Supongo que los reyes del imperio austrohúngaro nunca consideraron cortar gastos alegres. Supongo que habrán comido comidas exquisitas, gozado de fiestas con deliciosos platos en algún patio con jardines bien cuidados y una selección de música compuesta y ejecutada por los mejores músicos de la época. La música podía haber sido concebida esa misma semana, tal vez ese mismo día y, en el caso de algunos virtuosos, las piezas se improvisaban en el momento. El presidente John F. Kennedy nunca tuvo problemas en recibir buena música en la Casa Blanca. Luego de muchos años sin tocar para gobierno alguno que reconociera al generalísimo Francisco Franco, finalmente el chelista Pablo Casals se sentó en una silla para honrar a Luis Muñoz Marín junto a los Kennedy. El concierto fue trasmitido por NBC y grabado y distribuido por Columbia. El South Lawn de la Casa Blanca, en aquel entonces, era un espacio de reconocimiento imperial a grandes músicos desde el gran Stravinsky hasta leyendas del jazz como Charles Mingus, quien ofreció un concierto ya en el ocaso de su carrera para Jimmy Carter. Acá en la isla, siempre recuerdo una de las fotos del joven Narciso Figueroa acompañando a Pablo Casals en la Fortaleza. Supongo que habrán tocado desde Bach hasta Brahms, o quizás una danza para que no se quejaran los nacionales, quienes en la foto parecen estar disfrutando del concierto criollo auspiciado por el ELA. Si un gobernante vive en una mansión, come la comida de un gran chef, viste con gabanes italianos y duerme en muebles antiguos de la mejor madera, supongo que el orden natural incluye el lujo de disfrutar música de calidad. Sin embargo, este cuatrienio el sonido de la Fortaleza saldrá por las mismas bocinas de Sears. Luego de que el gobernador Luis Fortuño despidiera a su pianista, ¿entrará un dj a la Mansión Ejecutiva? ¿Dejarán que el senador Arango lleve su MP3 player al Salón de los Espejos lleno de los éxitos de Chayanne? Esto sería como si compráramos un plasma de 50 pulgadas full HD, lo colocáramos en la sala de la casa, conectáramos los cables high def para que se vea como se supone, pagáramos los 30 dólares a la compañía de cable (otra estafa) y luego no le pusiéramos las bocinas de BOSE que se merece (espero que este anuncio me haga propietario de un buen equipo). En fin, el package del lujo, poco a poco, ha echado al lado la importancia de la calidad sonora así como la presentación de esta música al momento. La corte imperial germana no toleraría el atropello del despido del pianista de Fortaleza, pero nuestro ejército de nouveaux riches ascendido a nivel de Gabinete no tiene pena en hacer alarde del ahorro a nombre de un pianista y sustituirlo por un flamante chef. La ilusión de la música como una necesidad se ha deteriorado o, más bien, desmantelado por la nueva visión pop del poder. La idea del líder culto con facilidad de verbo y cierta inclinación hacia las artes es un dinosaurio que habita en Ponce y quizás en alguna colina de Naranjito, pero en Fortaleza no la verán más. Ahora bien, estoy seguro de que en el momento que no pueda aguantar más el hambre yo sería de los primeros que saldría corriendo hacia el restaurante Levis de Santurce con par de cd’s en mano para intercambiarlos por un churrasco. No lo pensaría dos veces. El senador Héctor Macaracachimba Martínez iría conmigo y cambiaría sus cd’s de Xuxa por un buen mofongo con longaniza (espero que el señor Levis me regale mi próximo mangú por este anuncio). Cuando el “hambre” aprieta, como ahora, los reclamos por las artes quedan paralizados, las subvenciones poco a poco desaparecen, no existen muchos músicos de “carrera”. ¿Que qué es eso de músicos de “carrera”? Simple: imagínense una sección completa de fagotistas ocupando uno de los pisos del Departamento de Educación, practicando el Rito de la primavera una y otra vez, deteniéndose sólo para fumar en los cofee breaks. A pesar de lo horrible de la escena, esa imagen no se diferencia mucho de la que se ve en la calle Calaf a las 4:25 pm, cuando los empleados de carrera de Educación salen despavoridos después de hacer la fila del ponchador. Ya terminada la era de los hoteles, ahora parece que la era de las subvenciones también va en picada, directo a cortar todos los proyectos que de otra manera no son sostenibles. Me gustaría imaginar que el pianista despedido se sustituiría por un curador que no tan sólo le dé espacio a los músicos para “performear” en Fortaleza, sino que le diera espacio a otros artistas para entretener o presentarse cual si fuera el South Lawn. Pero lo dudo… cuánto lo dudo. Por el contrario, supongo que un buen equipo de sonido debe haber allí, si no el hermano lo provee y, como todos estos nuevos yuppies de Gabinete tienen sus gustos ochentosos sembrados en lo más profundo de su corazón, se usará para amenizar cenas (que en el pasado pudieron haber sido acompañadas de un postre a cargo del maestro Sanromá) amenizadas por una balada de Air Supply o un disco de Chuck Mangiorre (por eso de decir que les gusta el jazz). Los Figueroa, esa familia de músicos boricuas, terminarán sustituidos por este gobierno en un buen disco new age para calmar el espíritu. Asimismo, una velada con Cheo Feliciano estaría a cargo de Lou Briel (no representativo de la época, pero un glorioso devoto del ideal). En realidad quisiera pensar que nuestro nuevo gobernador prefiere escuchar un arpa, por su gusto por lo divino, que ya está cansado de escuchar a Rubalcaba, a Marín, a Hancock; que el piano le parece trillado. Pero entonces veo por televisión al cantante de música sacra René González en la toma de posesión de Fortuño, con su camisa pegada, con Cristo en su voz, y regreso a la realidad taraeando… triste caravana de recuerdos.