“Me atemoriza ver vestigios entre nosotros
de las espeluznantes tendencias que reinaban en toda Europa
y especialmente en la Alemania nazi hace 70, 80 o 90 años”.
—Yair Golan, subcomandante de las fuerzas armadas de Israel, en su discurso pronunciado en la ceremonia del Día de Recordación del Holocausto (Mayo de 2016)
Es un hecho. Tras la elección de Donald Trump como nuevo presidente de Estados Unidos, la política colonizadora del Estado de Israel contra Palestina se ha intensificado sobremanera. Y claro, en esta ocasión no se trata de otra ‘limpieza étnica’, como la masacre de Tantura (1948). Pero sí, hablamos de más represión, de más violencia en la “Tierra Santa”: punto de encuentro histórico del cristianismo, el judaísmo y el islam.
Digamos, pues, que más allá del debate de la política migratoria de Trump y de la discusión sobre el muro fronterizo entre México y Estados Unidos, hay una –quizás varias– realidad silente: la ocupación de Cisjordania y Jerusalén.
Y es que en lo que va de 2017 el gobierno israelí, liderado por su primer ministro Benjamín Netanyahu y motivado por la promesa de la actual administración norteamericana de trasladar su embajada –ubicada en la ciudad de Tel Aviv– a Jerusalén, ha aprobado de manera inmediata la construcción de al menos 5,500 asentamientos coloniales en la bíblica Judea y Samaria. Igualmente, ha dispuesto para el desalojo forzado de miles de personas, todo como parte de su política anexionista en territorio ocupado.
Cabe mencionar que esto sucede a pesar del rechazo de la comunidad internacional que, desde 1967, condena la ocupación israelí en dicho territorio. Asimismo, esta práctica violenta la resolución 2334, aprobada por el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que insta a paralizar esta conducta desde el 23 de diciembre del año pasado.
De acuerdo con el especialista en relaciones internacionales Efraín Vázquez Vera, “el problema es que ambas partes [Israel y Palestina] quieren que Jerusalén sea su capital”. De manera que, según el profesor, “lo que se ha venido hablando [históricamente en la comunidad internacional] es de una partición de Jerusalén”. Es decir, y como ocurre al momento, que la parte oeste de Jerusalén esté bajo control de Israel y la parte este se mantenga bajo control palestino. Según Vázquez Vera, este acuerdo está bajo amenaza tras la victoria de Trump.
“Se plantea que de cara al futuro el tema de Jerusalén es sumamente delicado en las negociaciones por la paz. Y delicado no solamente por Israel y Palestina, sino también por las relaciones entre Israel y el resto de los países árabes. O sea, se plantea que si se hace otra cosa [que no sea mantener la partición de Jerusalén entre Israel y Palestina] se dañan los arreglos dirigidos en favor de la paz de la región. Con Trump y con Netanyahu esas relaciones están en peligro. Nos encontramos en una situación bien delicada”, aseguró el diplomático.
Sobre las intenciones de la Casa Blanca de trasladar la embajada norteamericana a Jerusalén, el exrector de la Universidad de Puerto Rico en Humacao (UPRH) destacó que el acuerdo internacional supone que todo país relacionado con Israel mantenga sus embajadas en la ciudad de Tel Aviv y que, en Jerusalén, toda nación acreditada mantenga un cónsul general.
“Estamos hablando de embajadas en Tel Aviv –donde todo el mundo las tiene– y del consulado general en Jerusalén, donde están todos aquellos países acreditados. Esos consulados no tienen que ver con el reconocimiento de Jerusalén como capital judía”, aclaró el docente, al tiempo que puntualizó que, por otra parte, Israel ha violentado los acuerdos territoriales tras la aprobación de las medidas que pretenden construir colonias judías en territorio palestino y, por tanto, el traslado de la embajada norteamericana cobra particular importancia.
En esa línea, el gobierno israelí ha comenzado a sacar provecho de lo que, en su momento, no fue otra cosa que una promesa de campaña del magnate que hoy ocupa la Casa Blanca.
A pesar de que Trump manifestó el jueves que los asentamientos judíos en Palestina “no son buena idea”, la intención de su gobierno de promover el traslado de la embajada norteamericana a Jerusalén continúa tomando fuerza en la psiquis del liderato político israelí y motivando sus cuestionables políticas opresoras.
De concretarse el traslado de la embajada norteamericana, Estados Unidos se convertiría en la primera nación en reconocer oficialmente a Jerusalén como la capital judía. Es decir, que esta ciudad ocupada por Israel desde 1967 y que desde 1980 sufrió la división entre partes Este y Oeste en violación al derecho internacional, terminaría transformándose en un nuevo escenario ‘completamente judío’ que, bajo la custodia norteamericana, pondría en juego el futuro de la Autoridad Nacional Palestina.
“Si Estados Unidos traslada su embajada sería el reconocimiento de Jerusalén como la capital de Israel por la nación más poderosa del mundo. Y eso haría mucho más difícil que en un futuro se pueda alcanzar un acuerdo de paz. A esto hay que sumarle que Israel ha hecho caso omiso a los llamados a no seguir construyendo colonias judías en las partes palestinas”, añadió Vázquez Vera, quien afirmó que Trump demostró incapacidad y falta de decoro en temas diplomáticos desde antes de juramentar al cargo de presidente.
“No solamente con este caso, también con los comentarios que ha hecho sobre por qué había que respetar la política de ‘Una sola China’. Lo de México ni se diga. Este hombre está sacudiendo los temas más difíciles de política internacional, imponiendo sus criterios basados en ignorancia”, subrayó el experto.
Este planteó, además, que difícilmente otros países sigan los pasos de Estados Unidos en cuanto a la política palestino-israelí se refiere y aseguró que, de esto concretarse, se quedarán solos en la movida.
“Si al final se logra esto, creo que quienes obtendrán mayores beneficios de la locura van a ser los palestinos, porque se hará más evidente el carácter de víctima. En ese sentido, no veo que se alcance la paz, veo todo lo contrario. Este tipo de acción será condenada por muchos países. Estados Unidos quedaría descalificado de cualquier proceso de paz. La misma Unión Europea los sacaría de cualquier tipo de ecuación pacífica. Y no quiero imaginar que esa embajada termine siendo blanco de constantes ataques”, sentenció.
Una política reciclada
La intención de Trump y sus partidarios no es nueva. Es más bien el reciclaje de viejas estrategias colonizadoras que, a estas alturas de la historia, continúan transformando la noción de un conflicto ‘santo’, cuya naturaleza violenta no parece perderse en el tiempo.
Anteriormente, los expresidentes Bill Clinton y George W. Bush también incluyeron en sus planes de gobierno la llamada Ley de la Embajada de Jerusalén. Pero, las consecuencias negativas que proyectó la Casa Blanca durante sus respectivos mandatos los hizo desistir de la idea.
Por el contrario, Trump y su equipo de trabajo no parecen dar marcha atrás con sus posturas. Para salvaguardar su planes, específicamente esta movida de gran importancia en cuanto a política internacional se refiere, el nuevo presidente cuenta con figuras como la del expresidente de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich.
El ahora asesor de Trump, quien también fungió como director de campaña de Nelson Rockefeller, ha sido un fiel defensor de la ocupación israelí en Palestina y del traslado de la embajada norteamericana a Jerusalén para reconocer la ciudad como la verdadera capital judía.
El republicano Gingrich ha manifestado que las políticas impulsadas por Trump son simplemente un “proceso y una filosofía de acción y liderato muy diferentes a los sistemas tradicionales de Washington” y, por esa razón, son pocos quienes lo entienden.
En 1995 el Congreso estadounidense aprobó la Ley de la Embajada de Jerusalén, que persiguió el reconocimiento de la mencionada ciudad como la capital israelí, pero que, igualmente, requería el traslado de la embajada norteamericana antes de mayo de 1999.
Este fenómeno, si se quiere, pudiera sumarse a las guerras de agresión en 1956 en Suez y 1967 en Egipto, al bloqueo contra Gaza, así como a toda la cadena de eventos que a raíz de la guerra de 1948 [el Nakba palestino] marcó la génesis de lo que hoy se conoce como el Estado de Israel.