Por: Eunice Castro Camacho
En un lado del escenario hay un grupo de estudiantes universitarios jangueando en El Boricua. Han salido de ver el concierto gratuito que René Pérez Calle 13, acaba de ofrecer frente a la Torre de la Iupi. Al otro lado del escenario, hay una multitud de gigantes que se mueven de un lado al otro sin mirar hacia abajo, pisando sin cuidado, con indiferencia. Al fondo, se ve un grupo de confinados. Barrotes. Personas en necesidad. Y al centro, una luz enfoca a una chica estoica, bien puesta, de sonrisa amplia y fresca, coquetos labios y mirada brillante. El eje de esos mundos que parecen no converger tiene su nombre: Katherine Báez Ortiz.
Diagnosticada con el síndrome Morquio’s a los 2 años y medio, Katherine tiene enanismo. Pero también tiene un bachillerato en Sicología Forense en la Universidad de Puerto Rico (UPR) de Ponce; tiene una práctica en la cárcel Las Cucharas; tiene una maestría –a punto de caramelo- en Consejería y Rehabilitación en la UPR de Río Piedras; tiene la meta de continuar Derecho y hacer un Juris Doctor en el área de Criminología; tiene un enfoque que la ha llevado a superar barreras –arquitectónicas y actitudinales– y tiene un don de gente ‘que todos quisieran tener’. Esta chica es sicóloga, consejera y, ‘si madura como pinta’, será abogada.
“Soy natural del barrio Rabanal de Cidra. Estudié en la corriente regular en las escuelas de Cidra –la Muñoz Rivera, la Clemencia y la Ana Jacoba. Tengo 25 años y pertenezco al capítulo de Puerto Rico de Little People of America, una asociación de personas con enanismo. Y, aunque somos un grupo pequeño, somos como una familia, un grupo de apoyo”, se presenta. Y habla sobre su rol como consejera. “Me gusta servir; especialmente a la población de personas con impedimentos y a las personas que son usuarias. Me gusta trabajar para estas poblaciones. Como consejeros, no les damos la solución, sino que les proveemos unas herramientas para que decidan qué camino seguir. Les ofrecemos planes y los seguimos y apoyamos en su camino para que alcancen un nivel de vida óptimo hasta obtener su independencia”.
Con Little People, el semestre pasado Katherine formó parte de una campaña de concienciación sobre quiénes son las personas con enanismo. “No hay literatura, no hay un perfil que nos pueda distinguir y que podamos ir a la calle y que existan por ejemplo, estacionamientos y counters para personas con enanismo. A nosotros se nos trata y se nos mide como a una persona con impedimentos en silla de ruedas. Esa es la medida que usan”, explica. Y yo me pregunto, ¿alguna vez los de estatura promedio nos habremos cuestionado cómo es mirar y atender el mundo desde ‘abajo’? ¿Tendremos la capacidad y el tiempo para mirar el mundo, otra vez, desde la perspectiva de una persona con enanismo?
“Cuán difícil es tener enanismo y salir a la calle depende de cómo eres criado. Depende de cuál es tu esencia como ser humano y la red de apoyo con la que tú cuentas. Es difícil salir a la calle. Tenemos que mirar hacia arriba; si queremos pasar entre una multitud de personas, tenemos que mirar a todos lados porque la población de estatura promedio no está mirando hacia abajo y podría tumbarnos sin querer. Es un poquito difícil, es un reto, pero se puede”, afirma quien se hospeda en Río Piedras, se cocina y se mueve de un lado al otro del Área Metropolitana ‘como si nada’. Y continúa educándonos. “Hay 200 tipos de enanismo. Yo tengo el síndrome de Morquio’s, que es un tipo de enanismo con deformidad en los huesos. Yo camino, pero utilizo la silla para largas distancias para obtener mayor movilidad, porque padezco de dolores en los huesos y, de hecho, la mayoría padecemos de problemas en las articulaciones”. ¿Acaso sabíamos eso? ¿No será que alguna vez nos habremos topado con alguien con enanismo y ni se nos ocurrió que debimos de haberle cedido nuestro lugar en la fila?
Le pregunto cómo es moverse en silla de ruedas por la UPR, o por Cidra, por ejemplo. Me dice que la UPR es un lugar dificilísimo para moverse. Las calles y las aceras están rotas y dificultan la movilidad de la silla. Para ir de jangueo, sus amigos primero hacen scouting en los lugares y verifican que haya acceso para Katherine. En Cidra, cuenta, que sí es difícil el acceso. No obstante, salta y hace la salvedad de que en nuestro pueblo la gente siempre está dispuesta a ayudarla a llegar.
También, en Cidra, vive otras experiencias. “En la escuela de Cidra participé como conferenciante en la escuela de Arenas (Regino Vega). Fue un honor porque, aunque he dado charlas en la universidad sobre historia de éxito personal, relacionado al tema de enanismo nunca había hablado. Para mí fue un reto porque, cuando me dijeron ‘escuela elemental’, pensé en 5to y 6to grado, y me pareció bien. Pero al bajarme el nivel hasta 3er grado, pregunté si existía literatura y me dijeron que no. Que era la primera vez que Little People daría una charla sobre enanismo para niños de esa edad, aquí en Puerto Rico. Así que fuimos las pioneras. Monté una presentación con información oficial. Llegué a la escuela y lloré porque los estudiantes me recibieron con una pancarta. No me lo esperaba; fue bien emotivo. Ellos me miraban y comenzaron a preguntarme. Fueron muchas preguntas curiosas que quizá podría esperar de un adulto. Pero hubo una magnífica participación. Y las maestras bien accesibles. Fue una dinámica bien bonita. Todos hablaron. Me gustó la participación. Les hice saber que ‘Grandes o pequeños, somos personas’”.
Y, ¿cómo es la dinámica durante un día común de interacciones con los de ‘estatura promedio’? “Cuando los niños me ven, me señalan y dicen ‘Mira la nena’; y los papás a veces no saben cómo reaccionar. Les dicen que no miren o que no señalen. Pero yo me les acerco a los niños y les contesto muchas de sus preguntas. Otras se las contesto con respuestas más cercanas a su edad; les digo: ‘Es que no comí vegetales cuando chiquita, así que aliméntate como mamá te dice’. Y entiendo que esa reacción es normal. Porque cuando una ve a una persona diferente, causa curiosidad. A mí misma me ha pasado que me quedo mirando pero, enseguida me digo: ‘Contra, Katy, no debiste’. Y es que los adultos debemos tener un nivel de discreción. A los niños hay que dejarlos. A mí no me molesta. Siempre les sonrío. Lo que no me gusta tanto es cuando los adultos insisten en preguntar algo que ya les expliqué. Quizá una vez les cuento, perfecto. Pero cuando entran en cuestionamientos imprudentes, no me gusta”.
Sobre su graduación, que es ahora en junio, asegura que es todo un logro. “Desfilo en junio con mucho orgullo porque no ha sido fácil. He tenido que lidiar con muchas barreras. Pero me he mantenido enfocada. Mis padres me han enseñado a luchar. Que si eso es lo que yo quiero, tengo que luchar. Independientemente de los obstáculos que encuentre en la vida, son montañas, escalones, que tengo que escalar de la manera que sea, aunque me caiga. Si eso es lo que quiero, tengo que intentar llegar a la cima”.
Este artículo fue publicado originalmente en el periódico del Municipio de Cidra, Cidra Somos Todos, en la edición de mayo. Para más información, puede acceder a la página de Facebook del Municipio, o seguir la publicación por ISSUU.