Andy Warhol tenía razón. “En el futuro, todo el mundo será famoso durante 15 minutos”, dijo el innovador artista estadounidense en el 1968. No se refería a que el mundo estaba repleto de personas talentosas que sobresaldrían por sus propios méritos, sino a que cada vez la vanidad y el culto a la celebridad son fuerzas más potentes en la sociedad. Sin embargo, me atrevo a decir que Warhol jamás se hubiera imaginado los extremos a los que muchos llegarían para buscar esta fama tan efímera.
The King of Comedy, el largometraje del 1983 escrito por Paul Zimmerman y dirigido por Martin Scorsese, cuenta la historia de un comediante aspirante que secuestra a un animador de televisión para poder salir en su programa. Treinta años después de su lanzamiento, los temas que explora la película son más pertinentes que nunca. En un mundo donde reinan los reality shows y donde millones de personas inundan las redes sociales con videos, fotos y comentarios que intentan llamar la atención de todo el ciberespacio, la adoración a la fama se ha convertido en una cualidad admirable.
Robert De Niro protagoniza a Rupert Pupkin, un joven ambicioso obsesionado con el comediante y animador Jerry Langford y con la idea de ser famoso. Luego de que sus intentos de contactarlo personalmente fracasan, Rupert decide que el único remedio es secuestrar a Langford y exigir que le separe unos minutos en su talk show para presentar una rutina de stand-up comedy.
Como era de costumbre en esta época, De Niro hizo un papel magistral. Su mayor logro es como nos hace reír a pesar de que Rupert no es una persona graciosa; es un hombre totalmente desconectado de la realidad y carente de gracia social. Su enajenación es tan extrema que es incapaz de entender que las demás personas lo rechazan y no está consciente de sus propias limitaciones. Quizás sea un poco cruel reírse de un enfermo mental, pero lo que Zimmerman, Scorsese y De Niro querían exponer es que la obsesión con la fama conduce a la irracionalidad y a la locura.
La película demuestra que ser famoso no es algo tan agradable y glamoroso de diversas formas. Enlaza las fantasías de éxito y felicidad de Rupert, en las que se imagina que es amigo de Langford, con la realidad de la vida del animador. Langford es un hombre cansado de su propia fama; se ve deprimido y antipático porque resiente que invadan su privacidad.
Otro legado del filme es que antecedió el estilo de “cringe comedy” que se ha hecho tan popular en años recientes. Casi todas las situaciones en las que Rupert interactúa con otras personas nos recuerdan a una escena clásica de Swingers, la película del 1996 dirigida por Doug Liman. En ella, un joven tímido graba múltiples mensajes en el contestador telefónico de una chica con la que le gustaría salir. En ambos casos, estamos viendo a personas que no saben cuándo parar y constantemente se ponen a sí mismos en posiciones humillantes y crean momentos incómodos para los demás. Scorsese extiende estos momentos más de lo normal en The King of Comedy, resultando en una película muy difícil de ver. El hecho de que logró esto sin usar violencia gráfica y con una clasificación PG demuestra el gran talento del director.
Su influencia también se puede ver en The Social Network, el filme del 2010 sobre la creación de Facebook. Al igual que The King of Comedy, es una película que explora a través del humor negro el deseo de sobresalir de una persona no diestra socialmente.
Como suele pasar con obras importantes de épocas anteriores, se ha planteado la idea de producir otra versión. Sandra Bernhard, la actriz y comediante que personifica a la acosadora Marsha en el filme, dijo hace unos meses que esto no tendría sentido porque estamos viviendo en una época donde abundan personas como Rupert y Marsha.
“Es muy tarde para hacer una nueva versión, estamos aquí y no hay nada nuevo que decir. Es una conversación que tenemos todos los días, ‘¿Puedes creer que es famoso?’ No hay nada más para añadir.” expresó la actriz.
The King of Comedy apenas recuperó dos millones en la cartelera, una fracción de su presupuesto de 19 millones de dólares. De Niro le atribuyó esta falla comercial a que quizás en esa época la gente no estaba lista para aceptar el mensaje de la película. Afortunadamente, en la actualidad es reconocida como una de las obras más subestimadas de Scorsese y su influencia es considerable. Ahora sólo nos falta aprender de ella.