Nota del Editor: La profesora de literatura, Mara Negrón, analiza la situación huelgaria por la que atraviesa el Sistema de la Universidad de Puerto Rico y enfatiza en la importancia de la educación y la literatura para crear un país de gente capaz y pensante.
A los estudiantes… Desde hace doce años, enseño los cursos de humanidades que son parte del componente de educación general en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR). Al inicio de cada semestre, me enfrento a la resistencia de los estudiantes. Pues tal parece que esos cursos “no sirven para nada”.
En un mundo donde el pensamiento utilitario prima, esta forma de pensar es muy común. Afortunadamente, el tiempo de la enseñanza, de la discusión y el diálogo en torno a los textos clásicos hace que los estudiantes poco a poco se transformen, y comiencen a pensar que esas obras escritas hace siglos tienen algo que ver con ellos, y que sin ellas es imposible inscribirse en una tradición académica. A mi entender esos cursos son fundamentales. Pero en estos días de desasosiego y de bancarrota de la palabra y del diálogo en la UPR, debido a la intervención del gobierno de Luis Fortuño, me pregunto qué sentido tiene lo que les enseño a mis estudiantes.
Constato una gran distancia entre lo que enseño y lo que hacen y dicen las instancias de poder que ostentan los cargos más importantes del País. Hecho que les convierte en ejemplos para la juventud. Casi todos esos escritores, poetas y pensadores que leo con mis alumnos nos ayudan a pensar el poder ejercido de forma tiránica así como sus efectos nefastos para el pensamiento. Mas al ver cómo el gobierno, muy parecido en su hacer a una suerte de inquisición, interviene, se niega al diálogo y recurre a la violencia, sospecho que el ejemplo que estos políticos le dan a los universitarios es contrario al que aprenden estudiando la historia del cristianismo, de las letras y del pensamiento racionalista y científico en Occidente. Entonces, por un momento alucino y me pregunto, no sin cierta ironía, si los gobernantes, entre ellos la rectora interina del recinto, Dra. Ana Guadalupe, han tomado los cursos de Humanidades, si se han leído La Divina Comedia de Dante; El mercader de Venecia; o Hamlet de Shakespeare; El Discurso del Método de Descartes; ¿Qué es la ilustración? De Kant; o El Fausto de Goethe. Mis alumnos, señoras y señores gobernantes, se leen esos clásicos.
Todos esos textos abren mundos insospechados, y también nos alertan sobre lo antiguo y nuevo que es el ejercicio del pensar. Mucho más rico este mundo que cualquier riqueza que se cuente en ducados…, se lo puedo asegurar. Hay una enorme distancia que separa el mundo universitario y su invitación a viajar y a pensar de la bajeza que caracteriza la escena política y mediática cotidiana en Puerto Rico. Escena en la que se hace alarde de incultura, de arrogancia y de desprecio por todo lo que tenga que ver con la educación: el bien más preciado de un individuo. Mientras más educada es una persona, más posibilidades de vida tiene, más posibilidades de pensar su posición en el mundo, y más recursos para articularse. A veces me he sorprendido en estos días imaginando esta escena mefistofélica: en un salón de clase me toca dar el hermoso curso de humanidades al gobernador de Puerto Rico, honorable Luis Fortuño; a su ayudante a la gobernación Sr Marcos Rodríguez Ema; al presidente de la UPR, José Ramón de la Torre; y a la rectora interina del recinto de Río Piedras, Dra. Ana Guadalupe. No piensen que se trata de probarme como profesora, y de querer tener tan distinguida claque en mi salón. No. No se trata de una forma de narcisismo intelectual. Es que me veo comentando algunos de esos textos clásicos que sin ninguna duda contradicen a estos personajes en cuestión, sus maneras, ideas y estilos. ¿La rectora interina se habrá leído El conflicto de las facultades de Kant, o al menos sabrá de su existencia? Parece que no, y yo estoy casi segura de que sus homólogos en universidades norteamericanas o europeas sí lo conocen. Veo una enorme contradicción entre lo que enseño todos los días; lo que les digo a mis estudiantes que por lo demás es validado por instituciones y publicaciones académicas reconocidas; y lo que los jóvenes ven en la palestra pública. Insisto, no enseño a partir de lo que yo creo, sino a partir de la investigación seria que llevo a cabo hace veinte años.
¿Qué niño puertorriqueño querría emular a alguno de nuestros gobernantes? Pues es verdaderamente penoso presenciar la pobreza de pensamiento de estos personajes públicos que toman, para nuestra desgracia, las decisiones más importantes en nuestro país, y que tal parece que son única y exclusivamente movidos por el lucro personal. Estudié en Francia durante los años 80, los años de François Mitterand. Este dejó un legado a sus conciudadanos: una biblioteca y el gran Louvre que incluye la famosa pirámide, para sólo mencionar dos de las obras más importantes realizadas durante su incumbencia. ¿Qué quiere dejarle como legado Fortuño al pueblo de Puerto Rico? ¿Por qué usted, señor Fortuño, ha querido gobernar a Puerto Rico? ¿Y, usted, Ana Guadalupe, qué legado o memoria desea trasmitir a las generaciones universitarias por venir? Yo enseño porque creo en la necesidad de la memoria, porque pienso que la lectura de un libro puede cambiar a una persona y porque busco nuevas formas de pensar que sólo aparecen en el mundo cuando leemos a nuestros predecesores. Las Humanidades de ayer y las de hoy son una invitación a recorrer ciertos textos fundamentales de la cultura. La enseñanza se piensa como un trabajo de transmisión de memoria, de tradiciones y de convenciones. Las universidades son desde su creación medieval la reunión de profesores y estudiantes que establecen una relación de continuidad en el tiempo; el profesor entrega a sus estudiantes un archivo, es decir, esa acumulación de saberes que la humanidad ha aunado con esfuerzo. Las Humanidades no excluyen la historia de la ciencia. Por el contrario, hacen evidente que en un principio los hombres no pensaban disciplinariamente. El estudio se concebía como un todo que produce un conocimiento a partir de la observación del mundo como fenómeno. Así como sabemos, Galileo no pensó sin Platón ni sin Aristóteles. Descartes tampoco pudo pensar ni producir su cogito sin sus predecesores griegos. ¿Qué serían las matemáticas sin Pitágoras?
Por lo tanto, pensar supone obligatoriamente una relación con la memoria, con la transmisión, con la herencia. Los líderes que están tomando decisiones en Puerto Rico, como los que arriba menciono, parecen seres desmemoriados, cortados de la cultura y de la educación. A lo sumo se agarran de una concepción bastante vulgar y simple de la ciencia, cegados por la mal llamada eficiencia. Mucho más grave es el hecho de que estén manipulando el estado de derecho para producir un marco jurídico que les permita una legalidad antidemocrática. Esa democracia que es tan vieja como Grecia. Me indignó profundamente el mensaje del Gobernador: ¡una universidad de privilegiados! No sólo porque es falso todo lo que dijo – (quien quiera pasar un día en el recinto descubrirá las condiciones en las que profesores y estudiantes llevamos a cabo nuestra tarea) – sino porque supone al menos dos cosas: el poco valor que otorga el Gobierno a la educación, a la memoria y a la cultura y su irresponsabilidad al incitar a la violencia y no al sosiego. Lo mismo ha hecho el Secretario de la Gobernación en varias ocasiones; ser irresponsable al no cumplir la función de apaciguador, y no insolente provocador. Para mí, profesora de literatura por tantos años, habitante de la literatura europea y de su canon ambos son personajes de literatura, sus estructuras han sido ya recogidas, por ejemplo, por Sófocles o por Shakespeare. Los tiranos ciegos de poder y obtusos son personajes muy teatrales y por lo tanto no escaparon a la agudeza poética de estos antepasados. Será por eso que nuestros políticos le temen tanto a la universidad egregia institución de más de cien años que ha servido bien a este país mandando estudiantes todos los años a las mejores universidades del mundo o formando profesores que hoy enseñan en prestigiosas instituciones del mundo.
¿Pues la universidad pone a pensar a la gente? Si el pueblo de Puerto Rico ha invertido bien su erario público ha sido en su Universidad. No hay razón para que la educación superior sea privada. Las democracias europeas, países desarrollados del primer mundo, poseen universidades públicas y dedican parte de su presupuesto a la educación partiendo de la premisa de que el recurso más importante de cualquier economía es una población educada. A ningún político se le ocurriría pararse durante un mensaje público a la nación a destrozar la educación pública. La educación no es un privilegio sino un derecho. Si hay algo en que yo quiero que el país invierta es en educación. Es el mejor remedio a la criminalidad, a la violencia y a la pobreza de todo tipo que mina nuestra sociedad. Si se me permitiera decidir en la planilla de contribuciones en qué quiero invertir el dinero que pago al erario público, sin vacilar, escogería la educación. Yo confeccionaría un curso de Humanidades para uso de nuestros políticos donde leyeran la República de Platón, Las Euménides de Esquilo, el Leviatán de Hobbes, el Rey Lear, Macbeth, Richard III de Shakespeare, El discurso del método de Descartes, el Cándido de Voltaire, La tercera crítica de Kant, en particular su sección dedicada a lo sublime, Para una crítica de la violencia de Walter Benjamín y Fuerza de ley de Jacques Derrida.
También les incluiría De la universidad sin condición de Jacques Derrida y por supuesto, Insularismo de Antonio S. Pedreira. Si aprueban ese primer semestre les invitaría más adelante a pasar un semestre leyendo La Divina Comedia de Dante y el Fausto de Goethe; el primero una reflexión poética sobre la justicia y el segundo sobre el mal moral y físico. Luego les invitaría a leer la historia de la UPR, según ha sido recogida por muchos distinguidos profesores que en el 2003, año del centenario del recinto, escribieron sendos trabajos trazando las diversas etapas de formación de la institución. Puerto Rico no sería lo que es sin su universidad. Y la universidad no sería tampoco lo que es sin sus huelgas históricas.
La huelga es un momento de paro en el que justamente todo se detiene, la cotidianidad colapsa. Es el síntoma ciertamente de la protesta pero también lo es del pensar, del desacuerdo y por lo tanto de la discusión. Es el síntoma de la transformación. Yo hago mi profesión de fe por las Humanidades y por la educación universitaria; son el espacio de producción de una forma de conocimiento que nos dice demasiado sobre las complejidades de lo humano, cosa que no está dada. A la concepción económica en su sentido llano opongo una concepción poética de lo humano; y lo poético es aquello que huye el lugar común y que se escapa de lo trillado, del cliché y del lenguaje gastado.
Libertad, democracia y educación para todos, eso queremos… “such stuff as dream are made of”. PS: Poniéndole punto final a estas líneas, me entero de que la fuerza de choque acababa de entrar, ayer al Recinto de Río Piedras. ¡Qué pobreza de espíritu, aunque mucha fuerza en los músculos, tienen los que nos gobiernan!