“Hacemo’ un trueque de mofongo y yaniqueque,
mezclamos habichuela y dulce junto con tembleque,
los mismos taínos en distintos yucayeques,
la mancha’e plátano se pinta en los cachetes.
La caña va cortá’ con un mismo machete…”
EBRS (rapero)- D’ akí & D’ allá
Don Juan Francisco Tavera De la Cruz le sirve un mantecado de piña a uno de los cientos de caribeños que celebran en las afueras del ‘Choliseo’, mientras se da este invernal ocaso, un día después del natalicio de Eugenio María de Hostos. Se acaba la tarde, se esconde el sol, pero la alegría aflora.
“Pídeme otro, que te doy dos por uno. Este es un día histórico. Un día bueno”, explica este obrero dominicano, este obrero santurcino, este obrero del Caribe.
“Estamos contentos. Estamos contentos”, sonríe don Juan Francisco, mientras sus sexagenarias manos suben unidas hacia el cielo, como dando gracias porque llegó este día.
A su alrededor, varios compatriotas de don Juan Francisco andan con neveritas llenas de cervezas y refrescos, refrigerios que venden a precios más baratos que los de los quioscos oficiales de la actividad. Aún ni un policía, ni un oficial de seguridad privada interviene con ellos, aunque eso cambiaría pronto. Claro, todo esto enmarca el empeño laboral que define a estos dos pueblos criados bajo el sol, los cuales, en medio de tan magna celebración, sudan su peso.
Se trata de un festejo de dos naciones que de la mano han pasado tanto. Nos encontramos en la plazoleta afuera del Coliseo de Puerto Rico José Miguel Agrelót, en la periferia de la estación de Hato Rey del Tren Urbano. Es el 13 de enero de 2015 y hace unas horas el presidente de República Dominicana y el gobernador de Puerto Rico le anunciaron a ambos pueblos un paquete de históricos acuerdos propulsados por la Comisión Conjunta Puerto Rico-República Dominicana que manejan desde octubre el ministro de Relaciones Exteriores dominicano, Andrés Navarro y el secretario de Estado puertorriqueñoy mano derecha de Fortaleza, David Bernier.
Los mandatarios Danilo Medina y Alejandro García Padilla firmaron el pacto entre ambas naciones, y ahora aquí hay fiesta. Y hay historias. Don Juan Francisco, por ejemplo, llegó hace más de tres décadas a Borinquen y no precisamente por la vía cómoda del aeropuerto Luis Muñoz Marín o del ferry de Mayagüez.
“Hace 34 años yo me tiré pa’ acá en una yola con un grupo de compatriotas, buscando ese sueño que decían que era Puerto Rico”, recordó con un largo suspiro. De repente a su lado y echándole el brazo aparecía un pana de don Juan Francisco, de más de 50 años de edad, un tal Alfredo Torres González, “de Santurce, Puerto Rico y amigo del alma de este señor que está aquí, que es mi hermano”.
“¿Qué tú quieres que te cuente de ese viaje en yola? ¡Muchaaachooo! ¡No fue fácil!”, abunda don Juan Francisco ante la petición de Diálogo. “El viaje me costó 50 pesos dominicanos. Fueron como cinco días ahí en el mar. Veíamos unos tiburones del tamaño de toros de arao, así grandotes, grandotes. Da miedo, pero uno se encomienda al de allá arriba y pa’ lante”, agrega este veterano de esa peligrosa travesía por el Canal de la Mona en la cual muchos dominicanos han perdido la vida.
Don Juan Francisco llegó a Mayagüez y de ahí “los mismos puertorriqueños me ayudaron a llegar hasta Santurce, donde para ese momento ya habían muchos dominicanos”. Dijo sentirse suertudo pues “para ese momento no habían las mafias estas de años recientes”, donde juegan con los indocumentados, “y les sacan el vivir” antes de llevarlos hacia sus seres queridos. Tras un tiempo laborando “desde abajo” en Santurce, conoció a Ruth Ramos, “la luz de mis ojos”, con quien lleva más de 30 años de casado. Durante todo este tiempo, “todo ha estado en paz con mis hermanos puertorriqueños”, excepto algunas ocasiones en las que ha sido víctima de discrimen por parte de la Policía estatal y del Municipio de San Juan.
“Solo dos veces tuve problemas. Recuerdo una vez, yo estaba en la Avenida Borinquen y me salgo hacia la acera, y de repente, sin saber por qué, vino un policía a entrarme a palos. Pero en todos lados hay un poco gente mala. En general, te puedo decir que los puertorriqueños son mis hermanos, como éste que está aquí, que siempre me ayuda y yo a él, no importa las condiciones”, manifiesta sonriente y con el cristal en sus pupilas de alguien que quiere llorar de la emoción, pero como que no le sale. Señala a su consorte y se le cae una sonrisa bondadosa.
“¡Que viva Puerto Rico y que viva República Dominicana!”, grita de la nada Alfredo, como si esto fuese un utópico mitin político de aquella unión antillana que una vez soñaron y proclamaron los próceres. En ese momento, los panderos de Pleneálo le daban fuego musical al asunto, en la tarima que el Gobierno levantó para esta coloquial fiesta latinoamericana.
A medio kilómetro de distancia, otra historia dominico-boricua, un relato más joven y de menos artillería, baja las escaleras de la estación Hato Rey del Tren Urbano. Brian Ramírez Vicéns, artista, tiene 29 años de edad y no llegó en yola. Más bien nació en Santurce, de madre boricua y padre dominicano, y quizás por eso mismo entiende bien la dinámica entre ambos pueblos.
“Sí, te puedo decir que he visto las cosas buenas, como cuando boricuas y dominicanos se dan la mano, pero también uno siente las cosas malas. Por ejemplo, los chistes desde pequeño, el que la gente mire mal a uno, quizás porque oyen a uno hablando de una forma con algún paisano o familiar, o el discrimen en algunos sitios por el color de uno, o porque uno no parezca puertorriqueño, sea lo que sea q eso signifique… O sea, hay muchas cosas buenas que uno experimenta, pero también hay cosas negativas. A veces uno tiene que sacar pecho cuando ve o escucha cosas”, articula el joven, quien es conocido en el mundo del hip hop subterráneo como EBRS, parte del binomio C.D.T., que compone junto al rapero de padre boricua y madre mexicana, Samuel Vidal, a quien apodan El S.
De hecho, Brian dijo que es en el rap donde ha encontrado el foro perfecto para expulsar de su vida cualquier incomodidad de discrimen que haya sentido, además de que “me sirve para explicarle a la gente de dónde uno viene y quién uno es”. Ante la inquisición de Diálogo, EBRS escupió algunos versos del tema ‘D akí & D’ allá’, el cual hizo junto al ‘mc’ dominicano Juan ‘El More’ Cabrera y el productor Esejota, del trío Rap Pack Lineup, y donde pone bajo lupa su historia dominico-boricua. Ahí va eso:
Tras dar muela con este diario digital en el vestíbulo de la estación del tren, el rapero fue a confundirse entre la multitud. Sonaba duro la música de Pirulo y su Tribu y eran muchos los que bailaban sin tapujos. Brian le pasa por el lado a una pareja de boricuas que daba cátedra de swing salsero y aquí se detiene Diálogo.
“Aquí vinimos a vacilar, pero estamos conscientes de que es un día importante para ambos pueblos. ¡Es que entre ambos países no deben haber fronteras!”, manifiesta jubilosa Yarelis Rosado, aún con resortes en sus pies y caderas ante tanta sandunga desplegada en el tema ‘Loco pero feliz’.
“De lo más que me entusiasma es el intercambio en la educación que se logró. Por ejemplo, mis mejores amistades dominicanas las conocí estudiando en la Universidad Politécnica y es bueno saber que otros jóvenes tendrán la oportunidad de vivir esta experiencia. Si hay algo donde no debe haber barreras entre boricuas y dominicanos es en la educación”, agrega su secuaz, Edwin Ortiz.
Sobraban los ejemplos de algarabía. Más que nada, sobraban los ejemplos de los que no zozobraron. He ahí, al lado de la tarima, una muestra de la sagacidad dominicana en Borinquen. Puede que algunos lo conozcan como Levis Suriel Gómez, actual Diputado de Ultramar del Gobierno dominicano, quien hace más de dos décadas reside en Puerto Rico. Otros, simplemente, lo llaman el ‘Rey del Churrasco’, apodo que ganó gracias al éxito de sus restaurantes Levis Restaurant & Grill, en Santurce e Isla Verde.
“Lo importante de lo que está pasando hoy es que finalmente se institucionaliza una serie de entendimientos entre ambos pueblos, más allá de la hermandad que nos ha unido desde siempre”, manifiesta Levis, mientras se confunde en un caluroso saludo con la actriz boricua Magaly Carrasquillo y el merengue de Juan Castillo que armoniza el antillano encuentro.
“Esto solo va a servir para mejores intercambios culturales y económicos, y abrirá aún más el mercado dominicano para Puerto Rico y viceversa”, dijo, haciendo hincapié en que este idilio dominico-boricua solo se verá interrumpido en el béisbol.
“Como ahora, que viene la Serie del Caribe. Te recomiendo que te unas a nuestro equipo dominicano. ¡Tú lo sabes, que nuestros peloteros son los mejores!”, bromeó cuando lo cucamos al mencionar el clásico caribeño que arranca a inicios de febrero en el estadio Hiram Bithorn. Se le recordó que Puerto Rico irá con sed de venganza tras lo sucedido en el pasado Clásico Mundial. Y ya.
Béisbol o no, comerciantes boricuas, como Marcos Vega, concuerdan con Levis sobre la camaradería que une a ambos pueblos.
“Yo he tenido negocio en Río Piedras, en Viejo San Juan y ahora en Vieques y te puedo decir que los más que me han dado la mano han sido los colegas comerciantes dominicanos”, establece en conversación con este rotativo Vega, propietario del pub Nuestro Son, que ubica en la calle Tetuán del Viejo San Juan y que anteriormente estuvo en la Avenida Uniersidad, en Río Piedras.
“Por ejemplo, cuando estaba en Río Piedras, la gente del Supermercado Doña Ana, del Ocho de Blanco y del Vidy’s siempre estuvieron pendiente a lo que necesitara, y ahora en la calle Tetuán, los de la barra-colmado El Moreno siempre me han dado la mano. El comerciante puertorriqueño tiene una bonita relación ya de años con el comerciante dominicano”, expresa Vega, quien hace un año abrió también el restaurante El Guayacán en el barrio Esperanza en Vieques.
Ya, Borinquen y Quisqueya se han vuelto uno. ¿o no? Contemos esta anécdota final. Resulta que cuando estábamos acabando las entrevistas, llegó la Policía a tratar de sacar del área a aquellos vendedores ambulantes dominicanos cuyas neveritas cargaban cervezas y refrescos a un precio menor que el de los quioscos oficiales de la actividad. Sonaba de fondo ‘Pónmela ahí que te la vo’a partir’, del Conjunto Quisqueya, cuando efectivos estatales y municipales les dijeron de forma intimidante a los vendedores que abandonaran el local. Y una voz, en un castellano que sonaba a creole haitiano, sobresalía.
“¡Ya nos vamos, oficial, ya nos vamos!”, gritaba un hombre de unos 30 años de edad, cuyo nombre nos enteramos después que era “Donald”, o al menos eso nos dijo.
Es que mientras Borinquen y Quisqueya bailan pegado, aún falta el bolero pa’ Haití. ¿Y el de Cuba? ¿Venezuela, Latinoamérica en serio, la CELAC? En algún lugar del firmamento, Hostos sonríe a medias, quizás se encontró con Juan Formell, fenecido líder de los Van Van. Es que aquí el que baila gana.