
El 1 de septiembre, se cumplen setenta años desde que se diera la invasión de Polonia por parte de la Alemania Nazi. Este evento dio inicio oficialmente a la Segunda Guerra Mundial. Si nos ponemos a sacar cuentas, setenta años es toda una vida. Es decir, ya hay por lo menos cinco generaciones nacidas después de este evento y cada vez son menos los sobrevivientes que fueron espectadores o incluso protagonistas de este conflicto bélico.
Por lo tanto, somos personas que conocemos la Segunda Guerra Mundial tal como nos la han contado nuestros padres y abuelos, pero sobre todo, como la hemos visto en el cine y la televisión. Nuestra visión de este hecho nos viene decantado a través de los ojos de Hollywood. Un conflicto bélico en el que participaron más de veinticinco países, que dejó un saldo de más de setenta millones de muertos y que tuvo secuelas. Posterior llegó la Guerra fría, luego la creación de la Organización de las Naciones Unidas o la formación del Sistema Monetario Internacional, por nombrar algunos. Para muchos de nosotros, la Segunda Guerra Mundial puede ser una serie de películas y series televisivas, por lo general maniqueístas, en las que hay un bando bueno y uno malo. No quiero sonar antisemita con lo que voy a decir a continuación. Tengo una gran simpatía con el pueblo judío y definitivamente no puedo ni remotamente tener ninguna concesión para con la ideología Nazi, pero tomando en cuenta que la gran mayoría de las grandes casas productoras de Hollywood están en manos de judíos, es lógico, mas no es justo que el argumento principal de casi todas las películas de la Segunda Guerra Mundial hablen sobre el tema de este pueblo. Vamos, por supuesto que el holocausto es uno de los eventos más terribles de la historia moderna y que los abusos cometidos contra los hebreos fueron espeluznantemente macabros y morbosos. Podemos afirmar con más o menos consenso que la gesta realizada por los países aliados (Gran Bretaña, Francia, EEUU y la USSR) fue justificada y necesaria. Pero un evento tan complejo como esta guerra que se luchó incluso en suelo asiático o africano ¿se centra nada más en el holocausto y en el heroísmo y el coraje de los Aliados contra las fuerzas del mal?
La pregunta tiene relevancia pues la gran mayoría de las películas populares sobre la Segunda Guerra Mundial tienen como tema central precisamente esto. Las penurias del pueblo judío y la causa justa del bando bueno. “Schindler’s list”, “The Pianist”, “The Scarlet and the Black”, “The Sound of Music”, “The Thin Red Line”, “Attack Force Z”, “Defiance”, “Valkyrie”, la reciente “Inglorious Basterds”, entre otras, nos muestran precisamente este punto de vista. Incluso están las que lo hacen acompañadas de humor, como la agridulce “La Vida es Bella” o las geniales “The Great Dictator” de Chaplin o “To Be or Not to Be” de Mel Brooks. Pero no es hasta ahora, setenta años después, que se comiencan a poner de moda películas que tratan sobre el punto de vista del bando contrario. Filmes como “The Boy in the Striped Pijamas” o “The Reader”, que dieron mucho de que hablar recientemente, hablan de alemanes que también vivieron, y por supuesto, también sufrieron la Segunda Guerra Mundial. En 2006 Clint Eastwood hizo “Letters from Iwo Jima” con el punto de vista de dos combatientes de Japón. En 2001 también resaltó la película alemana “Hasta donde los pies me lleven” (So weit die füsse tragen). Esto, ciertamente no es nuevo, “El Arpa Birmana” (Biruma no Tategoto) es una película japonesa de 1956 que cuenta el punto de vista de un militante nipón. Como ésta hay muchas pero no son populares. Es hoy en día que las películas con esta visión de la guerra se tornen notorias y tengan grandes audiencias. Pero no sólo el sufrimiento de los alemanes, italianos y japoneses que también vivieron una guerra se ha opacado con la cantidad abrumadora de filmes sobre el holocausto. En Hollywood no son resaltantes (de haberlas) las películas sobre el millón de gitanos que también fueron aniquilados, ni el exterminio de discapacitados en Alemania para evitar gastos del Estado en preferencias para con estos, ni la eliminación de homosexuales, comunistas, socialistas, Testigos de Jehová y otros grupos. La historia es un constructo conformado, entre otras cosas, por la memoria, lo que recuenta el periodismo, la literatura y, por supuesto, lo que dictan los medios masivos que crean imaginarios en la cultura popular. En tiempos en los que el hábito de lectura es cada vez menos frecuente, este conflicto será identificado entonces con aquello que Hollywood nos muestre. Habrá que ver si con esta nueva tendencia de descubrir historias paralelas a las ya conocidas, comienzan a surgir nuevos argumentos y por lo tanto, nuevos puntos de vista sobre la Segunda Guerra Mundial.