
Como muchos lectores de esta revista (80Grados) deben saber ya, Coraje II, obra de teatro experimental creada e interpretada por Teresa Hernández y dirigida por Miguel Rubio (del destacado colectivo teatral Yuyachkani de Perú), estrena el 20 de enero de 2012 en el teatro Victoria Espinosa con dos fines de semana de funciones. Pero el nombre es engañoso pues Coraje II no es, estrictamente hablando, una segunda parte de Coraje (la pieza presentada por Teresa Hernández en el 2009, acompañada por Yamil Collazo y Karen Langevin). Coraje dos no es una segunda parte sino más bien coraje a la dos, a la segunda potencia, un extreme close-up a uno de los personajes, a su contexto (y a otros textos). O quizás es la raíz cuadrada de Coraje, la unidad mínima de Coraje, un píxel existencial. Uno solo de los personajes limitado espacialmente por una isla/cuadrado en medio del escenario.
Coraje II estrenó el pasado vienres, pero no es por eso solamente que escribo. Escribo también porque U.S.A. le dio un premio a Teresa. Aunque para recibir dicho premio hay que ser ciudadano o residente legal de los Estados Unidos, no estamos hablando aquí de dicho país, sino de United States Artists, una organización sin fines de lucro (fundada en el 2005) que anualmente otorga 50 becas (no 51) a 50 artistas reconocidos en distintas disciplinas, de $50,000.00 cada una, sin restricciones (o sea, que los artistas la pueden usar para lo que les dé la gana, para saldar sus deudas, irse de viaje, pagar la escuela de los nenes, crear una sub-beca de mil dólares para 50 jóvenes artistas, para lo que sea). Según U.S.A., su misión es invertir en la creación artística de los mejores artistas de los Estados Unidos y con el premio llamar la atención sobre la importancia de los artistas para la sociedad en general, promoviendo la creatividad, diversidad, calidad e innovación libres de las presiones del mercado. El proceso de nominación y selección es riguroso, demás está decir que no le dan el premio a cualquiera. Y Teresa ganó. Teresa Hernández, luego de veinte años de trayectoria como creadora/teatrera/actriz/bailarina /dramaturga, obtuvo el USA Rolón Fellow 2011 en el área de Artes Teatrales.1
No es la primera distinción que recibe esta “artista del escenario”, como a ella le gusta llamarse rechazando las categorías de actriz o bailarina por considerarlas demasiado absolutas y limitantes. Desde 1991 Teresa Hernández está creando y presentando su trabajo en Puerto Rico e internacionalmente y en 2007 la importancia de su obra fue reconocida por el “Instituto Hemisférico de Performance y Política” (organización multi-institucional internacional) incluyéndola en su selecto archivo digital de artistas de las Américas (de Puerto Rico también están en dicho archivo los trabajos de Rosa Luisa Márquez, Javier Cardona y Deborah Hunt).
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Me enorgullece su merecido reconocimiento. Teresa Hernández lleva mucho tiempo trabajando el escenario en Puerto Rico, trabajando Puerto Rico desde el cuerpo. Es excelente, rigurosa, inteligente y exigente en su taller y en su entrega. Pero la mayoría de los puertorriqueños, sospecho, no sabe quién es Teresa Hernández (ni tantos otros artistas teatreros y dramaturgos esenciales como Viveka Vázquez, Nelson Rivera, Rosa Luisa Márquez, Eduardo Alegría, Pedro Adorno, etc.). U.S.A. sí sabe quién es y le acaba de otorgar un premio; U.S.A. reconoce a Teresa Hernández y me da coraje que P.R. no. Teresa no está incorporada a U.S.A.; “Teresa, no inc.” es el nombre de su compañía, ella está incorporada como “no incorporada”. ¿Teresa, sí inc.? El ser en una colonia y su ser parte de una colonia figuran prominentemente en la temática del trabajo de Teresa. Precisamente, su ser no, inc. es parte integral –incorporada— de su ser, apuntando a su celebración de las contradicciones. A ese ser en cuyo ser le va su “no ser parte de”, le dieron un premio como “parte de”. A Teresa, a su cuerpo, a su corpus de trabajo, U.S.A. le dio un premio en tanto que artista, pero no fue U.S.A. quien le dio el premio, sino U.S.A. (que es lo mismo, pero no es igual).
¿Por qué es que me molesta el asunto de la falta de reconocimiento local de una artista de su calibre? Estoy segura, por ejemplo, de que mucha más gente sí sabe quiénes son Cordelia González y Gladys Rodríguez (y no pretendo aquí restarle crédito alguno a estas últimas). ¿Y eso qué importa? ¿Qué importa que conozcan a unas y no a la otra? ¿Qué nos dice esta preocupación acerca del quehacer artístico en Puerto Rico? Tal vez la preocupación delata, más que una ansiedad demográfica con el reconocimiento popular, una molestia subyacente ante la invisibilidad del teatro experimental versus el comercial. “Ser artista es ser invisible y si eres artista experimental tú no existes”, ha dicho Teresa. Pero, a estas alturas, ¿qué es eso de teatro experimental? ¿Por qué insistir en la categoría? ¿Podemos seguir llamándole experimental a un quehacer artístico de décadas? ¿No podemos llamarle simplemente teatro? Tal vez lo experimental se define mejor en torno a la relación con el espectador. La particularidad del teatro experimental en ese aspecto es que no trata al espectador como recipiente pasivo de un producto para su entretenimiento, (como suele hacer el teatro comercial). La experiencia teatral se agudiza en el teatro experimental como un proceso bidireccional de creación de sentido. Es un proceso que va más allá de la puesta en escena y que emplaza activamente al espectador desde su apertura a la resignificación. Quizás ahí está la clave de la virtual invisibilidad del teatro experimental o alternativo en Puerto Rico: que supone mucho más trabajo por parte del espectador, requiere de la disposición anímica a salir de la sala con las manos vacías, o llenas con piezas de un rompecabezas que cada cual debe montar. Es teatro difícil, difícil porque consiste en estar dispuestos a que experimenten con uno, a dejar que nos miren y a mirarnos. Esta característica es patente en el teatro de Teresa. Es su forma de hacer política, con p minúscula, como diría ella.
El teatro de Teresa es un trabajo sobre el cuerpo, o más bien un cuerpo de trabajo que trabaja a través del cuerpo. ¿Cómo comenzar a hablar de, a mirar, a juzgar un cuerpo que habla desde el cuerpo? ¿Cambian las respuestas si añadimos que este cuerpo es un cuerpo de mujer, que esa mujer es puertorriqueña? La voz de un cuerpo colonizado y femenino ¿cuántos niveles de subalternidad supone? Me pregunto esto y a la vez pienso que la pregunta por la voz femenina como voz subalterna en sí, no solo no debe seguir surgiendo en el siglo veintiuno, sino que en el trabajo de Teresa Hernández no surge de esa manera; sus personajes, los muchos cuerpos de su cuerpo, no lo permiten, y más aún, se las ingenia para, en medio de todas estas condiciones de subordinación, no aparecer como víctima sino sencillamente siendo, existiendo, bregando. Cada personaje logra encarnar una estrategia existencial que le permite sobrevivir y sobrellevar la engorrosa posición de la identidad de lo no-idéntico.
“En el arte uno tiene que asumir una postura, aunque la postura sea la ambigüedad”, dice Teresa. Desde ese posicionamiento ambiguo su trabajo (con T mayúscula) presenta a una multiplicidad de personajes que habitan y coexisten en un espacio incómodo, mas están cómodos en su incomodidad. Nos habla desde la exaltación y la parodia de la contradicción, esa contradicción componente del ser que se hace más evidente en el sujeto colonizado. Podemos ver los personajes de Teresa como dimensiones o estrategias de supervivencia en la colonia (vivir siempre es sobrevivir), sobre todo si consideramos, como decía Walter Benjamin, que el estado de emergencia en que vivimos no es la excepción sino la regla. Entre la autobiografía y el retrato (ella tiene un gusto particular por lo “entre”), Teresa nos muestra con sus personajes maneras de ver y ser en la colonia que dan cuenta de nuestra paradójica complicidad con el poder al que nos enfrentamos, ni agónicos ni antagónicos; estamos siempre implicados.
¿Pero consiste nuestra colonialidad en un estado del ser, en un modo de ser, pensar, actuar? ¿Cómo puede ser un estado del ser si precisamente eso es lo que dicta nuestro estatus que no somos: un estado? Ni un estado-nación ni un estado de una nación. ¿Qué dice un cuerpo cuyo estado es precisamente no ser un estado, es ser un “pre-estado”, como acuña uno de los personajes de Teresa? Podría decirse que ser un pre-estado es en cierta forma ser un ente cuya identidad consiste en no tener identidad. Es un ente paradójico. Pero como me decía Paco Vidarte: “No hace falta una identidad para hacer política. ¿O sí? Según se responda haremos política oficial o no.”
Teresa Hernández definitivamente no hace política oficial. La propuesta tras sus personajes no se trata de representar sujetos del E.L.A. o indecisos entre el either/or, ni nacionalistas ni independentistas ni anexionistas ni político-partidistas (aunque algunos sí lo sean). El Puerto Rico que ella dibuja con sus personajes está poblado por sujetos colonizados que trabajan desde el malestar, la incomodidad, la precariedad, lo mismo que supone hacer teatro alternativo. Son gente, tipos (mas bien tipas), formas de habitar un cuerpo humano, un cuerpo social. “Es un cuerpo en el que habitan otros cuerpos”, ha dicho el personaje de Teresa llamado Isabella, la pseudoacadémica, analizando los personajes de las hermanas Perdóname, Perpetua y Pragma. A primera vista ese cuerpo en el que habitan otros cuerpos nos podría recordar la serie de televisión The United States of Tara, donde el personaje principal “Tara” (Toni Collette) sufre de Trastorno de Identidad Disociativo (antes conocido como Trastorno de Identidad Múltiple), y las múltiples identidades luchan por la hegemonía del espacio único, el espacio privado, el espacio del cuerpo de la soccer mom. Algunas de las identidades incluso llegan a matar a otras pero siempre está claro cuál es la identidad principal, la soberana del cuerpo, “the united states”. En el caso de Tere los personajes no compiten entre sí, no se pelean por un espacio, no hay un único espacio que llenar; la multiplicidad de personajes complementa la multiplicidad del espacio que no es idéntico a sí mismo, un espacio no cerrado, rizomático, con estados fragmentados. Si los United States of Tara son un tropel de identidades peleando por ganarse el único empleo que hay, los (un)United States of Tere son un corillo de gente janguiando en la fila del desempleo.
Puerto Rico tiene la tasa más alta de desempleo de los Estados Unidos y este año que acaba de terminar Puerto Rico tuvo más asesinatos que nunca antes en su historia. La situación de violencia e inseguridad real y percibida es constante. Siempre hay una guerra, ya sea la de Irak, Afganistán, la guerra contra las drogas, la guerra contra el terror… Vivimos en estado de guerra permanente y la guerra no parece ser la paz del futuro, no hay resolución. La guerra es un estilo de vida. La crisis es la norma. En palabras de Hardt y Negri:
“When crisis is no longer limited and specific but becomes a general omni-crisis, when the state of war and thus the state of exception become indefinite or even permanent, as they do today, then contradiction is fully expressed, and the concept takes on an entirely different character.” (Hardt y Negri, 1.1)2
En nombre de la crisis energética, la crisis económica, la crisis de violencia e inseguridad, la crisis de la educación, la crisis gubernamental, la crisis en general, nos espetan el gasoducto, atentan contra el Corredor Ecológico del Este, activan la ley 7 y despiden miles de empleados del gobierno, aumentan la matrícula y las cuotas en la iupi y le meten la policía, amenazan con cerrar escuelas públicas, aumentan el número de jueces en el Tribunal Supremo en un gesto transparente de tomar el control de la rama judicial, reducen dramáticamente el presupuesto de Servicios Legales, se habla de toques de queda y de pena de muerte, vivimos en un narcoestado donde el que puede se encierra entre rejas, ventanas de seguridad y urbanizaciones cerradas y para colmo el gobierno gasta casi un millón de dólares de su erario público en traer un concierto de Yanni. Ese es el contexto del que emana el nuevo trabajo de Teresa Hernández titulado Coraje II.3 En palabras de Teresa:
“Estamos rodeados de agresiones por actos concretos y no tan concretos. Frente a estas agresiones, coleccionamos silencios, indiferencias, negaciones. Las estadísticas de las víctimas son fidedignas e interminables pero se quedan cortas en cuantificar el miedo, el coraje y el dolor que nos arropa. Ante este escenario respondemos sumergiéndonos en una cotidianidad paranoica intervenida por la industria de la seguridad pero sobre todo “agradecidos”de vivir en un país sin una guerra declarada.”
Ahí radica la paradoja terrible del contexto de violencia e inseguridad en que se enmarca Coraje II, lo jodío de “agradecer” el estado de crisis permanente: porque por mala que esté la cosa, siempre podría estar peor, y los medios de comunicación ideológica no nos lo dejan de recordar, garantizando así nuestra sumisión. Tal vez la razón de la invisibilidad del teatro experimental, la invisibilidad de Teresa, su dificultad, estriba en que nos hace enfrentarnos precisamente al estado que queremos reprimir o evadir y nos implica en la búsqueda de resolución. No nos la da, nos impone la tarea de buscarla.
El artista experimental, al menos el tipo de artista experimental que Teresa es, es como un médico. Nadie quiere saber del médico hasta que se enferma, nadie quiere que lo estudien, le saquen sangre, le hagan radiografías, que lo hagan esperar semidesnudo sentado en un cuartito pequeño y helado, que le metan camaritas por sus orificios o que le hagan operaciones de corazón abierto. No queremos que nos hagan un extreme-close-up y nos muestren de qué estamos hechos, que nos muestren en nuestro despedazado (un-United) estado. Nadie quiere escuchar el diagnóstico. Nadie quiere, pero llegada la hora vamos, porque no queda otra, porque no ir a la larga nos sale más caro. Pues aquí está Teresa Hernández y los síntomas son evidentes. Ve a verla y no te conformes con la primera opinión, busca una segunda (ve dos veces), que hay razones de sobra para tener (ver) Coraje (II).
Fuente Revista 80Grados