Mucho se ha hablado de las llamadas gallinas de palo y su impacto en la naturaleza puertorriqueña. Se dice que comen coquíes, destruyen carreteras y se comen las cosechas. Grupos como los Iguaneros de Aguada se han dedicado a cazarlas y comérselas.
Incluso, la iguana se ha vuelto un asunto político: el gobierno de Luis Fortuño (2009-2012) reconoció que la iguana verde era una plaga que debía ser controlada.
Irónicamente, a los turistas les encantan estas iguanas y se divierten muchísimo sacándose fotos con ellas. Pero ¿realmente las gallinas de palo son tan malas como su fama sugiere? Pues los hechos no están tan claros.
Una de las preocupaciones mas grandes del gobierno de Fortuño fue sobre su densidad poblacional. El Departamento de Recursos Naturales y Ambientales mencionó que habían cuatro millones de iguanas verdes en la isla, o sea, que había mas iguanas que personas.
Esto hace que surja la pregunta: ¿de dónde sacaron este número? Cualquier boricua podría decirnos que hay muchísimas iguanas en la Isla, pero hay estudiosos que cuestionan esta cifra.
Los científicos Javier A. Arce Nazario y Tomás A. Carlo han cuestionado la cifra del gobierno y también diversos estudios que afirman una densidad poblacional extremadamente alta. Argumentan que los estudios de población han sido realizados en lugares donde hay una cantidad muy elevada de iguanas, como el Parque Lineal de San Juan, y que no es representativo de la isla entera.
Además, exponen que, a diferencia de lo que se cree popularmente, las iguanas sí tienen depredadores aquí en la Isla. Figuran entre estos guaraguaos, garzas y boas puertorriqueñas, entre otros. Estos cuestionamientos ponen en duda si de verdad hay una sobrepoblación descontrolada de la especie iguana iguana.
Otro aspecto importante en la discusión es la alimentación de estos organismos y como puede afectar la fauna local. Recientemente, se han hecho estudios para ver la alimentación de estas iguanas y se encontró que a pesar de que algunas habían consumido cangrejos e insectos, eran mayormente herbívoras. Parecen ser omnívoros solo en situaciones específicas.
Es muy probable que la percepción que hay de estos organismos como depredadores peligrosos a las especies nativas sea una equivocada. Dicho esto, sí se puede argumentar que podrían representar un peligro para las cosechas de los agricultores locales. Esto último es evidenciado por el hecho de que los Iguaneros de Aguada sean contratados regularmente para eliminar iguanas de fincas comerciales.
Otro asunto que se ha traído a colación ha sido los daños económicos que supuestamente han causado las iguanas. Como ya mencioné, muchos agricultores han tenido que recurrir a contratar cazadores para evitar que las gallinas de palo se coman sus cosechas. Pero, ¿cuán generalizado es este problema?
El gobierno de la Isla realmente no tiene unas estadísticas confiables para poder estudiar este tipo de cosas. Como la cifra de cuatro millones de iguanas, discutida anteriormente, muchas veces no estamos seguros de cuáles técnicas metodológicas utilizan las agencias de gobierno para hacer estas investigaciones.
También se ha comentado que las iguanas dañan las carreteras estatales. Se dice que las iguanas hacen cuevas bajo las carreteras para poner sus huevos y esto podría causar que las carreteras colapsen. Una vez más, queda la incógnita. No sabemos si esto es común y generalizado.
Otro cuestionamiento que se podría hacer es que las otras islas del Caribe con iguanas no tienen este problema. Sin embargo, más allá del debate sobre los problemas generalizados que podrían causar en la Isla, si hay casos es que las iguanas causan daños muy específicos.
Por ejemplo, hay datos que indican que se ha tenido que detener el tráfico aéreo en el aeropuerto Luis Muñoz Marín así como en bases de la fuerza aérea de la isla por causa de estos animales. En estos casos las medidas que se tomen deben ser agresivas y específicas.
Todavía no hay conclusión para el debate de las iguanas. Aunque hay argumentos que tienen validez a otros le falta matiz.
No importa cuál sea su opinión acerca del tema, deberíamos tener una mentalidad abierta y pensar en soluciones balanceadas. Las gallinas de palo están en Puerto Rico para quedarse, así que lo mejor sería buscar la manera de que sus vacaciones permanentes en la Isla sean lo menos dañina posible a nuestro entorno.
El autor es estudiante de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Este artículo fue realizado para el curso de Zoología que brindó este semestre la profesora Patricia Burrowes.