Mirando a los ojos de refugiados centroamericanos, en tiempos de odio y miedo
Hace diez años, llegué a México por primera vez. Con una pesada mochila sujeta a la cintura, crucé a pie el largo puente de cemento que separa a México de Guatemala. Cando crucé la frontera, un hombre con la camisa desabrochada hasta el vientre y el sudor cayéndole por el pecho miró mi pasaporte (una ojeada…