Desde mi llegada a Montreal el crujir de la nieve bajo los pies me acompaña. El largo invierno quebequense se antoja hogar inhóspito para actividades teatrales y festivas. Sin embargo, Montreal es un nido de sorpresas. Se trata de una ciudad con una vida teatral mucho más rica, diversa y agitada de lo que me esperaba. A pesar de que el manto de nieve y las temperaturas bajo cero se mantienen hasta bien entrada la primavera, Montreal goza de una programación teatral activa, con un público abundante y entusiasta. Entusiasta hasta el punto de ser fastidioso. Sentado en mi butaca, cargando sobre el regazo guantes, gorro, chaqueta, y demás prendas necesarias en estas latitudes, no puedo más que sorprenderme cada vez que al acabar un espectáculo el público se pone en pie dispuesto a ofrecer largas ovaciones. En una visita previa advertí una vida artística callejera bastante activa, con malabaristas, cómicos, carpas circenses y espectáculos por doquier —cabe recordar que el Cirque du Soleil nació en Québec en 1984 y todavía tiene en Montreal su sede administrativa y creativa principal. Montreal organiza y acoge además el Festival Transamériques, uno de los más importantes de Norteamérica. Mi equivocada impresión era la de una ciudad con actividad teatral limitada sólo a los meses de verano. Ciertamente, hay una diferencia estacional: el verano abre el teatro a las calles. En invierno las salas y los locales de noche son el principal lugar de trabajo para teatreros. Mi sorpresa respecto a la escena teatral que descubro es todavía mayor al ver que, a diferencia de los Estados Unidos, Québec posee una fuerte tradición de teatro físico. Es una sorpresa refrescante que decido investigar. La tradición psicologista tan anclada en el teatro estadounidense no ha sido tan excluyente en Québec. Montreal en especial ha mantenido y mantiene una línea de trabajo en teatro físico proveniente del mimo y la pantomima, especialmente del mimo francés. Incluso en el panorama de la danza contemporánea, Montreal ha seguido una línea cercana al teatro físico y la performance, con espectáculos que combinan movimiento formal con movimiento estilizado a partir de lo cotidiano, a menudo integrando texto a modo de narración por parte de los bailarines. Explorando la cartelera —que a pesar de ser activa, es algo limitada en comparación a megalópolis como Nueva York— descubro que Pau Bachero está actuando en La femme française et les étoiles. Lo más interesante es que se trata de una producción local, no un espectáculo en gira internacional, y para colmo lo dirige Jean Asselin. Asselin y Denise Boulanger dirigen la escuela de mimo Ómnibus de Montreal. Asselin dirige, además, el grupo teatral del mismo nombre. Tengo que ver este espectáculo. Consigo con facilidad contactar con Bachero, y quedo a media mañana con él para visitar Espace Libre, la sala de teatro, espacio de ensayo y oficinas que Ómnibus comparte con otros grupos. Pau Bachero se ha desarrollado como actor de teatro físico, con especial interés en el mimo corporal dramático. El mimo corporal es una técnica de entrenamiento actoral iniciada por Étienne Decroux (1898-1991), considerado el padre del mimo moderno, que todavía sigue siendo enseñada y practicada por ex-alumnos de Decroux. Asselin fue alumno y asistente de Decroux, y es a través de este interés común que Bachero entró en contacto con Asselin, primero tomando sus clases y ahora como actor en uno de sus espectáculos. Pronto descubro que Asselin es abierto y apasionado, dispuesto a abrir el mimo corporal a todo aquel interesado. Me invita a la clase que empieza en unos minutos. Las botas mojadas y la ropa de abrigo quedan fuera del estudio, el clima en la sala es cálido y acogedor. Así, casi sin saberlo, me encuentro en un estudio de teatro en Montreal procurando refrescar en un instante lo que pueda recordar de mi entrenamiento en mimo corporal. ¿Quería ver teatro físico en Montreal? No sólo he conseguido verlo, sino hasta sentirlo en mis propias carnes. La femme française et les étoiles reúne a una de las actrices más célebres del teatro de texto de Montreal, Louise Marleau, junto a un actor de mimo corporal, Bachero. Asselin crea una dramaturgia apasionada a partir de una obra epistolar de Louis Aragon. Una mujer aburguesada recuerda, a través de las cartas que dirigió a su amante, la tórrida relación que mantuvieron, truncada por el suicidio del joven. Él habita en el pasado, en un mundo inexistente, casi onírico. Ella habita el presente reviviendo emociones a través del recuerdo. El pulso actoral entre Marleau y Bachero se convierte en un diálogo entre dos registros teatrales distintos: un teatro de texto que se regodea en la sensualidad de la palabra y uno gestual, sin palabras, en el que prima la voluptuosidad del cuerpo en movimiento. Curiosamente, ambos actores, ambos lenguajes, ambas temporalidades, ambos mundos, consiguen comunicarse creando una seductora tensión escénica. Asselin me explica que este espectáculo es lo que el llama mimo impuro. Para Asselin, el mimo es una forma de teatro gestual que en su forma pura no incluye la palabra. El teatro de texto, a pesar de que puede contener grandes dosis de trabajo físico, busca su significado principal a partir de la palabra escrita. Asselin ha trabajado en ambas formas. También ha hecho montajes en los que el mimo puro, y el teatro de texto, cohabitan en escena, comunicándose pero sin llegar a mezclarse. La tensión entre los distintos registros teatrales funciona como herramienta dramatúrgica particularmente útil, haciendo convivir en escena dos mundos completamente aparte, realidades que interactúan sin confundirse.