
La última y larga sequía en República Dominicana, que comenzó a menguar a finales de 2015, trajo graves pérdidas en la agricultura y ocasionó medidas nacionales de ahorro, campañas educativas y hasta grandes titulares de prensa.
Pero el periodo seco más severo de los últimos 20 años dejó una ganancia inesperada para la comunidad científica de esta nación caribeña, que comparte con Haití la isla de La Española.
“La Oficina Nacional de Meteorología (Onamet) salió beneficiada porque se tomó más en cuenta por las autoridades y sectores claves en la agricultura y el agua”, explicó Juana Sille, experta en este fenómeno silencioso que afectó en 2015 con crudeza al Caribe y América Central.
La causa es El Niño/Oscilación del Sur (ENOS), un evento climático sin frecuencia fija que se pronostica estará activo hasta entrado el 2016, con efectos devastadores ya observados en países de América del Sur como Bolivia, Colombia y Perú.
Debido a El Niño y sus patrones climáticos extremos, la organización humanitaria Oxfam calculó en octubre que, entre 2015 y 2016, al menos 10 millones de personas podrían pasar hambre por trastornos en las zafras y la producción agrícola en todo el mundo.
“Las sequías más severas reportadas en República Dominicana están asociadas al fenómeno ENOS”, indicó a IPS la meteoróloga, con base en estudios históricos realizados por la Onamet.
A diferencia de épocas pasadas, Sille valoró que en la actualidad “se ha creado conciencia en quienes toman decisiones sobre el cambio climático”.
Las autoridades “están aprendiendo a seguir el sistema de alerta temprana y aplicar planes de adaptación preventivos”, continuó la científica. De manera inusual, reveló, un ministro pidió a la Onamet una investigación que certificara las causas y posible duración de la falta de lluvias que desde 2014 afectó al país.
La cuarta parte de la población mundial sufre escasez severa de agua limpia, en especial en países en desarrollo del Sur, pero a sus comunidades científicas les cuesta concienciar sobre el manejo de la sequía, cuyos impactos pasan más desapercibidos que los embates de los huracanes y terremotos.
Los especialistas, como es el caso de los dominicanos, instan a los países a crear planes de gestión de riesgos para no tener que llegar a paliar las complicadas crisis por escasez de agua.
“Tenemos un Plan Nacional contra la Desertificación y la Sequía, pero hay instituciones que sí lo aplican mientras otras no”, lamentó la meteoróloga. “Esta sequía demostró la urgencia de que todos implementemos ese programa, en el que se trabaja desde hace mucho tiempo”, remarcó.
A su juicio, el 2015 evidenció la importancia de mantener campañas de educación sobre la racionalización del agua, sembrar cultivos de poca exigencia del líquido, orientar de manera más frecuente a los productores, ampliar la construcción de pozos y mantener las reservas disponibles, así como elevar la limpieza de las presas.
Calificadas de insuficientes por fuentes especializadas, el país dispone de diez embalses, ubicados en seis de las 31 provincias. Actualmente se construye la presa de Monte Grande, en la provincia sureña de Barahona.
Junto a los ríos y otras fuentes, las represas deben satisfacer las demandas de los 9.3 millones de dominicanos y de su economía, donde el turismo juega un rol clave.
De manera general, el agua embalsada se usa primero para el consumo doméstico. Luego un volumen sirve para regar los cultivos agrícolas ubicados en sus zonas de influencia y la generación de electricidad.
Todos estos destinos se vieron comprometidos durante 2015 por la escasez de agua.
“La seca fue fuerte. La peor de todas porque acabó con las siembras”, contó a IPS Luisa Echeverry, de 48 años, que completa la dieta de su familia con las cosechas de un huerto en el patio de su vivienda, en el asentamiento rural de Mata Mamón, en el municipio de Santo Domingo Norte, cercano a la capital.
Los pequeños cultivos de frijoles, maíz, ajíes (pimientos) y otras verduras con que esta mujer complementa la dieta de sus tres hijos, mermaron por las pocas precipitaciones.
“En los momentos más duros, nos la ingeniamos con una cisterna que tenemos, de la que a veces hasta surtimos a los vecinos cercanos”, indicó Echeverry.
“La preocupación fue para las siembras, en las casas siempre tuvimos agua”, amplió Ocrida de la Rosa, otra vecina de este pueblo de pequeños agricultores de la provincia de Santo Domingo, donde muchas mujeres mantienen huertos y árboles frutales para el autoconsumo familiar.
Con excepción de dos represas, todos los embalses dominicanos operaron en sus niveles mínimos, por lo que las autoridades tuvieron que priorizar al sector residencial sobre la agricultura y la generación eléctrica.
Igualemente, bajaron los rendimientos de las cosechas y muchas se perdieron, sobre todo en los campos arroceros, que demandan abundante agua. En la zona arrocera del noroeste del país, la producción cayó en 80% debido a la escasez de precipitaciones y la reducción del caudal del río Yaque del Norte.
La Junta Agroempresarial Dominicana reportó la merma de entre 25% y 30% de la oferta lechera por la sequía, mientras la cabaña ganadera sufrió la muerte de cientos de unidades en el sur del país.
Las presas hidroeléctricas disminuyeron su generación en 60%, cuando la hidroelectricidad debe aportar 13% a la producción total de energía renovable.
Incluso el abastecimiento diario de agua se redujo en 25%. El caudal disminuyó en los puntos más altos del Gran Santo Domingo, la región metropolitana capitalina, al punto que miles de personas en cientos de barrios padecieron el racionamiento, así como en el interior del país.
Algunos sectores recibieron agua mediante camiones cisterna. Y ante los recortes en el servicio, pobladores afectados en el Gran Santo Domingo y zonas circundantes protestaron por el derroche de agua en actividades prescindibles y las muchas averías sin reparar en las acometidas del sector residencial.
Las autoridades clausuraron lavaderos ambulantes de vehículos y se establecieron apresamientos para quienes fueran sorprendidos desperdiciando el agua bombeada en el lavado de vehículos, limpieza de aceras y regadío de jardines.
“El manejo integrado del recurso del agua ha avanzado en el país”, explicó a IPS el también meteorólogo de la Onamet, Bolívar Ledesma.
Como muestra, citó al Observatorio Nacional del Agua, que toma decisiones de gestión en concurso con organismos como la Corporación de Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo, el Instituto Nacional de Agua Potable y Alcantarillado y el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, entre otros.
Texto publicado originalmente en: http://www.ipsnoticias.net/2016/01/sequia-reivindica-a-la-ciencia-en-republica-dominicana/