
Supongamos que un día hubo un país. Y que de ese país ahora quedan apenas jirones, hilos sueltos que es preciso volver a tejer. Supongamos que un ejercicio como este es inútil. Que en el exilio del presente hay fisuras, quistes, grietas por donde se escapan cosas que es imposible recomponer. Supongamos que esto último Bruna y Oscar lo saben. Supongamos, nuevamente, que Bruna y Oscar lo saben y que precisamente porque lo saben insisten en recobrar lo irrecuperable. Aunque duela. O haga reír.
Lo anterior sirve para intentar resumir de qué va Nuestra Señora de las Nubes, obra del dramaturgo argentino Arístides Vargas que sube a escena el próximo 5 de noviembre en el café teatro Abracadabra, en Santurce, bajo la dirección de Rosa Luisa Márquez.
Nuestra Señora de las Nubes vendría a ser la cuarta obra del grupo Malayerba que la directora puertorriqueña representa en el País. Por eso reposa ahí, a un costado lateral del café, y anota en una libreta lo que observa con la serenidad que otorga una vida dedicada a las tablas. Frente a ella, Bruna (Jessica Rodríguez) y Oscar (Israel Lugo) ensayan las pequeñas escenas que conforman la obra y sueltan la siguiente línea: “El país ya no será el mismo, por eso lo inventamos cada vez que lo recordamos”. Algo en esa línea condensa la totalidad de la obra, sólo que alrededor de ella gravita la magia de que es capaz un grupo compuesto, además, por el músico Rafael Martínez y el apoyo técnico de Héctor Torres.
En la foto, el músico Rafael Martínez.
En su versión original, la obra de Vargas, interpretada junto a la actriz Charo Francés, es más bien estática. Uno de los mayores retos para Rosa Luisa fue utilizar el espacio del café de tal modo que se distinguiera de la obra anterior que presentó en el mismo lugar, ¿Cortadito o capuchino?, de Osvaldo Dragún. “El espacio es fundamental porque enfatizamos en el traslado”, dice Rosa Luisa y achina los ojos enmarcados en sus espejuelos azules. En su puesta original, una maleta les sirve a Vargas y Francés como metáfora del exilio que ambos padecieron. “Nosotros tenemos más el dilema del aquí y el allá. Del tránsito entre Puerto Rico y Estados Unidos”, añade Márquez. Y deja caer sus intenciones. “Colocar ese no lugar en ese espacio de las nubes entre Puerto Rico y Estados Unidos, pero con un sabor latinoamericano”.
Para la representación en Abracadabra, Arístides Vargas –quien junto a Charo Francés son amigos entrañables de la directora– escribió una escena extra. “Yo quedé súper conmovida”, dice, y esa emoción se traslada a su voz. “Oscar y Bruna narran la obra y recuerdan”, continúa. Oscar y Bruna, sin embargo, hacen más. Al enfrentarse a este texto, Rosa Luisa tuvo claro que debía trasladar la experiencia del cono sur a nuestro archipiélago. En cierto sentido, cuenta, estos personajes nos resumen. “Narran dónde nos sentimos mejor, cuál es el lugar de la memoria, cómo vivimos en un país que nos ha herido tanto, cómo podemos conciliar la memoria –tal vez inventada– con la realidad”, remata.
Si algo distingue la labor teatral de Rosa Luisa Márquez es su afición por hallar en los textos del repertorio dramático latinoamericano un puente donde transitar y coincidir con el resto del continente. “Lo que ellos hablan tiene que ver tanto con nosotros”, añade. En cierto sentido es un homenaje a la amistad que la ha unido no sólo a Dragún, sino a Vargas y Francés. “La razón por la que hago teatro es porque me quiero acercar a mis amistades, a mis amores y a los temas que me apasionan. Es teatro de los afectos”.
Nuestra Señora de las Nubes se presentará todos los miércoles a las ocho de la noche en ese lugar que es mucho más que un café. Al momento, y desde un principio, no hay última función. La obra continuará hasta que los espectadores acudan a verla. Es el público quien decide cuando caiga el telón.