sino la explotación y la ventaja. Por eso les interesan, aquellas corporaciones rentables del gobierno para aumentar el costo de los servicios y obtener beneficios a costa del pueblo.
Hoy debemos defender la imposición de leyes de responsabilidad social de las empresas para que se respeten los derechos de los humanos que allí trabajan, los derechos de los consumidores, para que la competencia no sea desleal y para que se respete el medio ambiente durante la producción. Es tiempo, por ejemplo, que la empresa privada aporte al sostenimiento de un sistema de retiro para el sector privado, que dé cuenta a esos miles de trabajadores que después de ofrecerle los mejores días de sus vida a su empresa, son despedidos sin protección y a su suerte en un mercado de trabajo que ya no les acogerá sino en condiciones poco dignas y precarias.
En estos momentos, hay que clarificar los términos, la flexibilidad no es una virtud, sino una propuesta innoble de robarle derechos y beneficios a las personas que sólo tienen su sueldo. De igual forma, la liberación de los mercados no tiene nada que ver con la libertad ciudadana tan anhelada, sino que se limita a la libre acumulación de más beneficios para el capital privado sin consecuencias positivas para el erario de los países y peor aún con efectos dañinos al mismo. En tal sentido, es necesario enorgullecerse de defender el ideario obrero. No hay que excusarse por impugnar los recortes masivos al sector público, los mismos son injustos y dirigidos a proteger a los más fuertes. Basta ya de admitir acríticamente que los derechos de los trabajadores son incompatibles con el crecimiento económico.
En el ámbito de las políticas públicas, es necesario exigir políticas audaces que modifiquen este patrón de austeridad sobre el más pobre. Que se deje de idealizar una privatización cuya mayor virtud es encarecer sin control los servicios sociales. Por otro lado, es importante que las políticas activas de promoción del empleo, que usualmente se transfieren beneficios al sector privado a cambio de crear empleos, sean efectivas y que se rinda cuenta al pueblo del cumplimiento de lo pactado.
Por otro lado, es necesario enjuiciar la política comercial de nuestro país, verificar la justeza de las políticas industriales y los inventivos concedidos y examinar las políticas de competencia que reglamentan al sector privado. Es decir, se trata de apoyar una estabilidad real, respetando los preceptos de nuestra constitución obrera, de nuestras leyes e incorporando las iniciativas de desarrollo científica que actualmente se están desarrollando en nuestras universidades.
Finalmente, en el ámbito político, hay que defender los proyectos colectivos que han servido bien a la humanidad. El neoliberalismo ha sido capaz de desacreditar y hacer lucir como sospechosa la incursión de los trabajadores o sus sindicatos en el poder político, como si ello fuera un terreno legitimado para una clase social más pudiente. La idea de un partido obrero no es una locura, a pesar de que muchos partidos laboristas en el mundo no actúan coherentemente y de acuerdo a los preceptos que motivaron su fundación.
Los sindicatos necesitan perfeccionar un discurso inclusivo que sea atractivo a grupos no tradicionales. Esto es urgente, dado que se han perdido muchos afiliados, especialmente fuera del servicio público. El trabajo precarizado, mayormente compuesto de jóvenes, está desengañado con los sindicatos o temen reunirse con éstos por las amenazas de los empleadores. Por eso es necesario, presentar un cuadro de reivindicaciones más amplio: meter las narices en todo, en los programas de ajuste fiscal, en la reforma contributiva, en los asuntos ambientales, las cenizas, el incinerador, la contaminación ambiental, el problema de vivienda, el desempleo, en todo atendiendo desinteresadamente una convicción de representar a los desposeídos del capital donde quiera que se encuentren.
Nota: No se pierda mañana la segunda parte de este artículo donde el autor presenta siete alternativas más para desarrollar una agenda civil combativa ante las medidas de austeridad propuestas para la isla.
El autor es catedrático de la Escuela Graduada de Administración Pública de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Actualmente, se desempeña como investigador adjunto invitado del Centro Europeo y Latinoamericano para el Diálogo Social (CELDS) de la Universidad de Castilla La Mancha (UCLM) en el Campus de Ciudad Real en España.