
En 1992, líderes de los miembros estados de la Organización de Naciones Unidas (ONU) se reunieron en Río de Janeiro para discutir el futuro de nuestro planeta. El evento, llamado Cumbre de la Tierra, culminó con varios acuerdos encaminados a proteger el ambiente, combatir el cambio climático y propulsar el desarrollo sustentable.
La mayoría de los países no han logrado lo que se propusieron en aquel entonces, pero veinte años más tarde, gobiernos, organizaciones no gubernamentales y el sector privado se reunirán en la misma ciudad para discutir nuevos retos y propuestas. Al concluir la primera Cumbre de la Tierra, uno de los acuerdos más importantes fue la Agenda 21, un plan de acción firmado por 178 gobiernos, en Brasil.
Según la ONU, la Agenda 21 debía servir como guía para un modelo de desarrollo que integrara aspectos económicos, ambientales y sociales. Sin embargo, un informe cinco años más tarde afirmó que “las tendencias generales con respecto al desarrollo sustentable son peores hoy de lo que eran en 1992”.
Habían logrado prácticas más democráticas y estructuras dedicadas a la sustentabilidad. Asimismo, algunos países consiguieron reducir índices de pobreza. No obstante, en muchos, la desigualdad en sueldos y el desempleo habían aumentado. En cuanto al tema ambiental, las emisiones tóxicas iban también en aumento, mientras que la biodiversidad se reducía. Y aun continuaban las prácticas insostenibles de producción y consumo.
Con este panorama, la Asamblea General de la ONU adoptó un programa de implementación de la Agenda que se revisaría en 2002. Ese año ocurrió otra cumbre donde la Comisión de Desarrollo Sustentable creó otro programa, el Plan de Implementación de Johannesburgo. Esta vez atacaron directamente la problemática de la globalización, pero sin condenarla. La política propuesta por la ONU aspiraba a un proceso de globalización “inclusivo e igualitario”. Ha sido ampliamente criticada como una que perpetúa lo que intenta
combatir. De cara a la cumbre el próximo junio, la situación no ha cambiado mucho, y por lo visto tampoco las políticas de la ONU. Las discusiones de Río+20 girarán en torno a dos ejes temáticos: la “economía verde” y su papel en la erradicación de la pobreza, y la creación de un marco institucional para el desarrollo sustentable.
“Veinte años después, los gobiernos se debieron haber reunido para repasar sus compromisos y progreso, pero la realidad es que el asunto de la ‘economía verde’ dirigió el desarrollo, propagando el mismo modelo capitalista que causó el caos climático y otras profundas crisis sociales y ambientales”, declaró La Vía Campesina, organización que estará presente en la Cumbre de los Pueblos, un evento alternativo al de la ONU.
Este evento nace de la falta de fe que tienen algunas organizaciones no gubernamentales en un cambio sustancial por parte de los gobiernos. David Bollier, cofundador del Commons Strategy Group, por ejemplo, mantiene que las naciones del G-20, las más poderosas del mundo, “tienen poco interés en una reforma política e institucional atrevida”. Es por eso que, igual que hicieron en 1992, organizaciones de la sociedad civil y representativas de movimientos sociales buscarán soluciones alternativas. Por ejemplo, en una reunión en Porto Alegre, Brasil, varias organizaciones declararon que un elemento importante en su agenda será el de bienes comunes, los cuales van desde el agua hasta el software de las computadoras. Las organizaciones buscan promover modelos de manejo colaborativo y uso compartido de recursos.
Para lograr esto, dicen que el mayor reto es encontrar una estructura coherente a partir de las distintas definiciones que tiene el concepto de bien común. Propuestas como ésta se discutirán en tres eventos que sucederán del 15 al 22 de junio. En la Cumbre del G-20 se reunirán los gobiernos, en la Cumbre de los Pueblos, las organizaciones civiles, y en el Foro de Sustentabilidad Corporativa recae sobre el sector privado.
Río+20 ya ha sido catalogado como un evento histórico, pero todavía está por verse si esos tres actores lograrán un resultado distinto al de conferencias anteriores.
La autora es periodista. Actualmente realiza una maestría en International Media en American University en Washington, D.C.