
¿Son las canciones literatura?
Bob Dylan dijo que nunca se había preguntado eso –sobre sus canciones, claro– hasta que ganó el premio Nobel de Literatura el año pasado.
Pero esa, también, es la pregunta que surge cuando se escucha a Índigo, la banda de Aguadilla/Moca –o del west, como dicen en la escena– que seis años atrás se puso a sí misma un estándar bastante alto con su primogénito Para nadie en particular (2011). Después de todo, no por nada seis de los trece temas se mantuvieron en el Top 20 de Alfa Rock por cuatro meses.
Pero si volcarse a la literatura es una manera de abandonar el mundo y encontrar otros que habitar, entonces habría que contestar la interrogante inicial en la afirmativa. Los álbumes, digamos, también pueden leerse.
Y en este caso, una lectura audible de la psicodelia espacial en Mundo a color (2017), la segunda producción discográfica del grupo compuesto por Xavier Rodríguez (vocalista y guitarra), Pedro Santiago (bajo, piano, y voz segunda), Jesús Matías (batería, sequencer y coros) y Benjamín Praz (guitarra y sintetizadores), nos remite justamente a ese sentido de escape –ese cuestionamiento de qué hago aquí, quién soy, de dónde vengo, a dónde voy– que permea en la mayoría de las canciones, creando una línea narrativa de coming of age donde el cuestionamiento de la existencia, el ‘dejar-atrás’ tu origen, la crítica social y el ineludible amor tienen sus manifestaciones.
Así las cosas, sencillos como Oda a los animales (“Desde un principio cuando éramos microbios / Y ahora somos máquinas letales); Dueños del destino (“Nos engañaron las historias que contaban cuando niños / Ahora sabemos más que eso”); Vamos a necesitar un mapa (“No sabemos cómo llegamos a este sitio y vamos a necesitar un mapa”); y Uno de ninguno (“El tiempo dirá quienes sobrevivirán en la tierra / Si no quiero ser parte de esta guerra)”, trazan, si se quiere, el alfa y omega de una historia, aquella de la que todos somos parte.
El tema Carnaval explora, por su parte, el elemento de abandono del hogar (“Un día me iré lejos de este carnaval / Lamento mi partir pero no quiero morir así / Seré un fantasma”) y digamos que resulta un poco difícil no relacionarlo a eventos actuales en la isla y en otros lares.
Amor es extraño, La muerte de Apolonia y De azul son el trío de temas que tocan la moneda común de la economía humana: el amor. La muerte de Apolonia, de paso, es una canción obligada para toda pareja –es decir, dedíquela– y una de las más representativas de la banda: por algo repiten el hit, pues es original de su primer disco.
La relación individuo-mundo y el llamado a la conciencia de lo común es lo que define los temas Tiempo inmortal (“Hoy la necesidad se ha vuelto la orden del día / Ya la tierra no aguanta la plaga que es nuestra humanidad”, y más adelante el loop de “Vamos a amarnos” como respuesta) y En resumen (“Ahora quiero recuperar / Tiempo que le he fallado al universo sin necesidad / Todo lo tomé sin nada a cambio y perdí / Porque pensé que todo merecía de aquí” y, de nuevo, la respuesta: “Toda esta sensación de amor / Amamos cuando recuperamos la razón de ser agradecidos / Por esta tierra que me ha dado todo y más”).
La peculiaridad –y digamos que la razón– por la que muchas personas consideran a Índigo como uno de sus favoritos reside en la capacidad que tiene la banda de crear, con sus melodías, atmósferas que evocan sentimiento; mismo que se confirma cuando se disparan los versos que, sin embargo, pueden llegar a estremecer si se leen solos.
A fin de cuentas, el álbum invita, como el aforismo griego, a “conocerse uno mismo”, y con la ayuda de los trece temas, cada quien lo hará según sus experiencias de vida. A algo similar aludió Dylan cuando explicaba por qué es más difícil tocar frente a 50 personas que ante 50,000: “cada persona tiene una identidad individual, separada, un mundo en sí mismo”.
Con Mundo a color, Índigo nos recuerda que quizás nuestros mundos sean distintos, pero la experiencia humana es una epifanía común.
Mundo a color está disponible en iTunes, Amazon, y Spotify.