Una familia recibe la noticia de que el proveedor de la casa acaba de perder su trabajo. Las cuentas suben y no hay el dinero suficiente para suplir las necesidades de todos en el hogar. Con un paseo hacia el parque más alejado de la residencia y una puerta que se abre, la mascota es la que salta y corre tras el auto del que acaba de ser abandonado y menos culpa tiene. Esta historia se repite una y otra vez desde que comenzó a ocurrir la crisis económica que arropa al País, lo que ha provocado que cientos de animales sean abandonados y lanzados a deambular por las calles. Así lo confirmó Olga Rodríguez, agente humanitaria de la Asociación Pro Albergue y Protección de Animales (APAYPA) de Villa Michelle, en Mayagüez. “Nosotros recibíamos sobre 14 mil animales al año, pero desde que comenzó la crisis en el 2006 esta cantidad ha aumentado”, informó. Por lo que, según la directora de la Oficina Estatal para el Control de Animales, Wilma Rivera, se estima que hay más de 150 mil perros realengos en las vías públicas y se cree que muchos de ellos han sido abandonados por sus dueños. “Esto sorprende porque después que tienen un animal, sea de raza o no, lo dejan en la calle”, denunció Gladys Quiñones, cofundadora de Aguadeños en Defensa de los Animales de Puerto Rico (ADAPR). Lo que muchos no saben es que el abandono de las mascotas es calificado como un acto criminal en la nueva Ley 154 del 4 de agosto del 2008 llamada Ley para el Bienestar y la Protección de los Animales. Incluso, son más los que desconocen que las nuevas restricciones legales implantadas en el 2008 catalogan como un delito grave el abuso contra los animales. El mayor problema, para Eugenio Crespo, vicepresidente de la Federación Protectora de Animales, es que esto sólo provoca que lo animales deambulen y se reproduzcan más, agravando la situación de sobrepoblación. Asimismo, un estudio realizado en el 1999 por la Caribbean Recycling Foundation, Inc. y reseñado en el periódico el Vocero, estimó que hay 165 mil animales realengos. Este es el único estudio que trata cifras relacionadas con el problema de animales realengos en Puerto Rico, por lo que se estima que ocho años después de su realización, la cantidad de sobrepoblación haya aumentado. Yeidy Velázquez, presidenta de la organización bonafide Ciudadanos Pro-Albergue de Animales de Aguadilla (CPAA), comentó “lo triste es que aproximadamente un 95 por ciento de esos animales que se recogen se tienen que poner a dormir por falta de espacio en los albergues”. Según Rodríguez de APAYPA, el problema no es sólo que la cantidad de animales realengos haya incrementado, sino también el que las donaciones que reciben vayan disminuyendo. “Nosotros subsistimos gracias a las donaciones y por los voluntarios que ofrecen de su tiempo, sino, no podemos seguir ofreciendo nuestros servicios. Mucho menos ayudar a mejorar la situación de la sobrepoblación de animales”, añadió. Un ejemplo de esta situación es el caso de un donativo fijo que recibe regularmente la CPAA. La cifra de dicho donativo rondaba entre los $3,500 y $4 mil, pero este año se redujo a $1,500. “Esto es tan sólo el reflejo de cómo la crisis ha afectado masivamente. Ya no recibimos donativos como antes”, lamentó Velázquez. Asimismo demostró su preocupación ante los resultados que provocan estas mermas: el no poder realizar a plenitud su misión. Los miembros de estas organizaciones son los que se ven mayormente afectados económicamente, ya que son quienes brindan dinero propio para mantener funcionando las organizaciones a las que pertenecen. “Tratamos de utilizar las donaciones para cubrir los gastos de alimentos y medicamentos de los animalitos, pero ya el dinero no nos alcanza y cada cual tiene que ponerlo de su bolsillo. Por amor a los animales”, destacó Velázquez, quien lleva dos años en la CPAA intentando omitir la práctica de la eutanasia en animales saludables. Para Quiñones, de ADAPR, el colmo es que de cada 10 donativos recibidos, seis son de extranjeros, y los que han disminuido son los que se reciben localmente. Mientras que los donantes extranjeros continúan con sus aportaciones, especialmente los que han visitado la Isla y quedan impactados con la situación de los animales. “Es preocupante que sean de otros países a los que realmente le importe lo que está pasando en nuestro País. Ellos cooperan mucho con cosas para las mascotas, pero qué le sucede a la gente de aquí. No les importa”, exclamó la rescatista Quiñones. Debido a esta insuficiencia de donativos, las organizaciones han tenido que buscar personas dispuestas a brindar de su tiempo y hogar para cuidar algunos de estos animales, en lo que consiguen darlos en adopción, tanto en la Isla como en el extranjero. “El grupo satélite Asociación Universitaria Protectora de Animales (AUPA) es un modelo a seguir de lo que se quiere lograr. Es crear conciencia de la importancia del aporte de cada puertorriqueño para mejorar este problema”, dijo la profesora Hilda Colls, encargada de AUPA. Actualmente este grupo, compuesto por estudiantes de la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla y reconocido por la UPR, se hace cargo de algunos de los animales que recogen las organizaciones. Así, encargándole uno o varios animales a cada integrante de AUPA, estos lo cuidan en su casa, hasta que se le consigue una familia adoptiva. Otra opción por la cual han optado algunos albergues y organizaciones es la creación de vínculos con asociaciones dedicadas al rescate de animales ubicadas en el exterior, especialmente en Estados Unidos. Un ejemplo es el de la doctora Gwen Davis, quien actualmente reside en Isabela. Esta doctora tiene una organización llamada Paws y se mantiene en constante contacto con varios albergues en Estados Unidos. “A través de ella (en marzo), AUPA envió 11 animales y nosotros seis”, detalló Velázquez, de la CPAA. Pero esta opción también es costosa, ya que los animales tienen que irse de la Isla en perfectas condiciones de salud, vacunados y con su expediente al día. Estos grupos también ponen en práctica la educación como un método para concientizar a las nuevas generaciones sobre el problema de sobrepoblación. De modo que se dedican a dar conferencias en las escuelas en un intento por cambiar la mentalidad del puertorriqueño. Para ellos la crisis no es sólo económica sino también cultural. Y los niños son la única esperanza que tiene Puerto Rico para mejorar esta situación que se agrava día a día.