
SOBRE EL AUTOR
Por Omar Silva Meléndez
Un domingo de 1994, salía de mi trabajo: tocar en la misa dominguera de la Catedral en el Viejo San Juan. Todas las semanas veníamos a musicalizar la misa para cobrar una tajada de las ofrendas de los feligreses, gracias a la amabilidad del entonces Padre Ricky, un hombre con visión… Guitarra, violín y oboe era el conjunto de tres chamaquitos músicos que hoy representan y dirigen proyectos musicales de la más alta envergadura en el País, incluso en los escenarios más importantes de América Latina, Europa y los Estados Unidos.
Ese domingo era especial… Teníamos otro toque más tarde en la antigua ciudad y estábamos de camisa de manga larga, pantalones de salir y zapatos lustrados… ¡incluso correa y algo de gel en el pelo! Acicalados como estábamos, se nos hizo lógico aprovechar esa no acostumbrada elegancia para deleitar a nuestros turistas en el Paseo de la Princesa con nuestro repertorio de danzas puertorriqueñas, Rafael Hernández y Pedro Flores, entre otros.
Nos acomodamos bajo la sombra de un árbol, abrimos el estuche del violín para recibir propinas y comenzamos con Impromptu. Al final de la pieza teníamos ya un buen público aplaudiendo con delicadeza. Seguimos con Campanitas de cristal. Nunca olvidaré el respetuoso silencio y las caras maravilladas de las familias extranjeras y locales que se susurraban a los oídos mientras tocábamos… Y llegó un guardia: “No pueden tocar aquí”. Yo le contesté: “Pero mira esta gente, estamos mostrando nuestra cultura con una combinación de instrumentos preciosa, todos estamos felices…” Y la irracionalidad me tronchó: “Es que después vienen los rumberos con tambores a hacer alboroto… si no pueden ellos, ustedes tampoco” – dijo el guardia. Frustrados e indignados, recogimos. Contamos $13 en el estuche.
No había ni una moneda ¡¡¡TRECE DÓLARES EN SEIS MINUTOS!!! ¡Qué sueldazo en el ’94! (Aún dividido en tres).
Censura, reglas, leyes, autoridad del Estado, las cuatro en total asincronía con el fluir de lo humano, lo bello y lo orgánico. Todavía no entiendo lo que pasó aquella tarde. Nunca lo entenderé: no teníamos permiso para hacer arte en un espacio público, a espectadores claramente conmovidos con nuestra interpretación…
Menos lo entiendo hoy, con la experiencia que la libertad de mi oficio me ha ofrecido 21 años después de esta anécdota. Junto a otros músicos (Willy Rodríguez, Eliut González, Boris Bilbraut y Juan Carlos Sulsona de Cultura Profética – a quienes en esta ponencia represento), transformamos vidas a través del arte, movilizamos cambios socio-políticos dentro y fuera de PR y se hace historia gracias a una canción, un poema, una obra de arte… incluso, somos responsables de nuevas vidas, de nuevas familias por actos genuinos de amor en la creación libre, sin carnet y sin permiso. Y lo hemos logrado desde de la creación y la administración.
El arte es comunicación. ¿A quién se le ocurre que para comunicar la experiencia y la fantasía humana hay que tener membresías, carnet, licencias e invertir dinero en las mismas? La expresión humana es espontánea, libre e irreprimible.
Desde aquel día en el Paseo de la Princesa aborrecí la idea de que para hacer arte, haya que tener “permiso”. Mucho menos en los espacios públicos. Hoy se discute la posibilidad de hacer la colegiación de actores compulsoria. ¿Y mañana, me pedirán carnet de agricultor para sembrar mis alimentos y especias en mi huerto casero? La historia de la humanidad nos cuenta que a las leyes caprichosas que atentan contra la más pura libertad, como a la anacrónica ley 134 de 1986, les espera un final común: la también irreprimible desobediencia civil.
Por eso, me hago solidario (qué hermosa palabra) con mis colegas actores en total rechazo al proyecto de Ley del Senado de PR 1247 que propone un carnet a los artistas. En cambio, favorezco y respaldo al proyecto de Ley del Senado de PR 1302 que propone la colegiación voluntaria de los actores. Y esto lo escribe un músico-teatrero-musicalizador de cine colegiado..
Mi Colegio: Cultura Profética
Mi cuota: la renta para poder ensayar 4 horas, 5 días a la semana
¿Cómo me representa?: Regresando a mi País con las gaviotas de Plata y Oro del reciente 56vo Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, Chile.