
SOBRE EL AUTOR
El artículo “Defendió el uso del género masculino en el caso de citarse grupos de hombres y mujeres”, de Adrián Sack, reseña la preocupación surgida en la Real Academia de la Lengua Española (RAE), luego que se presentaran recomendaciones, por parte de universidades en España, que estaban dirigidas al uso del lenguaje no sexista. Estas sugerencias se proponen conforme se observa, en discursos políticos y campañas de diversa índole, el desdoblamiento de las palabras para marcar la presencia de ambos géneros sin depender el uno del otro. En respuesta, algunos académicos de la RAE, entre los que se encuentra Ignacio Bosque, doctor en Filología y catedrático de la Lengua Española (RAE, s.f.), rechazan este tipo de práctica, porque a su juicio, se quebrantan las estructuras lingüísticas ya existentes. De ese modo, se aprobó un informe por parte de la Academia en contra de estas reformas propuestas al sistema, que se basó en los siguientes fundamentos: la advertencia de que estas prácticas anulan las distinciones sintácticas, la separación del lenguaje oficial (culto) del real (coloquial) a través del impulso de estas políticas normativas nuevas, y por último, su falta de justificación en el sistema lingüístico español.
Ahora bien, con este escrito se pretende analizar el fenómeno observado partiendo de una perspectiva lingüística descriptiva. Es decir, cabe cuestionarse en este sentido: ¿Esta determinación por parte de la RAE exhibe un carácter descriptivo o prescriptivo?, ¿permea una actitud científica en las respuestas del entrevistado?, ¿se toman en consideración los contextos y los registros en los que se produce este fenómeno lingüístico? Lo cierto es que, de inicio, en el reportaje, se puede resaltar una actitud prescriptiva por parte de Bosque –el entrevistado– en relación con los posibles usos que pueden adquirir las palabras por distintas razones como lo es la inclusión de género. Es muy categórico, inflexible, y no justifica su postura con evidencia empírica o sociolingüística cuando expresa, por ejemplo, “que no tiene sentido forzar las estructuras lingüísticas” (Sack, 2012); por lo que, la interrogante que pudiera surgir es: ¿A favor de quién se estarían forzando, manipulando u orientando estas estructuras, de no considerarse entonces el criterio sociolingüístico? Para añadir un poco de direccionalidad con respecto de la pregunta formulada y el carácter prescriptivo de este artículo se puede tomar la siguiente cita: “La RAE decidió ponerle freno, al menos un límite, a un modo de expresarse que considera artificial y derivado de la exposición pública”. Es, pues, muy evidente, que las expresiones anteriormente citadas no están relacionadas con estudiar o describir las particularidades del sistema como sugiere la lingüística aplicada para poder establecer la norma general, y que en su lugar, esta disciplina propondría la búsqueda del porqué ocurren estas particularidades en el sistema, qué hablantes prefieren o difieren de estos usos, o en qué contextos se pueden producir.
Cabe señalar que, pese al argumento propuesto por Bosque con el objetivo de mantener el uso del masculino genérico –que según la normativa es inclusivo por ser el no marcado– es notable, que, desde una mentalidad sociolingüística, los hablantes han desarrollado fenómenos con los que se atienden a situaciones de contextos específicos. De esa manera, antes de admitir por correcta una u otra postura, se deben considerar las motivaciones que condujeron a estos sectores a emplear en sus registros la separación del masculino y el femenino para lograr su objetivo comunicativo, ya sea por cuestiones de reconocimiento, el género, la estima personal, entre otras posibles líneas de razonamiento. No obstante, con este artículo no se logra este propósito lingüístico, puesto que carece de datos que sustenten una u otra postura. En su lugar, permea una actitud que intenta fijar los usos que entiende que son correctos en el sistema, más allá de considerar, y valorar al hablante y su registro. En cambio, es importante recordar que, una forma de habla no es más válida o correcta que otra.
En ese sentido, entiéndase la perspectiva sociolingüística, los hablantes proveen un caudal de información relevante para el quehacer lingüístico, en vista de que son estos quienes otorgan significado –personal y colectivo– a su entorno, utilizando el lenguaje como mecanismo. Estos procesos que resultan inadvertidos para el hablante, bien responden al esquema del signo lingüístico –propuesto por Ferdinand de Saussure– con el que se podría justificar el fenómeno de “todos y todas”. “Es importante notar que la relación entre el significante y el significado es esencialmente arbitraria […] Lo importante es que todos obedezcamos la misma convención” (Hualde, Olarrea, Escobar, & Travis, 2010) o al menos la conozcamos. Esta explicación resulta práctica para entender o justificar el uso de ciertas formas, que de primera impresión parecen ser revolucionarias o “incorrectas”, pero que atienden al habla particular de una comunidad con situaciones en las que logran desarrollar una convención en cuanto a cómo nombrar sus realidades. Entonces, si ciertos sectores, por causas históricas han necesitado utilizar—para lograr verse o sentirse incluidos—la separación del masculino y el femenino, como es el caso de “todos y todas”, ¿por qué no se entiende como una variante lingüística funcional para cumplir sus objetivos comunicativos? ¿A caso no es lo que ocurre con la entrada de extranjerismos al español cuando lo ameritan situaciones en el habla?
Entretanto, es preciso introducir, que un cambio social, como el tema de la inclusión, tendrá repercusiones directas en el ámbito de la lengua, pues el lenguaje no se articula con independencia de la sociedad ni viceversa: una influye a la otra, y claramente, el primero es motor de cualquier transformación en el siguiente. Por tanto, al evaluar y juzgar los cambios que ocurran en el sistema –como en “todos y todas”– hay un componente social que es muy importante considerar a través de un estudio lingüístico. ¿Qué sensaciones se promueven con el uso de “todos y todas” en los hablantes en cuestión?, ¿con qué otras palabras que presentan la misma construcción de género, ocurre este fenómeno?, ¿qué sucede con las palabras heterónimas en las que el no marcado es el masculino genérico, como sucede con padres y madres?, ¿realmente es insostenible esta práctica o el sistema lingüístico cuenta con los mecanismos para evolucionar en esta dirección, siendo la necesidad comunicativa de los hablantes lo que fija los usos en el habla?
El tema central de esta composición no es devaluar la postura del académico de la RAE, sino que busca plantear una mirada distinta en cuanto a la necesidad de considerar al hablante cuando se fijan los usos “correctos” en el sistema. A su vez, se pretende lograr una aplicación descriptiva que tiene como norte el entendimiento de los fenómenos lingüísticos que enriquecen al español y que ofrecen información para estudiar las particularidades de cada comunidad de habla, recordando que la utilización de un registro u otro no es rasgo de inferioridad. Como dijo en una ocasión Carla Mojica de León, profesora de la Universidad de Puerto Rico en Cayey: “Una persona verdaderamente culta es capaz de moverse de un registro a otro”. Es pues, responsabilidad lingüística y académica, educar a los estudiantes para que sean capaces de utilizar, reconocer y alcanzar un lenguaje formal, pero de la misma forma puedan emplear, distinguir y valorar el registro al que pertenecen, y que bien les es funcional en su comunidad de habla.
Para concluir, es preciso reiterar que como arroja este fenómeno, el lenguaje y la sociedad son realidades complementarias y dependientes, que representan implicaciones importantes a la hora de ejercer juicios lingüísticos. Una posible ruta a seguir sería no desprestigiar el uso por ser bueno o malo, dado que a tales efectos el fenómeno le brinda las herramientas al hablante con las que puede cumplir con su objetivo comunicativo. En este caso, el desdoblamiento por inclusión de género es posible identificarlo en ciertos contextos (cuyo uso ha sido admitido por la comunidad de habla) como en damas y caballeros, señoras y señores, entre otros. El uso de “todos y todas” se puede asociar con el uso de plurales estilísticos en poesía: responde a la necesidad expresiva del autor, por ende, esto no significa que se quebrante la unidad lingüística. Por tal razón, se infiere que la lengua es capaz de desarrollar los mecanismos para lograr la economía lingüística que tanto reclama Bosque en su argumento cuando expresa que, “si se aplicaran las directrices propuestas en estas guías en sus términos más estrictos, no se podría hablar” (Sack, 2012). Por último, se debe reconocer que las facultades del lenguaje representan algo más trascendental que el mero uso de un plural estilístico, del desdoblamiento del género, o de utilizar un adjetivo como sujeto, pues en el lenguaje está vertida la mentalidad de los seres humanos que ha ido cambiando y cambiará constantemente.
Luego que el coordinador de los trabajos de la Nueva Gramática de la Lengua Española, Ignacio Bosque, se expresara en contra del lenguaje “inclusivo” representado en el uso de los dos géneros en expresiones como “todos y todas” (http://www.rae.es/sites/default/files/Sexismo_linguistico_y_visibilidad_de_la_mujer_0.pdf), las reacciones de educadores y trabajadores de la lengua no se han hecho esperar.
Con argumentos lingüísticos y sociolingüísticos a favor y en contra de esta postura, tres estudiantes de Pedagogía en Español, Nivel Secundario, analizan el tema. Estos alumnos forman parte del curso ESPA 4012 Lingüística Hispánica II, de la Universidad de Puerto Rico en Cayey, ofrecido por el Dr. Héctor Aponte Alequín.