Hay veces en los que ver una película resulta una experiencia mayor a la de desconectarse durante dos horas de la realidad que nos rodea. En muchas de estas ocasiones, el contenido multimedia que se nos presenta frente a nuestros ojos es tan denso y hecho de una forma tan magistral, que las sensaciones que nos evoca el film, perduran en nosotros varias horas después de terminado. We Need to Talk About Kevin es una de estas películas.
La directora Lynne Ramsay ha sido la encargada de llevar a la gran pantalla el libro homónimo de la escritora Lionel Shriver, que narra la historia de Eva, una madre con severos problemas para relacionarse con su hijo y por tanto, incapaz de educarlo. Kevin, su hijo, es un desafiante y malicioso desadaptado social, mientras que ella tampoco estaba preparada para asumir su rol materno.
El film es sorprendente por muchas razones. Por lo crudo y fuerte que es, por la terrible tensión creciente y la perturbación emocional que la estupenda dirección de Ramsay ha logrado, por las maravillosas actuaciones por parte de Tilda Swinton (quien definitivamente merecía una nominación al Oscar por esta interpretación), así como por parte de los tres chicos que hacen de Kevin, a distintas edades de su vida: Ezra Miller (cuya actuación es espeluznantemente maravillosa), Jasper Newell e incluso el pequeño Rock Duer. El actor John C. Reilly también aporta con su gran actuación, como nos tiene acostumbrados.
We Need to Talk About Kevin también es impresionante por la cantidad de elementos semióticos presentes en el film. Durante toda la película, hay una infinidad de mensajes expresados mediante símbolos que hacen que, incluso las escenas en las que pareciera no estar pasando ni decirse nada, la presencia de estos signos nos otorgan un gran flujo de información. Cada elemento de la escenografía, del vestuario, cada color presente en el film, está colocado ahí por una razón y un concepto, lo que hace a la experiencia de apreciar esta película, un deleite.
La importancia que le da Ramsay al color, al sonido, la música y sobre todo a los detalles sutiles, unida a las soberbias actuaciones y a la estresante historia, es lo que hace de este film una experiencia maravillosamente terrible. Igual importancia se le da a la acertada fotografía del film, que intensifica la incomodidad de sus personajes, así como el ambiente psicológico en el que se encuentran.
Por si todo esto fuese poco, el tema de We Need to Talk About Kevin es además otro elemento que hace de esta película todo un suceso cinematográfico. El título tiene una dualidad magnífica en cuanto alude a la realidad interna del film (realmente Eva debía hablar con su esposo sobre las tendencias psicóticas de su hijo), como al hecho de que en la sociedad norteamericana se ha venido presentando una tendencia violenta en la juventud, de la cual no se habla con toda la profundidad que se debiera.
El título (y la película) We Need to Talk About Kevin es, en cierta medida, una advertencia a la sociedad estadounidense. Los abusos denominados “bullying”, los ataques en escuelas con víctimas fatales, estas situaciones cada vez se tornan más comunes pero sigue sin ser un asunto importante sobre el cual conversar, debatir, teorizar y sobre todo, un problema sin atender.
El film nos muestra la importancia de detener esta violencia y de hacer algo, porque una vez que nuestra sociedad se mancha de rojo, es muy difícil quitarnos ese estigma, al igual que no se podrán recuperar, las víctimas que deje nuestra propia alevosía.