En Madrid, en un barrio considerado de “clase alta”, como el de Salamanca, hay edificios relativamente modernos al lado de casas de la época de Francisco Franco (1939-1975). En esta capital de España también se pueden ver comercios de chinos, que venden ropa linda y barata donde estaban las boutiques en las que solían comprar las adineradas mujeres de mediana edad.
También es habitual ver mujeres y hombres mayores, algunos en sillas de ruedas, acompañados por pacientes inmigrantes latinoamericanos cuando pasean o cuando se sientan en pequeños parques a tomar aire fresco y un poco de sol.
Antes, sus cuidadores habían paseado a sus perros, hecho la compra, les leyeron libros o diarios y les ayudaron a lavarse la cara antes de vestirse para salir.
Y al regresar, limpian la casa, lavan, planchan, cocinan, les dan sus medicamentos, atienden el teléfono, en especial cuando llaman sus muy ocupados hijos e hijas.
“Buenas personas”
“Son buenas personas, todos los viejos son buenas personas”, opinó Nanci*, una ecuatoriana de 33 años, al ser consultada por IPS. “Es un trabajo duro porque se quejan o están confundidos o hablando a sus esposas o esposos fallecidos”, detalló.
A pesar de eso y de algunos prejuicios contra los inmigrantes, como que “vienen a España a robarnos el trabajo” o “a engañar a los viejos y sacarles el dinero”, Nancy no se queja.
“Sí, escuchamos esas cosas, pero cuando los miras y ves su mirada de resignación o los observas dormir como bebés, te da más lástima que rabia”, explicó.
Nancy cobra 620 euros (unos $700) al mes, lo que le alcanza para pagar un alquiler y mandar algo de dinero a sus padres que viven en Ecuador. Ahora busca otro trabajo de medio tiempo para aumentar sus ingresos.
Vladimiro, de 37 años, es un colombiano que se ocupa de don Jaime, un hombre de 87 años que tenía una pequeña tienda de comestibles. Y al igual que Nancy, siente compasión por él.
“En nuestro país, todos respetamos a los viejos, trabajaron duro toda su vida, construyeron sus familias e hicieron todo lo que pudieron para que sus hijos e hijas estudiaran y tuvieran un futuro mejor de lo que ellos tuvieron”, explicó Vladimiro a IPS.
Tanto Nancy como Vladimiro confesaron que extrañan a sus familias, su país, su comida, sus hábitos y sus costumbres. Pero se sienten aliviados de poder mandar dinero a sus familias y ayudar a que sus hijos e hijas tengan un futuro mejor.
A propósito, la zona donde viven esos adultos mayores atendidos por inmigrantes latinoamericanos se llama barrio de Hispanoamérica, y sus calles llevan nombres de ciudades y países de la región.
El peruano José, de 39 años, trabaja como mozo y socio en un pequeño restaurante, en el que su esposa Alicia, una peruana de 35 años, trabaja en la cocina.
La pareja se conoció en Madrid, donde se casaron, y por ahora no quieren tener hijos porque trabajan mucho para ahorrar y mandar dinero a sus padres y poder regresar algún día a su país y tener una vida “decente”, explicaron a IPS.
El gran auge
José está orgulloso de haber resistido la tentación de comprar un apartamento en las afueras de Madrid, como lo hicieron muchos inmigrantes hace una década.
Eran tiempos prósperos por el espectacular auge de la construcción. Los constructores ofrecían empleo a miles de personas, muchos de ellas inmigrantes, y pagaban unos 3,000 euros (alrededor de $3,500), hasta a los albañiles no capacitados, sin preguntarse tan siquiera si tenían permiso de residencia en regla.
Entonces, los bancos se apresuraron a ofrecer facilidades de crédito, rápido y atractivas a todo el mundo, incluidos los inmigrantes, para comprar propiedades, muebles y automóviles.
Pero luego llegó la crisis financiera de 2008.
“Los trabajadores perdieron sus trabajos, no pudieron pagar las cuotas, los bancos los ejecutaron, la justicia ordenó su expulsión y perdieron todo el dinero que habían pagado al banco, además de los apartamentos, los muebles y los automóviles”, explicó el dominicano Danny*, de 45 años.
Cientos de inmigrantes latinoamericanos se encontraron en la calle, obligados a regresar a sus países, casi que con las manos vacías, según los últimos estudios del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Latinoamericanos en España
Se estima que en España hay unas 1.8 millones de inmigrantes latinoamericanos, siendo los colombianos, argentinos, bolivianos y peruanos los grupos mayoritarios.
En promedio, las remesas que envían a sus países de origen representan 15% de sus ingresos anuales, en especial los ecuatorianos y los colombianos, y promedian los 270 euros (unos $324) al mes.
En los países andinos, las remesas ascendieron a $9,200 millones en 2006, según la Comunidad Andina.
Colombia es el país que más remesas recibe, con $3,890 millones ese año, seguido de Ecuador, con $2,916 millones, Perú, con $1,825 millones, y Bolivia, con $569 millones.
Pero el regreso de los inmigrantes a sus países de origen no reduce el desafío de las migraciones.
“En vez de ser un fenómeno aislado, la migración de retorno es una parte integral de la migración internacional”, explicó la especialista de la Organización Internacional de las Migraciones, Ana Fonseca, en Ecuador.
Españoles en América Latina
Por otra parte, el INE de España, estima que el número de españoles en el extranjero ascendió a 2,406,611 personas al 1 de enero de 2017, un aumento de cuatro por ciento (unas 101,581 personas) respecto del mismo período del año anterior.
Un informe de la OIM de 2015 concluye que desde principios de 2010, más españoles emigran a América Latina que al revés.
Con respecto a los países de destino, Gran Bretaña recibió 13,281 españoles más, seguido de Estados Unidos, con 11,675, Francia, 10,889, Argentina, 8,814, Alemania, 8,656, México, 7,643, Cuba, 6,136, Ecuador, 4,107, Colombia, 2,835, y República Dominicana, 2,095.
De vuelta en Madrid, un estudio concluyó que la inmigración tiene sentido desde un punto de vista económico. “Por cada euro que Madrid paga por servicios para los migrantes, recibe dos euros de beneficio” por impuestos.
Quizá muchos españoles desempleados no conozcan ese estudio, de lo contrario no responsabilizarían a los inmigrantes por la falta de trabajo, sino a su propio gobierno y a las ricas corporaciones.
* Los nombres fueron cambiados para proteger la identidad de los entrevistados.