
El nombre de Roman Polanski se conoce alrededor de todo el mundo, ya sea por su trayectoria cinematográfica o por sus comentadas acusaciones criminales. Dichas imputaciones vienen de su famoso juicio en 1978 donde éste admitió haber tenido sexo con una menor. Al ver que el juez no tendría misericordia con él (se cuestiona hasta el día de hoy la conducta de dicho juez Polanski se fugó a Europa donde fue detenido después de 31 años de persecución en septiembre del año pasado. Pero este exilio no lo aguantó en su carrera como cineasta. En Europa realizó varios filmes, incluyendo Tess (1979) y The Pianist (2002); ambos nominados en los premios “Oscar” para mejor película y mejor director (ganó al fin por The Pianist, filme que también debió haber ganado mejor película, en mi opinión). Polanski se encontraba en post-producción de su más reciente filme, The Ghost Writer, cuando fue detenido por segunda vez en Suiza, y decidió terminar el filme bajo arresto domiciliario. En cada momento donde la vida del director aparentaba dar el último suspiro, éste siempre continuaba su labor, y su más reciente arresto no muestra ser lo suficiente para pararlo. Con The Ghost Writer, Polanski no sólo demuestra que su talento y su manejo experto del género del “thriller” aun están en su lugar, sino que también demuestra ser el mismo director insistente y perfeccionista que, más que nada, disfruta hacer películas. El nuevo filme del director polaco, basado en la novela The Ghost de Robert Harris (Polanski y Harris ambos escribieron el guión), cuenta la historia de un escritor “fantasma” (Ewan McGregor) reclutado para escribir las memorias del ex-primer ministro de Inglaterra, Adam Lang (Pierce Brosnan). La manera en que funciona el trabajo de éste consiste en escuchar a Lang y convertir sus palabras en prosa. Pero lo único que incomoda al “fantasma” (en ningún momento se menciona el nombre del escritor) es que la razón por la cual él ahora toma este trabajo se debe a que su antecesor murió bajo circunstancias extrañas. Además de esto, en el momento en que el “fantasma” acepta el trabajo, Lang es acusado de autorizar la entrega de supuestos terroristas a la CIA para ser torturados y cuestionados. Claramente, el “fantasma” ha caído en una situación mucho más grande de lo que esperaba. Ahora la casa de verano que iba a ser su espacio de trabajo se convierte en su temporero y claustrofóbico hogar. Y, de manera irónica, los Estados Unidos se convierten en el refugio de Lang (una guiñada a la situación del director). El escenario está construido; ahora lo único que falta es el toque Polanski. The Ghost Writer es un “thriller” político, y, por lo tanto, es uno que crea una atmósfera de incertidumbre desde las primeras imágenes. El filme no pretende esconderse detrás de pretensiones, sino que trabaja con los instrumentos que ya están a la disposición del director. Todo elemento del género está presente, desde la tensión claustrofóbica del entorno hasta las pistas escondidas sólo para los ojos del protagonista. Pero es la ejecución- la manera en que Polanski utiliza sus instrumentos- lo que hace al filme resaltar de los demás. Al igual que el denominado “maestro del suspenso” Alfred Hitchcock, Polanski es un director que le gusta jugar con su audiencia. Como en sus otros filmes, Polanski decide no proveer toda la información necesaria en el momento. El director aguanta detalles importantes de la trama para mantener el misterio y la frustración a su más incómodo nivel. A la misma vez, el director también emplea su gran uso de humor, a veces oscuro pero mayormente ligero e inteligente. Se nota en estos aspectos el dominio y el disfrute del director al poder emplear estas técnicas en The Ghost Writer. Ninguna otra persona en el cine de hoy puede crear tensión tan incómoda, con simples miradas y lenguaje sugestivo, como lo hace Polanski. Como en su clásico debut fílmico Knife in the Water (1962), Polanski esconde las más misteriosas y sospechosas acciones detrás de conversaciones y confrontaciones donde cada persona intenta sobrepasar al otro, en miradas que sólo la cámara puede capturar y en insinuaciones sexuales en el diálogo. Además, Polanski es un director que trabaja con sus actores arduamente. Pierce Brosnan, aunque su tiempo en pantalla es mínimo, encarna a Lang como una persona agradable pero que a la vez esconde una ferocidad que sólo atribuye a su misterioso pasado. Ewan McGregor da una de sus mejores actuaciones y se une a los personajes más memorables de Polanski, uno que, al igual que Jack Nicholson en Chinatown (1974), se encuentra perdido en una situación mucho más grande que él. De la misma manera, Olivia Williams, Kim Cattrall y Tom Wilkinson convincentemente encarnan personajes que podían haber sido sacados de un filme de Hitchcock. Igual de importante en las películas de Polanski, quizás lo más crítico en su construcción de tensión y misterio, es la cámara. Polanski es un director que explora el espacio detalladamente, de manera perfeccionista. Utiliza el movimiento como un factor importante en la acción, dándole peso y vida a ciertos objetos que de alguna manera u otra son cruciales en la historia. Además, la cámara da vida a las cosas que ocurren en el trasfondo que pueden irse desapercibidas en otros filmes: gente hablando, aviones despegando, un hombre barriendo las hojas en el patio. Este es Polanski jugando con el espectador, distrayéndonos de los detalles importantes de la historia, creando misterio, creando interés e incertidumbre. Por lo tanto, el “fantasma” de Polanski permea el filme, igual que el “fantasma” de Tony Blair (el verdadero ex-primer ministro de Inglaterra), enmascarado superficialmente por el personaje de Adam Lang. El filme toca los temas de seguridad y de la política contra el terrorismo a partir de los acontecimientos de septiembre 11, pero también va más allá. Polanski no se complace con hacer un comentario sobre las relaciones entre Inglaterra y los Estados Unidos durante la “Guerra contra el Terror”, sino que también se enfoca en los problemas más cercanos a los personajes. La búsqueda de la verdad, la responsabilidad del escritor/investigador, los problemas personales que afectan la situación de mayor proporción, todos son temas que refuerzan lo que es un filme puramente político que busca exponer las repercusiones de unas decisiones tomadas específicamente para cumplir con una agenda irresponsable. El “fantasma” protagónico del filme es uno que no descansa hasta resolver de alguna manera u otra el misterio que determina su camino, por lo que se refleja en sus acciones el propio fantasma de Polanski, un director visionario que no aparenta tener en sus planes abandonar su compromiso con el cine.